Cuenta Jorge Taiana que cuando murió el ALCA, hace 15 años en Mar del Plata, él como vicecanciller y armador de la cumbre captó la razón clave del empuje, sin éxito, que hacía George Bush en pro del acuerdo: la “amenaza china”. La actual ofensiva de Estados Unidos para arrebatar la presidencia del Banco Interamericano de Desarrollo, históricamente ocupado por un país latinoamericano, sigue esa lógica.

Un anticipo de esta disputa se vio en 2019 cuando se preparaba la reunión anual del BID en China, socio extrarregional del banco, como otros países asiáticos o europeos. El BID cumplía 60 años y la Casa Blanca hizo caer la cita para desaire de China, que la preparaba hasta en los detalles más finos. Usó como caballo de Troya el rechazo chino a la visa para una delegación venezolana al gusto del “presidente” inventado Juan Guaidó, pues Beijing reconoce, como la mayoría del mundo, a Nicolás Maduro.

Aun antes de jugar con esa marioneta, Washington ya buscaba bajarle precio a la cita del BID. En esos días, funcionarios de la Casa Rosada le dijeron a este cronista que Estados Unidos los presionaba para que no viajara el ministro Nicolás Dujovne a China, sino funcionarios de más bajo rango, y Macri lo había aceptado. A fines de 2018, el Departamento del Tesoro de Estados Unidos le escribió al titular del BID, el colombiano Luis Moreno, sobre sus “serias reservas” acerca de que China fuera sede de la asamblea de gobernadores. Moreno, exministro de Desarrollo, es el cuarto -ahora saliente- titular del BID, tras --los también exministros-- el chileno socialista Felipe Herrera (con el presidente Ibáñez del Campo), el desarrollista mexicano Antonio Ortiz Mena y el excanciller uruguayo Enrique Iglesias.

El candidato que propone ahora Donald Trump es ajeno a la tradición del BID, no solo por nacionalidad. Mauricio Claver-Carone es un cubanoamericano (el dato no es menor, puede devolverle favores electorales a Trump en Florida), asesor de seguridad y exdirector del FMI por Estados Unidos. Es un halcón de derecha, vino a la Argentina para la jura de Alberto Fernández y montó un mini show al irse “ofendido” por la presencia de la misión venezolana y del ecuatoriano Rafael Correa.

Trump abre de ese modo otra saga de su pelea con China con el BID como botín, pues entiende que la presencia de inversiones chinas en América latina es una amenaza y el Banco, dirigido por Estados Unidos, podría contenerla.

La pelea con China es global y juega fichas en la región. En 2017, una nueva doctrina de seguridad nacional de Estados Unidos definió como rivales a confrontar a China y Rusia. Desde entonces, cada vez que un agente de Washington patrulla lo que considera su “patrio trasero” blande la amenaza oriental y llama a enfrentarla.

Prestamista

Principal prestamista de América latina, China supera los créditos que otorgaron estos años, sumados, el BID y la CAF-Banco de Desarrollo de América Latina. Los países que más dinero recibieron son: Venezuela, 67 mil millones de dólares (el más endeudado con China, a la que paga con petróleo); Brasil, 29 mil millones; y Ecuador y Argentina, 18 mil millones cada uno.

Un estudio de Oscar Ugarteche y Carlos de León para la Universidad Nacional Autónoma de México señala que existen dos tipos de financiamiento chino para la región: banca comercial y de desarrollo. Esta última, en 2005/2018 prestó por 141 mil millones de dólares a través de Exim Bank y Banco de Desarrollo de China (CDB). El ciclo comenzó en Jamaica en 2005 para la construcción de un estadio y tuvo pico en 2010 cuando se destacó, entre otros, un préstamo para trenes de Argentina, el que más inversiones en obras de infraestructura recibió de China en el período, según un informe de la Red ALC-China, que dirige el mexicano Enrique Dussel Peters. Los fondos son en su mayoría para energía (69 por ciento), como represas en Ecuador, parque solar en Jujuy y producción petrolera en Brasil y Venezuela.

Además de esos créditos, se suman swaps entre bancos centrales para reforzar reservas y la presencia de varios bancos como ICBC (en Argentina, México, Perú, Brasil y Centroamérica), Bank of China en Panamá y otros países como Argentina, donde llegó en 2018, Banco de Construcción de China (en Chile, donde desde 2016 se encarga de ofrecer el clearing en yuanes en Latinoamérica), los ya citados CDB y Exim Bank sobre todo en Centroamérica o el Haitong Bank en Brasil, entre otros.

Debe incluirse, además, la perspectiva del Banco Asiático de Inversión e Infraestructura (BAII), cuyo presidente Jin Liqun dijo hace unos días: “Nos unimos a un buen número de países sudamericanos, y será muy bueno para nosotros financiar algunos proyectos de ingresos medios uniendo a América del Sur y Asia, reduciendo los costos de transacción y envío entre Asia y el Sur América”.

Votos y veto

El BID es un banco regional de desarrollo que nació en 1959, tiene sede en Washington para que no queden dudas y tuvo un rol relevante en la región, en especial en Centroamérica, con créditos concesionales, a tasas bajas y poca condicionalidad, para vivienda, sanidad y educación, agua potable y redes cloacales y también sectores productivos, documenta un libro que escribió la socióloga y economista Diana Tussie.

Estados Unidos lo domina con 30 por ciento de sus votos, le siguen Argentina y Brasil con casi 11 por ciento cada uno, México con siete, Venezuela con seis, y va bajando la capacidad de voto del resto de los países según su dimensión económica. Son 48 socios en total, de los cuales los 26 latinoamericanos son prestatarios con 50,02 por ciento de los votos, una leve mayoría, y los otros 22 prestamistas (Estados Unidos, Canadá, países de la Unión Europea y China, Japón e Israel de Asia).

Tussie, directora de la maestría de Relaciones Internacionales de Flacso, recordó en diálogo con Cash que cuando gobernaba Ronald Reagan hubo una situación similar a la actual.  Explicó que “parece haber un intento de asalto a los organismos multilaterales o regionales si Estados Unidos cree que no son útiles a sus fines. Entonces era la deuda latinoamericana y se discutía una ampliación de capital del BID. Estados Unidos logró subir su poder de voto y bajar el de América latina. Hubo más capital para la región, pero con más condicionalidad cruzada con el Banco Mundial, que ejerció un tipo de padrinazgo del BID, en el marco de los acuerdos de ajuste estructural”.

Tussie indicó que “el vice presidente Mike Pence reflotó la Doctrina Monroe buscando colocar por primera vez que el presidente del directorio del BID sea de Estados Unidos, para que éste sea un pivote de la región contra China y un contrapeso a la posible presencia próxima del BAII”. Pese a ello, para Tussie “ya con la vicepresidencia y su poder de voto y veto, Estados Unidos puede influir en el BID. Quien tiene la palabra es el directorio, que en general actúa por consenso. Nadie quiere pelearse con el BID por su sistema cooperativo, y nada se hace sin el aval de (o contra de) Estados Unidos. Pero ahora Trump busca directamente presidirlo. Curioso accionar: lo vemos siempre como anti multilateralista, pero eso es así donde no controla. En cambio, aquí muestra gran interés en dirigir el banco de la región”.

Según la investigadora, “también debe considerarse, en el juego para contener a China, que Estados Unidos acaba de vetar una ampliación de los Derechos Especiales de Giro del FMI y habilitó una baja de la tasa de interés. Es decir, quiere jugar de nuevo un rol en los créditos a América latina” para limitar el poder chino.

Con todo, la jugada no es del todo segura. El BID se reunirá en septiembre en Colombia, pero dado el contexto pandémico, la inminente elección presidencial estadounidense en la que Trump se juega su reelección y los ruidos que generó la decisión de Estados Unidos acerca del BID podrían derivar en una postergación.

Apoyos y resistencias

Desde Washington, el profesor Gonzalo Paz, de Georgetown University, dijo a Cash que “la decisión fue sorpresiva pero se alinea con la estrategia de Seguridad Nacional de 2017. Y es un retroceso para las políticas exteriores de los grandes países latinoamericanos. Era tradición que así como al Banco Mundial lo presidiera un estadounidense y al FMI un europeo, al BID fuera un latinoamericano. Pero Trump busca recuperar iniciativa para las empresas de su país en la región y cerrársela rápidamente a China”. Para Paz, “desde ahora nuestros gobiernos tienen menos margen de maniobra y sube el costo de cada decisión geopolítica que tomen”.

Para elegir un nuevo jefe del BID se necesitan apoyos de países según su cuota y voto. Estados Unidos los tiene porque lo apoyan grandes como Brasil. Este país primero promovió una candidata propia, la extitular del Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social Maria Silvia Bastos Marques, pero al final Jair Bolsonaro se alineó a Trump. También tiene el acompañamiento de Chile, Colombia, Ecuador y algunos  países centroamericanos, que se caracterizan de ser gobiernos vaciadores de la Unasur y el integracionismo regional. 

Antes de la jugada de Trump, los candidatos favoritos eran Laura Chinchilla de Costa Rica y Gustavo Béliz de Argentina. “Lo que harán los países extraregionales del BID puede influir, lo mismo que Canadá y México”, advirtió Tussie, para quien aún no está todo dicho.

Cuando China ingresó al BID, Moreno dio "la bienvenida a China a la familia del BID”. Aseguró que de eser modo se “fortalecerá" la institución "en un momento crítico para la economía mundial”. El embajador chino en Estados Unidos, Zhou Wenzhing, agregó: “Es un día emocionante: tras 15 años de esfuerzos, China es un nuevo miembro". Cambiaron los tiempos y, según Paz, “entramos a mundo en feroz competencia, con cierto déjà vu de la guerra fría”.

Varios expresidentes latinoamericanos, de diversas corrientes políticas, aún de derecha, cuestionan la movida de Trump. En Argentina se dio el rarísimo caso de una queja conjunta firmada por los excancilleres de todos los gobiernos democráticos recientes, peronistas, radicales y liberales.