Detrás de una cortina de una vivienda del barrio La Patria puede aprenderse cualquier idioma. Sin libros, sin practicas online con modelos mexicanos por youtube. No es un aprendizaje que permita viajar en el futuro inmediato, es una iniciación consistente que entusiasma y posibilita tener diálogos cortos con quienes –en otra cortina- hayan aprendido la misma lengua. Busca reivindicar idiomas que el inglés a pulverizado, intenta abrir vínculos por afuera de la lógica dominante y también recibir en algún momento algún embajador para que tire un centro.

El Club de Les Vecines Poliglotes se junta los sábados a la tardecita para batirse a duelo en trabalenguas que se disputan según los grados de cortineos que hayan tenido los participantes. Hay cruces que duran segundos, otros un minuto. El éxito de la propuesta tentó a los almaceneros de otros barrios con la venta de cortinas ante una demanda que como era de esperarse, no incluía a los de La Patria. No es una cuestión de tela, es tan solo la inexplicable magia que habita ventanas y dormitorios en el sur de la ciudad de Firmat.

Sirven para que los mandados de la mañana tengan otros sonidos y desacomoden la rutina. Hermosos rezongos se escuchan en lengua kunama cuando aumentan los precios. Estrofas de canciones nigerocongolesas se suelen oír en las siestas de invierno, en los patios, cuando se tiende la ropa.

El ongota -un dialecto que estaba al borde de la desaparición- fue tomado por los vecinos de la calle Domingo Cera para saludarse todas las mañanas. 

El yoruba por los de la calle Zurita para llamar a las mascotas cuando se escapan. 

Y el amárico por los vecinos de la plaza de la hamaca para despistar cuando los curiosos conjeturan de más en voz alta.

Quienes lo han hecho parte de sus vidas cotidianas no alardean ante los parientes de otros barrios, no van a encontrar barriopatrienses por otros territorios del mundo pidiendo en lenguaje “sango” fiado como los centroafricanos, tampoco reclamando impacientes en sandawe en los semáforos de Libertad y Colón como si fueran los taxistas de Tanzania.

 

Solamente el locutor y periodista Sebastián Ayala maneja cinco lenguas y las utiliza fuera de los límites pactados. Una para cada día de la semana. Desde la ONG Voces entreveradas señalan que es un encanto escucharlo decir “buenos días mi gente” en meroítico, así como lo hacen los mejores animadores radiales mañaneros del Sudán.