Siempre pensé que iba a escribir el epílogo de mi vida.

Siempre soñé con la escena póstuma, la partida.

Nunca con la muerte.

Me imaginé a contraluz, fuera de foco, entre bambalinas gastadas, con un libreto breve entre la inmensidad de las voces que siempre me desvelaron.

Amanece y yo aún no he dormido, no voy a dormir, voy a reservar las horas que me quedan para nadar en el río más transparente del mundo, el que nos reserva el tiempo cuando estamos por dejar la tierra, el río de las lágrimas gozosas, las del amor quieto, sereno.

─Tengo frío, Juan, entorná la ventana y alcánzame la manta suave, esa, la blanquita. Y dejá de llorar por los rincones que las chicas ya me contaron todo: lo de las paredes del odio y las celebraciones.

─¿Cómo nos vamos a rendir frente a esas almas deshabitadas, Juan?

─¿Cómo vamos a dejar que los fluidos del odio nos nublen la mirada?

Ayer me trajeron la foto de un altar en Berizzo… Las velas se parecen a las que cuando era chica no pude soplar y mientras me velan, me celebran ellos, los que siempre quise, los dueños de las veredas de tu historia y de la mía, la que no abandonaremos nunca, nunca, y eso sabe a juramento.

--¿Será este dolor en la espalda mi derrota, serán estas puntadas nuestro desamparo?

─No, Juan… No me lo permito y no te lo permito.

Cerremos los ojos un rato mientras amanece del todo. Son tantas las voces, los gestos, las manos; alguien contará nuestra historia una y mil veces. Desde los escenarios más radiantes hasta los más precarios y escondidos.

Cerremos los ojos que aún no hemos terminado; el final lo veremos a través de los ojos de los otros. No seremos ni vos ni yo los que coronaremos el último tramo de esta batalla estremecida.

Yo siempre supe que la siembra dorada del campo era de ellos, pero que alguna vez mi pelo abandonaría el color de la tierra para ser luz entre las treguas obligadas de los que siempre esperan.

Ya no hay tregua.

Necesito de las voces de los artistas para sellar mi epílogo; me abandono a sus cantos y a sus letras. A sus poesías y a sus manos. Ellos sabrán de mis bordes y de mi entraña.

Me entrego y en esta entrega disfruto que me reinventen, cuantas veces sea necesario, cuantas veces les haga falta.

Les regalo mi tiempo, mi cuerpo, mis vestidos, algo de mis ojos, mis últimas palabras.

Hagan de mí un cuento, una canción, una escena. Hagan de mí una película pequeña, casera, rodada entre el cielo de los que menos tienen. Hagan de mí una estampa.

Pinten las paredes, escriban mi nombre, desalienten las fronteras.

Imaginen mis dolores y mis alegrías, caminen con ellas; he sido muy feliz y he llorado mucho.

Apodérense de mi epílogo, hagan de él el preámbulo de todas las historias.

Alivien las ausencias, besen las llagas, abracen, recen, desnúdense en mi nombre.

Transiten, experimenten, jueguen por mí que ya no me queda tiempo.

Amen por mí, derriben las barreras.

Hay mucho que no he dicho y ustedes sabrán en qué lugar poner mi palabra. Mi palabra ya es de ustedes, hagan de ella un estallido, una pausa o un silencio. Hagan con ellas un tatuaje y una promesa: una promesa del color de este alba.

No se olviden de los otros, de los que hoy encienden sus velas, de sus altares, de sus íntimas y pequeñas victorias. Será con ellos que contarán mi historia, será con ellos que emanciparán mi epílogo. Será con ellos, aún en el desaliento, en el día después de todas derrotas, pero será con ellos. Y yo les aseguro que tendrá el sabor de la gloria, de todas las glorias.

─Juan, abrí un poco más la ventana que ya está saliendo el sol.

─Mirá qué poderoso sol de primavera nos regala un 26 de julio.

Eva

*Monólogo escrito a propósito del espectáculo teatral y performático callejero Cien Evitas llevado adelante por decenas de artistas rosarinxs de los más diversxs como celebración popular del centenario del nacimiento de Evita, el 7 de Mayo de 2019.

La dirección general de la obra la llevaron adelante Carla Saccani, Juan Carlos Capello y Armando Durá. Consistió en una caravana multitudinaria encabezada por 100 mujeres caracterizadas como Eva que recorrió distintas esquinas de la ciudad icónicas para el movimiento Nacional justicialista y concluyó con una obra multiescénica en el Teatro El Círculo donde el monólogo de la vicegobernadora Alejandra Rodenas fue el texto de cierre. Contó con la interpretación de la actriz y cantante Temis Parola.