El pasado 31 de mayo se cumplieron diez años de la muerte de Rubén Juárez y todo estaba dado para que ese mismo día se estrene Album Blanco en tiempos negros, sentido y nutrido documental en su honor. Iba a ser en una sala de Córdoba, tierra natal del músico, pero la pandemia metió la cola. Carlos y Gastón Varela, sus hacedores, tuvieron que congelar deseos por un rato; frenarlos hasta que alguien se atreviera. Y alguien se atrevió, nomás. No pasó demasiado tiempo para que la gente del canal “U” de la Universidad de Córdoba, sensible al excelente cantor, compositor y bandoneonista y comprovinciano, habilitara su señal de TV para que todo el mundo pueda verlo hoy domingo a las 22.
Será justicia, entonces. Será clave el libre acceso a un material que no se conforma con revisar vida y obra del protagonista, sino también impregnar ambas dimensiones del contexto en que se publicó El álbum blanco de Rubén Juárez: la crisis y el posterior estallido social de diciembre de 2001. Es que en medio de ese caos, y a contramano de cualquier estrategia marketinera, Juárez publicó no solo el mejor trabajo de su trayecto, sino también uno de los mejores del género en años. En muchos años. “Estuvieron quince años para convencerme de que vuelva a grabar y al final dije 'voy a grabar'. ¿Saben por qué? Porque siento que en este momento la gente está necesitando algo nuestro, algo muy argentino… Voy a grabar porque tengo ganas”, se le escucha decir al Negro, tras más de dos décadas secas en discos: el último había sido De aquí en más, en 1987.
Texto y contexto, entonces, se entremezclan en este revelador fresco audiovisual de hora y media. Texto que, además de narrar su sino en primera y tercera persona, incorpora varias secuencias nodales. Una que detalla escenas del 11 de diciembre de 2002, cuando Juárez presentó su último disco en el ND Ateneo. Otra que revive el momento en que el cordobés tocó el fueye en una versión de “Canción para mi muerte”, durante un show de Charly García en el Festival de Nantes. Una tercera que recrea la monumental versión de “Malena”, hecha medio a capela, medio al piano y medio en bandoneón, en el Estudio Mayor de la radio 2 x 4. Y otra que desclasifica la vez que Juárez coincidió con Astor Piazzolla en París, el 11 de marzo de 1981. Contexto, por su parte, que recala en el estallido social de aquella era. Los balazos. Los gritos. Las corridas. Los piedrazos. La rebelión y la represión que pintaron -también de negro- el paisaje de las calles y las rutas argentinas. El tendal de heridos. Kosteki y Santillán. La embestida del terror azul contra Madres y Abuelas. Y entremedio la voz de Juárez cantando una más que apropiada versión de “Bien de abajo”.
Texto y contexto, arte y política entrelazados además con testimonios que hilan planos, sentires y más secuencias. Los hay de todo tipo. Entre emotivos e informativos (Héctor Negro y Carlos Varela se anotan en este andarivel). Musicales, como el de José “Pepe” Ogivieki. Interesantes aunque extensos, como el que fluye del técnico de grabación Quique Vergani. Estetas, tal el caso de Alejandro Szwarcman, compositor de otro de los temas clave del disco y de la época: “Ciudad de nadie”. Comparativos, al punto de escuchar decir a “Cucuza” Castiello que la genialidad y la frontalidad del Negro era como la de Maradona. Intrépidos a la manera de Susana Rinaldi, quien asegura que la voz de Juárez le gusta más que la de Gardel. Generosos, tal como se escucha de parte de Noelia Moncada, José Angel Trelles, Eladia Blázquez y Raúl Garello, entre más. Y evocativos, en la voz maderosa y melanco de Héctor Arbelo, primer músico profesional en acompañar Rubén.
A la vez, claro, todo arropado en una frase Juárez que vale tanto como mil imágenes: “Tango es la emoción de regresar al punto cardinal”.