Lxs fanáticxs de La Veneno y Los Javis tuvimos el 28 de junio el mejor regalos en el día del Orgullo LGBTQ+: el estreno del segundo capítulo “Un viaje en el tiempo” de la saga de Veneno, la serie emitida internacionalmente por la española Antena3.

Un 29 de marzo de 2020, en medio de la pandemia que mató miles en España, se estrenó el primer capítulo: “La noche que cruzamos el Mississippi”, que retrata a Cristina Ortiz, “la travesti más guapa de toda España” a partir de su descubrimiento en el show nocturno de tv que la hizo famosa por su monumental belleza, personalidad y una lengua filosa y prostibular que levantaba el rating astronómicamente en cada emisión.

“Un viaje en el tiempo”, el segundo capítulo, se centra en la niñez de Cristina en Adra, Almería, en 1964, que en ese momento era un pequeño pueblo costero y un gran infierno. Una paellada valenciana entre travas es la excusa para que Valeria Vegas empezara a entrevistarla y llenara su libretita con notas llenas de anécdotas megalómanas repetidas.

“En Adra la que no es puta, ladra”, era el mantra que repetía Cristina Ortiz, “La Veneno”, cada vez que se refería a su pueblo natal en el que le tocó vivir siendo “Joselito” Ortiz (llamado así porque nació un 19 de marzo, día de San José), un niño de enormes ojos abiertos al mundo, controlado hasta el hartazgo por una madre golpeadora, castradora y homofóbica que ya contaba en su historial el negar a su propio hermano, exiliado del pueblo por puto.

Imposible no emocionarse con esa voz en off de niño, que cuenta cómo se las arreglaba para procesar tanta violencia y frustración de los adultos y así poder escaparse del yugo familiar y de la iglesia y pasar horas enteras con los animales de la granja haciendo travesuras con su único amigo de la infancia: Manolito Ceballos, un mariconcito regordete con el que miraban los pavos reales soñando secretamente poder desplegar algún día esa belleza y valor.

Como en el cuento del “patito feo”, Joselito fue creciendo y convirtiéndose en un joven esbelto y hermoso, que en la calle recibía los insultos de los muchachos a plena luz del día, los mismos que a escondidas descargaban en él las necesidades que no eran cubiertas por las conservadoras chicas pueblerinas. “Si no tenía el amor de mi madre, qué mas me daba el odio de todo el pueblo”, cuenta La Veneno amargamente cuando recuerda Adra.

Javier Ambrossi y Javier Calvo aprovechan la accidentada transición de Cristina hasta ser “La Veneno” para contar -en marcada contraposición- el cuidado y esperanzador proceso de cambio de género de Valeria Vegas, la periodista que empezó siendo un joven fanático admirador valenciano de la diva hasta convertirse en su íntima amiga y biógrafa oficial con ¡Digo! Ni puta ni santa, la biografía de “La Veneno”, libro que inspiró a los propios directores.

Es conmovedora la manera en que los Javis asimilan al colectivo trans como parte ineludible de la cultura pop española, siguiendo el camino empezado por Pedro Almodóvar. Imposible dejar de mencionar a Paca “La Piraña”, la mejor amiga de La Veneno, cuyo personaje pinta ser tan importante como el de Noemí Argüelles en “Paquita Salas” y hasta tiene un segmento propio de consejos amorosos que puede verse dentro del sitio Antena3, que pospuso el rodaje de la serie hasta entrado el mes de julio, si es que la pandemia lo permite.