“Me hace sentir orgullosa pertenecer a un proyecto que sigue ayudando en los peores momentos, que durante esta pandemia mantiene su compromiso con los que más necesitan”. Pilar Geijo, nadadora de aguas abiertas, arranca con su análisis pero, del otro lado de la línea, la boxeadora Yésica Bopp y la judoca Paula Pareto comparten la opinión. 

Tres de las deportistas más cotizadas de nuestro país están unidas por el mismo espíritu solidario y son parte, desde hace muchos años, de Huella Saint Gobain, el programa solidario que tiene como embajadores a buena parte de los atletas argentinos top. Ellos eligen un lugar que necesita mejorar su infraestructura y la empresa va y lo hace realidad, como desde hace diez años. Una comunión que ha contagiado a otros deportistas y empresas.

Realmente me sorprendió gratamente que pudiéramos seguir haciéndolo. No por la dedicación y organización del equipo de la Huella, que sabemos que las tiene, sino por las limitaciones de todo tipo que existieron estos meses”, asegura la Peque, que terminó con sus proyectos y ahora está comprometida con dos que tenía su amigo Braian Toledo, un merendero en Merlo y una sociedad de fomento en Florencio Varela. “Era el momento de mantener prendida la llama de la solidaridad, de preocuparse por el otro, y pudimos seguir haciéndolo, con ayuda de todos. Cuando vi las obras avanzadas en mi proyecto me explotó el corazón”, agrega la Tuti, quien antes de la pandemia visitó, junto a Geijo, el complejo con colegio y polideportivo que rodea a la parroquia San José en Lomas de Zamora y que, durante estos meses de emergencia sanitaria, se transformó en refugio de aislamiento para los enfermos leves de Covid.

El complejo se recicló en un centro de aislamiento para los contagiados leves de Coronavirus.

Desde Santa Teresita, donde estará hasta el 13 de agosto haciendo pretemporada con parte del seleccionado de judo, Pareto cuenta cómo fue mutando su ayuda y lo que ansía que termine esta pandemia para poder visitar sus dos proyectos, a su regreso a Buenos Aires. “La tragedia de Braian fue un golpe duro para todos. Era un amigo y un puntal de la Huella por su enorme compromiso. Por eso, cuando me sugirieron ayudar y hacerme cargo de los proyectos sociales que él tenía, no dudé”, explica. Así fue que se comunicó con el merendero de Merlo al cual asisten 150 chicos y rápidamente pudo dar una mano. 

“Con los Pepitos siempre estuve en contacto y hace poco, cuando llamé, Graciela me dijo que necesitaban leche. Por suerte pudimos armar una cadena, con la empresa concesionaria alimentaria en el Cenard para llevarle de todo, no sólo la leche que necesitaban. Eso es lo que despierta la Huella, que otros se sumen, que se genere una cadena solidaria… Ahora también nos sumamos a Seamos Uno, la movida solidaria que busca ayudar a millones de argentinos que tan mal la están pasando ahora…”, relata Pareto. 


La Peque, pese a ser una guerrera en el tatami, una brava competidora, es muy sensible en su vida personal. Se nota en su costado solidario y en la responsabilidad que exhibe como traumatóloga en el Hospital de San Isidro. “La jefa de servicio me dijo que no había drama con los días que faltaría por esta pretemporada, pero yo adelanté mis horas y turnos de guardias antes de venir y lo completaré a mi regreso. No me gusta tener privilegios por ser quien soy”, aclara, tajante.

Pero, claro, Pareto quiere más, como le pasa aún con su carrera deportiva, a los 34 años, pese a ya tener dos medallas olímpicas, tres panamericanas, tres en Mundiales y 12 en Panamericanos en 15 años en la elite del judo. “Siempre estoy atenta adónde puedo ayudar, igual que el equipo de la Huella, que me va sugiriendo algunos y me facilita todo”, admite. Para mediados de agosto, si la situación sanitaria lo permite, tiene planeada su visita a la sociedad de fomento en el barrio La Rotonda, de Florencio Varela, un lugar clave que funciona como soporte de instituciones educativas. 

Allí se realizan actividades deportivas, recreativas (hóckey, boxeo, karate, zumba, entre otras) y de contención. Es un predio de 300 metros cuadrados que nació con muchas necesidades (incluida la falta de puertas y ventanas) y ha mejorado mucho. “Con el dinero que calculamos necesitar no íbamos a poder hacerlo ni en 10 años. Por eso ahora ver el piso y las paredes revocadas es un sueño”, asegura Silvio Cañete, persona clave de la sociedad de fomento. Saint Gobain, junto a Cerámicas Lourdes, hizo dos grandes envíos, el segundo durante la pandemia, con 850 bolsas de un revoque especial para el exterior de las paredes.

La valoración de la ayuda también va relacionada a la capacitación que hace la empresa. “Que se tomen el tiempo de capacitar a la gente del barrio que quiere tanto este lugar es otra forma de ayudar. Hacer una donación tiene mucho valor, pero enseñarles a las personas a cómo usar los materiales y hacer el trabajo es tanto o más valioso porque ese saber mejora sus habilidades y eso lo pueden trasladar a sus vidas”, explica Jorge Galván, otro de los estandartes de la sociedad de fomento. “Esta es la verdadera forma de cambiar realidades. Además de multiplicar las buenas acciones, les das herramientas a las personas, en un momento en el que la solidaridad es clave”, analiza Geijo. 

Bopp, trabajadora social recibida, sabe de lo que habla su colega y asiente. “Que de esta forma se construyan espacios es muy importante. Le suma dignidad a la zona y los convierte en verdaderos faros de luz para la comunidad. Así se crece en todos los frentes: espiritualidad, educación, trabajo y deporte”, argumenta quien deportivamente ya tiene la vista puesta en 2021, en los preolímpicos de boxeo que pueden darle un pasaje a los Juegos Olímpicos de Tokio.

Geijo y Bopp, durante una visita a las obras con las que colaboran. 

De las cosas que más atrae a los deportistas en sus visitas es compartir tiempo que los chicos, los verdaderos beneficiados de esta ayuda. Pilar cuenta lo que vivió en la visita que hizo al proyecto de Bopp. “Los chicos sabían que éramos una nadadora y una boxeadora, pero no mucho más. En mi celular, les mostré el video de mi cruce del Río de la Plata y quedaron enloquecidos. Lo mismo pasó cuando Tuti les mostró sus peleas y enseñó un poco la técnica del boxeo. Querían saber todo, en mi caso qué tipo de pescados me cruzo en el mar y durante cuánto tiempo nado. Les llamó la atención el mar, sobre todo a aquellos que no lo conocían”, relata la pentacampeona mundial de aguas abiertas (2010, 2011, 2014, 2015 y 2019). 

La Tuti es otra apasionada. Conoce varios barrios carenciados de Avellaneda y admite que este de Lomas le llamaba la atención, por las dificultades que atraviesa en una zona difícil en todo sentido. “Fue hermoso que los chicos nos prestaran atención y nosotros poder brindarles nuestra experiencia. Hicimos mucho hincapié en la ayuda y en el cuidado del lugar, que no lo dañen ni rompan, que lo cuiden como su casa, porque es un lugar donde los escuchan, contienen, les enseñan y hasta se divierten. Les conté que yo salí de una escuela municipal para que sepan que se puede…”, detalla quien meses después dio allí una clínica de boxeo para los más grandes. “Era la oportunidad ideal para hablarles a chicos que ya empiezan a tomar decisiones en la vida”, agrega Bopp.

Tres deportistas, un proyecto solidario y un espíritu: Dejar huella.