YO, ADOLESCENTE 4 puntos
Argentina, 2020
Dirección y guion: Lucas Santa Ana.
Duración: 97 minutos.
Intérpretes: Renato Quattordio, Malena Narvay, Thomas Lepera, Jerónimo Giocondo Bosia.
Estreno en CineAr TV, hoy y el sábado a las 22. Desde el viernes 24 disponible en CineAr PLAY.
Nicolás Zamorano, más conocido como Zabo, supo integrar las filas de una raza extinta: los floggers. Antes de transformarse en escritor, músico y conductor de televisión su experiencia personal como parte de la generación Cromañón –aquellos que atravesaban la adolescencia cuando el tristemente célebre boliche se prendió fuego– fue destilando en una serie de textos online seguidos por miles de lectores jóvenes. Ese material es editado ahora en formato de libro acompañando el estreno de su “versión” cinematográfica. Las comillas no están de más: si bien el film de Lucas Santa Ana sigue de manera relativamente fiel las descripciones del texto, resulta claro que el público al cual va dirigida la película no es necesariamente el mismo que seguía sus impresiones en la red social Fotolog. Por momentos, Yo adolescente parece querer revivir las constantes de la tira Clave de sol, aunque cruzada con la furia y el descontento juvenil de Tango feroz.
Relato de crecimiento y de despertar sexual, Yo, adolescente, la película, está poblada de frases-máximas como “la persona ideal te hace hacer cosas que no harías por nadie” o “si te peleás con la vida, te hacés amigo de la muerte”, en boca de un reparto de actores y actrices jóvenes, en su mayoría de raigambre televisiva. El Zabo de la ficción (Renato Quattordio) intenta reponerse del suicidio de su mejor amigo al tiempo que es sacudido por un deseo sexual compartido entre chicos y chicas, pero el personaje dista mucho de la complejidad de films recientes como Marilyn, de Martín Rodríguez Redondo (cuyo protagonista, Walter Rodríguez, tiene aquí un papel secundario). O la de los personajes adolescentes creados por el realizador Marco Berger a lo largo de su filmografía. Jerónimo Giocondo Bosia y Malena Narvay encarnan los intereses afectivos del protagonista y es indiscutible que ambos cumplen a rajatabla el arquetipo de belleza de tira juvenil al uso.
Hay una tensión constante entre los temas que la película repasa –la pérdida, el dolor, la insatisfacción personal y generacional– y la pulcritud fotogénica del reparto, registrada a partir de un modelo de iluminación de tonos pastel pre seteada en decenas de producciones de tevé. En su segundo largometraje de ficción, el director del documental El puto inolvidable y Como una novia sin sexo intenta construir un manifiesto generacional, pero si el material de base ofrece ideas buenas y potentes, la ejecución es casi siempre torpe, comenzando por un registro actoral pretendidamente naturalista pero esencialmente declamado. Los nostálgicos agradecerán las reversiones de temas de temas de Árbol, Airbag y Adicta, entre otros, pero Yo, adolescente no supera el estadio de cliché audiovisual, de estudiantina con pretensiones.