El sueño de una lengua común comienza con un epígrafe de la poeta H.D. “Voy adonde amo y adonde soy amada / hacia la nieve;/ Voy a las cosas que amo /sin pensamiento alguno de deber o de pena.” Versos que podrían resonar, en el lector de poesía local, a ese famoso poema de Héctor Viel Témperley: “Voy hacia lo que menos conocí en mi vida: voy hacia mi cuerpo.” En ambos casos tenemos un poeta que se dirige hacia algún lado, que inicia un movimiento a la vez que lo anuncia, y este sitio al que peregrina es un lugar anhelado y al que para llegar, se debe dejar mucho atrás. Algo de esto puede aproximarnos al libro de Adrienne Rich que tenemos entre manos y acaba de salir en Argentina.
Adrienne Rich, (Baltimore 1929 –California 2012), fue una poeta, intelectual, crítica, feminista y activista lesbiana estadounidense. Su obra es muy vasta y oscila entre la poesía y la teoría, con libros fundantes del pensamiento feminista contemporáneo. Recibió numerosas distinciones a lo largo de su carrera y desde el principio --W. H. Auden elogió y prologó su primer libro de poemas en 1951. Algunos de estos premios fueron incluso rechazados por ella: en 1974 cuando le otorgaron el Premio Nacional del Libro, Rich se rehusó a recibirlo de forma individual y se unió a otras dos poetas feministas nominadas, Alice Walker y Audre Lorde, para aceptarlo en nombre de las mujeres “cuyas voces aún no se han escuchado en un mundo patriarcal”. En 1997 lo mismo, rechazó la Medalla Nacional de las Artes como protesta contra el gobierno de Bill Clinton. Porque la poesía y la lucha fueron para ella una misma cosa. A lo largo de seis décadas de producción incesante Rich atravesó un camino de exploración poética y autoreflexión, cuestionando el modo en que la tradición literaria masculina y el patriarcado, habían dejado a las mujeres.
Rich ha publicado más de veinte libros, pero es a partir del tercero, Instantáneas de una nuera de 1963, que su actitud hacia la poesía se vuelve más desobediente y deliberadamente feminista. El volumen de su obra es apabullante. En el libro La pasión del exilio, que compila hermosas traducciones de María Negroni de diez poetas norteamericanas del siglo XX, aparece en las últimas páginas una nota bibliográfica con los libros de cada autora. Entre ellas se encuentran Sylvia Plath, Anne Sexton, Marianne Moore, Elizabeth Bishop y por supuesto Rich. Todas tienen un conjunto de obras que pueden condensarse entre las ocho y diez líneas. Sin duda la más acotada es la de Bishop, cuya economía poética era célebre: publicó un libro cada diez años. Rich está en el extremo opuesto, y su nota bibliográfica supera la página, con títulos y títulos de poesía, prosa y ensayo. Es claro que la escritura fue el lugar que esta poeta encontró para pensar y articular muchas cosas por primera vez y esa lucidez exigía una actividad furiosa.
El sueño de una lengua común es uno de sus libros más emblemáticos, donde muchas de sus batallas contra los sistemas de opresión políticos y sociales, encontraron su punto más alto. El volumen está dividido en tres partes, la primera, llamada Poder comienza con un poema dedicado a Marie Curie, cuyo cuerpo –dice-- enfermó por el mismo elemento que había investigado. “Murió famosa negando/ sus heridas/ negando/ que sus heridas provenían de la misma fuente que su poder.” Es justamente esta última palabra la que la autora observa con distintos cristales, como algo deseado, pero también padecido, algo para tomar como se toma el Palacio de invierno, pero al mismo tiempo, algo que se debe dejar caer. Otro poema es una carta imaginaria que Elvira Shatayev – líder de un equipo femenino de escalada que murió durante una tormenta en el pico del Lanin en 1974-- escribe a su marido, y que termina diciendo “No viviremos para conformarnos con menos. Hemos soñado con esto/ toda nuestra vida”. Porque el poder que Rich busca no es el que domina sino el que libera y que encuentra su cumbre en la poesía. El poema "Orígenes e historia de la conciencia" es el que articula esta sección, con pasajes poderosos y reveladores, de donde sale el título del libro. “Nadie vive en este cuarto/ sin atravesar algún tipo de crisis (…) Sin contemplar por último y tarde/ la verdadera naturaleza de la poesía. El impulso/ de conectar. El sueño de una lengua común.”
Veintiún poemas de amor -- la segunda sección -- es seguramente una respuesta al célebre poemario Veinte poemas de amor y una canción desesperada de Pablo Neruda, autor que tres años antes había ganado el Premio Nobel de la literatura, y que afirmaba en aquellas páginas que le gustaba su mujer cuando estaba callada. Aquí se trata de poemas de amor, pero de amor entre mujeres, en la segunda mitad de su vida, inmersas en una nueva y luminosa juventud. “A los cuarenta y cinco quiero conocer incluso nuestros propios límites”, afirma y construye un entramado en que los cuerpos de las enamoradas se unen con la naturaleza y con la misma poesía. “Queremos vivir como árboles”, dice Rich; y también: “He soñado que eras un poema/ digo, un poema que quería mostrarle a alguien.”
No es otra parte, sino aquí, la tercera y última parte de este libro, está integrada por textos más urgentes, en los que la historia transcurre – para usar una imagen suya-- como un hilo que una araña teje con delicadeza pese a ser arrancada una y otra vez. Su forma de encarar aquí la batalla, no es con armas sino con palabras atentas “Ahora debo escribir para mí, para esta mujer/ ciega que raya el asfalto con el bastón de su pensamiento”, escribe, porque piensa que esa tarea es la suya, aprender de su vida y de otras mujeres, como si estudiara historia natural. El viaje que inicia Rich en el principio del libro, es también un anhelo para la poesía, que sea de una vez y para siempre, un lugar de encuentro para nuestro mundo humano, el sueño de un lenguaje común. Como ella misma dice, “Toda una nueva poesía que comienza aquí”.