En el Tribunal Oral en lo Federal Criminal 1 de Salta está previsto que hoy concluya un juicio oral contra el ciudadano boliviano Raúl Roberto Cardozo Subia, quien está acusado por tentativa de contrabando de estupefacientes con destino a la comercialización.
Cardozo es analfabeto, fue jornalero, y cuando fue detenido era "bagayero", un trabajador de frontera que cargaba bultos a cambio de un pago "a voluntad" del cliente del momento. El 1 de marzo de 2019 cerca del mediodía fue detenido en inmediaciones de la terminal de Aguas Blancas, cuando cargaba una lona de una ocasional cliente. En la lona había ropa y otros elementos, y 5 kilos de cocaína. Cardozo Subia argumentó que no conocía el contenido del bulto, que se lo había dado una tal Margot, que estaba junto a un hombre.
En el mismo inicio del debate oral se planteó una discusión sobre las condiciones mentales del acusado, porque la defensora oficial Clarisa Galán pidió que se incorporara un informe socio ambiental y un informe de una junta médica realizada por profesionales del Hospital Psiquiátrico Miguel Ragone. El fiscal Carlos Amad no se opuso, pero adelantó que la posición de la Fiscalía será que Cardozo Subia "tiene capacidad suficiente para estar en juicio", que sea analfabeto no implica que no comprenda los hechos, sostuvo.
La defensora explicó que no planteaba la inimputabilidad de Cardozo Subia, sino que considera que estos informes son importantes para que los jueces puedan evaluar la culpabilidad o no del acusado. Los jueces Federico Díaz, Marcelo Juárez Almaraz y la jueza Marta Liliana Snopek concedieron que se incorporaran estas pruebas.
En la última audiencia, el viernes pasado, la licenciada en psicología Mónica Jarruz, del cuerpo de peritos de la Defensoría General de la Nación, describió a Cardozo Subia como "un discapacitado intelectual" que no puede comprender el valor de sus actos "el valor de lo que pueda afectar los intereses de otra persona o el valor de lo que puede perjudicar a alguien”.
Jarruz relató que se entrevistó "unas 14 veces" con Cardozo Subia, cinco de forma presencial y las otras por teléfono, desde el 14 de mayo de este año, luego de que le informaran que "había una persona en el penal que tenía un certificado de un retraso mental leve”. Dijo que tras realizar unos tests con los que advirtió una "cierta situación que comprometía sus facultades cognitivas” hizo una consulta al cuerpo de peritos de la Defensoría General de la Nación. Su evaluación era que “su nivel intelectual era notablemente inferior”.
Por decisión del jefe de peritos, el psiquiatra Ezequiel Mercurio, se hizo una junta médica. Le hicieron otros tests y llegaron a la conclusión de que Cardozo Subia “tenía compromiso de sus facultades mentales y determinan un retraso mental moderado”. Jarruz describió que el nivel discursivo del hombre que está siendo juzgado "es algo subdesarrollado", que en los tests se reflejó que "el uso que hace (de su lenguaje) se asemeja a la repetición compulsiva” y que “toma las palabras de adultos de su entorno y no puede incorporarlas desde la forma del razonamiento como una comprensión acabada, valorativa" y del discernimiento. El 30 de junio se hizo una junta médica con profesionales del Hospital Ragone y llegaron a conclusiones similares.
Jarruz contó que cuando recibió la noticia de que había un detenido que tenía un retraso leve, fue a ver el certificado médico en el expediente y encontró "un error, y bastante complejo”, porque sostiene que el acusado tiene un "estado mental de deficiente”, y puso que padece un “retraso mental leve”. Eso, sostuvo la psicóloga, es “un grave error”, porque “la categoría deficiente me arroja a lo más básico que hay de retraso mental, entre grave y profundo”.
"Me imagino que de ahí viene una descoordinación de poder comprender que el señor Cardozo Subia tiene un retraso mental moderado, el cual es una categoría que es estructurada, es rígida y no es reversible”, aseguró. “Sus capacidades mentales están afectadas. Inclusive retraso mental nos habla de la afección que tiene a la atención, a la memoria, al razonamiento”. Es un “razonamiento fallido”, falla su proceso de asociación y relación. “El señor es un discapacitado intelectual”, concluyó. Dijo que si bien puede entender la realidad, puede saber que hay cosas buenas y cosas malas, pero este entendimiento también es “viciado, porque lo entiende en base a dios y tiene una cuestión ecolálica (de repetición como eco) con la religión que cuando termina una frase él dice por la palabra de dios y por la palabra de vida”.
“Su comprensión es algo que él no llega a alcanzarla. Sí conoce, sí entiende la realidad pero no la logra comprender desde un acto intencional de discernimiento de valor de poder entender el valor de sus actos el valor de lo que pueda afectar los intereses de otra persona o el valor de lo que puede perjudicar a alguien”.
Añadió que en la cárcel Cardozo Subia fue a clases antes de la pandemia, aprendió a escribir la primera letra de su nombre, pero ya la olvidó, porque “no logra el dominio de los números y no logra el dominio de las palabras tampoco”. La educación para él debe ser permanente, si se corta, se olvida todo, porque el retraso también le afecta la memoria, indicó.
Un vulnerable en la cárcel
Cardozo Subia es religioso, practica su fe en una iglesia evangélica, anda siempre con una Biblia a cuestas, aunque no puede leerla. Nació en Yunchará, una localidad rural del sur boliviano en el departamento (provincia) de Tarija. Su madre falleció cuando tenía 7 años de edad, y desde entonces se dedicó a tareas rurales, primero acompañando a su padre y luego por su cuenta. Según contó él mismo, fue jornalero en una finca en Argentina, fue zafrero en los cañaverales, fue albañil, y "changuero", cargando bultos en las chalanas que cruzan el río Bermejo desde la ciudad boliviana homónima a Aguas Blancas (Argentina), y viceversa.
Cuando fue detenido alquilaba dos piezas en Bermejo, donde vivía con su pareja y tres hijos, los tres menores de edad. Vivía al día, como lo hacen los trabajadores informales. El más chico es un sobrino político cuyo padre se ahogó en el río, pero Cardozo Subia lo mencionó como hijo.
En el debate el hombre insistió ante el presidente del Tribunal, Díaz, en que es inocente, “nunca yo trabajé con esa cosa que a mí juzgan, palabra de dios, en el nombre de dios, espíritu santo y de dios, yo juro, a mí me han engañado", y en que necesita regresar cuanto antes al trabajo para alimentar a sus hijos: “yo vivía alquilado, (tras la detención) mi mujer se fue con otro hombre, mis guaguas resultan viviendo al lado del río Tarija, al lado de una laguna, un lugar que yo no conozco, sin padre, abandonados de sus padres”. “Se lo juro, si usted me da la libertad nunca más me va a ver por acá”.
Jarruz sostuvo al declarar ante el Tribunal que en este tiempo de detención el nivel de ansiedad del acusado "ha ido creciendo y por momentos ha sido poco sostenible”, al punto que fue medicado para que pueda descansar, porque en horas de la noche hacía alabanzas religiosas, despertaba a sus compañeros y generaba malestar en el pabellón.
La psicóloga dijo que pidió a los médicos del Servicio Penitenciario Federal que fueran a verlo y lo medicaran, porque cuando ella le dice (por teléfono) que asista a una consulta continuada con la psicóloga del Complejo Federal Peniteciario, “él no lo comprende de forma acabada”. En el mismo sentido contó que cuando llamó al penal por primera vez pidiendo hablar con el acusado, otro detenido le dijo que no debería estar detenido porque “era una persona que no entendía” y le pidió si podía ayudarlo.
Jarruz describió a Cardozo Subia como pasivo, contó que otros detenidos le usan el dinero que gana haciendo tareas porque “es una persona que no sabe disponer para gastar”. Cardozo Subia lava la ropa de sus compañeros en el penal, ordena las celdas, a cambio de alimentación, de tarjetas de teléfono, “a cambio de algunas cosas que él considera su beneficio”. Vive una situación de “sumisión, de dependencia, de vulnerabilidad”, que “no es un estado satisfactorio para él, que lo va agobiando progresivamente”. “Inclusive le manejan los montos porque él no sabe cuánto va gastando” de esos fondos que tiene.
Según la psicóloga, el "bagayero" es manipulable, confía en personas de su entorno. “Él se siente menor y en inferioridad de condiciones frente al otro”, se vuelve alguien sumiso, siempre está al servicio al otro, “y eso lo hace vulnerable frente a las necesidades y frente a las intenciones de los otros”.