El joven que repartía sus poemas por las mesas de los bares de Rosario, a comienzos de los años 80, nunca imaginó que se dedicaría al periodismo y a la narrativa. Ser poeta –estar a la intemperie—era como tener una marca en la frente: se sentía invencible en su debilidad. En Lengua sucia (Lumen), antología personal que incluye un libro inédito y una selección de poemas de toda su obra, Reynaldo Sietecase plantea que “escribir poesía es una experiencia mística, un acto de fe en la palabra”. La lengua del poeta, “lista para la esgrima”, es “insumisa”, “un manantial de blasfemias”. “Quiero ver quién se anima/ a lidiar con su afán/ A bañarse en el néctar/ de su oscura saliva”, se lee en el poema que da título al libro.
Sietecase (Rosario, 1961) escribe poesía desde los 16 años, “muy potenciado” por la muerte de su madre. “Yo soy poeta desde antes de imaginar que me iba a dedicar a la literatura y al periodismo; fue lo primero que hice”, recuerda el autor de las novelas Un crimen argentino (2002), A cuántos hay que matar (2010) y No pidas nada (2017) a Página/12. “En el prólogo, Jorge Boccanera dice que me inscribo en la tradición del ‘conversacionalismo’. Yo me siento identificado con los poetas que mezclan lo popular con la cita culta, con la ironía, con el humor, como César Fernández Moreno, Paco Urondo, Oliverio Girondo, el propio Boccanera, Mario Trejo, que fue mi maestro; y además tengo mucha influencia de los poetas brasileros, porque estuve viviendo un tiempo en Brasil en una época en mi vida en la que estaba construyendo una voz poética y la mía era amarga, bastante concentrada, politizada, y de pronto me encontré con poetas que usaban el humor y el ritmo”.
--¿Qué aprendiste de Mario Trejo?
--Mario era un personaje inclasificable, un enorme poeta; hay un libro para mí, que es casi una Biblia para los poetas latinoamericanos, El uso de la palabra, que Mario iba reescribiendo todo el tiempo. Me enseñó que ser poeta es más que escribir poesía; es una manera de vivir y de entenderse con la realidad. Esta lengua sucia de la poesía es una lengua en disenso, no solo contra el estado de cosas, que es injusto, sino contra un estado del lenguaje; hay una interpelación también a los discursos establecidos. Mario era un tipo insumiso, tenía una actitud de poeta insumiso que no pedía piedad, que generaba sus cosas en situaciones muy adversas. Me enseñó que una vez que descubrís que sos poeta, bancátela. Tuvimos una relación de casi treinta años de diálogo. Él me prologó Cierta curiosidad por las tetas en 1989, cuando a mí no me conocía nadie y era mi segundo librito de poesía. Yo vine a Buenos Aires con la fantasía de que la gente quería publicar poesía (risas). Yo era un delirante y me acuerdo que fui a varias editoriales y le llevé el manuscrito a Andrés Valle, el socio de Torres Agüero Editor, y él me decía: “no, no, no”, para que no se lo dejara. Pero yo se lo dejé y me fui. A las dos semanas, me llamó por teléfono y me dijo: “me gustaron esos poemas, me parece que los voy a publicar”... En ese ínterin conocí a Mario, lo fui a escuchar a una biblioteca, y cuando terminó me acerqué y le dije: “Mario, yo creí que usted estaba muerto”. Y Mario me dijo: “para la mayoría de mis compatriotas estoy muerto”. Ahí empezamos una relación con el viejo y yo le di ese librito (Cierta curiosidad por las tetas) y le conté que lo iban a publicar. Mario escribió una carilla muy hermosa que ayudó a que Valle terminara de decir: “Si Mario te escribió eso, lo vamos a publicar”. Ahí empezó esta aventura de pelear por la edición de los libros de poesía y defender los libros. Yo vendía mis libros en los bares. Yo le pongo más garra a los libros de poesía que a mis novelas; que las novelas se la banquen sola, que vayan por su camino, pero la poesía hay que militarla y defenderla.
--¿La poesía se lleva bien con “los tiempos sombríos”?
--Ah, mirá, estás citando a Bertolt Brecht: “En los tiempos sombríos, ¿se cantará también?”, se preguntaba. Y después dice: “También se cantará sobre los tiempos sombríos”. Esos versos de Brecht le caen a este tiempo tan jodido, tan inhóspito. Como está todo cerrado y yo iba a presentar este libro en la Feria, estoy haciendo “presentaciones de guerrilla” los martes a las doce de la noche y los domingos a la tardecita; hay entre 200 y 300 personas en vivo y después lo dejo en mi Instagram y tiene 3000 a 3500 reproducciones; la verdad es que Internet es muy amigable con la poesía. Dentro de las cosas malas y horribles que tiene la pandemia, que ha afectado a los libros (de hecho se está publicando muy poco), lo positivo de esto malo es que de pronto uno se tiene que empezar a ingeniar para ver qué hace ante esta situación. Sobre si la poesía se lleva bien con los tiempos sombríos, hay algo que planteo en el prólogo del libro: “En un tiempo hiperconectado por la web y saturado de información, la poesía mantiene su poderosa vigencia. Sigue iluminando el lenguaje y reinventando el sentido de las cosas. Sigue ofreciéndose como un eficaz antídoto contra la estupidez y el autoritarismo”. La poesía, como se llama mi programa de radio, sigue siendo para la inmensa minoría.