El film Un sueño en París, de Sergio "Cucho" Costantino, descubre cómo renace el tango en el mundo, desde la mítica tanguería “Trottoirs de Buenos Aires”, en el centro de París. El actor franco-argentino Jean Pierre Noher era, sin dudas, el nombre indicado para ser el protagonista de este documental. Y en la película busca saber por qué resuena el tango en su historia personal. Su búsqueda lo lleva a indagar en la relación del tango con Francia, en la presencia mítica de Carlos Gardel y en el descubrimiento de un sueño del mundo intelectual en el exilio en los '80: de la mano del prestigioso músico Edgardo Cantón, veintitrés amigos artistas, con el padrinazgo de Julio Cortázar, decidieron abrir esa tanguería, en la Rué Lomabarde 9, del Barrio Latino, en el corazón de París, sin saber qué pasaría después. El film se estrena este jueves en Cine.ar
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En su recorrido Buenos Aires-París-Buenos Aires, Noher va descubriendo la importancia que tuvo este lugar emblemático del 2x4 en Francia. Conoce algunas de sus íntimas historias y los personajes que llevaron su música en esos años ‘80 al Trottoirs: allí dejaron su impronta el Sexteto Mayor, el dúo Salgan-De Lío, Susana Rinaldi, Amelita Baltar, Roberto Goyeneche, Raúl Lavié, Rubén Juárez y Guillermo Galvé, entre muchos otros. Con el testimonio de varios de sus fundadores, músicos habitué y archivos, se arma el collage de esta historia, que concluye en que este bar fue, casi sin querer, el trampolín del tango al mundo.
"Cuando Sergio me llamó, me empecé a meter en esta historia que conocía muy poco. Sabía de la existencia de Trottoirs pero no tenía los detalles que empecé a tener a partir de la investigación que se había hecho", cuenta Noher en diálogo con Página/12. Y reconoce que, si bien es él el hilo conductor del documental, el que entrelaza las historias, lo realizado en Un sueño en París no se pareció a una actuación. "Me encantaba también la idea de poder estar en París trabajando, ya que es mi ciudad natal. Y, de alguna manera, sentí que era natural, que yo contenía esa relación entre Buenos Aires y París. Así que me sentí cómodo con la propuesta y fuimos para adelante", señala el actor.
-Fito Paéz canta en "Yo vengo a ofrecer mi corazón": Uniré las puntas de un mismo lazo. ¿Eso es lo que te pasó a vos con la película?
-En un punto, sí. Está muy bien la referencia a esa frase de Fito. Si bien llegué muy joven a la Argentina (tenía apenas 3 años), tenía toda una educación francesa acá y siempre tuve en mi casa una cosa que me llevaba constantemente a la cultura francesa. Mi madre quería que habláramos en francés en la mesa para no perder el idioma. Y yo todo lo contrario: quería argentinizarme. Tenía mis compañeros del colegio francés, pero también tenía mis compañeros del barrio. Jugaba al fútbol en la calle. La verdad es que yo me sentía medio raro en esa época porque en mi infancia y preadolescencia sentía que me manejaba como pez en el agua en todos lados. Pasaba de una fiesta de cumpleaños en la casa de un compañerito, hijo de un diplomático, a estar en el barrio con mis amigos, buscando baldíos para hacer canchitas de fútbol. Y en todos lados me sentía bien. Pero toda esa cosa un poco camaleónica la sentía como algo raro en ese momento. No sentía que tenía un color definido. Después, con los años, y al encontrar este oficio, fue algo a favor. Esa universalidad que hoy yo contengo me es muy cómoda.
-¿Te sentís más argentino que francés o no sos de hacer esa diferencia?
-Sí, me siento completamente argentino, aunque tengo muchísima relación con Francia en cuanto a su cultura y su música. En mi casa se escuchaba mucha música francesa, todos los chansonniers de los años 70, como Yves Montand, Johnny Hallyday, Léo Ferré, entre otros. Todo eso se escuchaba mucho en mi casa y es parte de la musicalidad de mi adolescencia y tiene un valor. Pero hoy por hoy, y desde hace tiempo, me siento completamente argentino. De hecho, me naturalicé hace unos cinco o seis años, porque en una época no se podía. No podías tener doble nacionalidad, tenías que optar por una de ellas. Eso cambió e inmediatamente decidí naturalizarme y tengo la doble nacionalidad. Pero mi sentimiento es completamente argentino. Eso uno lo ve en el fútbol. Si mañana juegan Argentina y Francia, hincho por Argentina.
-¿Cómo te sentiste en el rol de entrevistador en Un sueño en París?
-No me sentí como un entrevistador. Iba sin prejuicios, con alguna información por supuesto, pero iba sin preconceptos a los encuentros. No eran entrevistas sino que iba a charlar, a encontrarme con estas figuras a las que admiré siempre. La verdad es que me sentí cómodo en todo momento. Por otro lado, Sergio es alguien que propone esa posibilidad y cuando sabés que podés hablar y hablar, porque después te va a editar, después el problema lo tiene él. Y en eso es muy capo porque debe haber tenido diez horas de grabación y la película dura una hora y media. Entonces, no tuve ninguna sensación de incomodidad sino al contrario, la de un admirador ávido y curioso que iba a encontrarse con estas figuras.
-¿Qué significa el tango en tu vida?
-Me acuerdo que mi primer acercamiento al tango fue en mi adolescencia al haber comprado Libertango. Mis primeros long plays fueron de Astor Piazzolla. Iba al auditorio Kraft a ver a Rodolfo Mederos. A partir de ahí, empecé a encontrarme con el tango, y mucho después descubrí el placer de escuchar una radio AM de tango y a bandas como la de Pugliese, Salgán, Goyeneche, Rubén Juárez, a quien además tuve la suerte de conocerlo. Y de enamorarme de los cantores de tango. Hoy por hoy, no es raro escuchar esté donde esté. Muchas veces trabajo en Río de Janeiro y me encanta levantarme a la mañana y ya con los primeros mates ponerme unos tanguitos. Es algo que me hace muy bien y me acerca a un sentimiento personal y patriótico. Esa es mi relación. Hoy soy también admirador de La Chicana, Dolores Solá, escucho a Rita Cortese cantar "Naranjo en flor" o "Uno". Hay muchos artistas de tango que admiro, como Juan Vattuone.
-¿Creés que el tango habla de cosas universales?
-Sin duda. Hay una relación entre el chansonnier de los años 70 y el cantante de tango, y entre París y Buenos Aires: la melancolía. O sea, la urbanidad melancólica, a la que podés sufrirla o disfrutarla. Depende de cada uno. Yo la disfruto enormemente. Sin duda, muchísimas letras de tango son tan universales que contienen cualquier lugar del mundo. Hay muchas relaciones entre París y Buenos Aires, pero hay una que, sin ser un erudito, lo noto: hay algo que se relaciona entre el bandoneón del tango y el acordeón francés. Son los instrumentos que más identifican a cada ciudad y a cada país. Hay alguna relación entre esos instrumentos.
-¿Y Cortázar? ¿Lo leíste mucho?
-Lo normal. Seguramente menos de lo que debería. Fue muy impresionante encontrarme también con la habitación de Cortázar en la Casa Argentina en París, porque son todas cosas que desconocía. El vivió ahí muchos años. Ahí escribió Rayuela y su habitación está intacta. Uno mira por esa ventana al patio, una especie de plaza interior que hay ahí, y se lo imagina a él, con esa enormidad, porque era altísimo. Era como un gigante. Y esa habitación tan pequeña... y la cama. Yo pensaba: “¿Cómo haría para dormir en esa cama?”. No sé si tenía un metro ochenta. Después pensé: "Capaz que los pies los tenía para afuera, vaya uno a saber. O dormía acurrucado". Eso en la pieza. Y abajo, en la Casa Argentina han preservado manuscritos de él, dibujos. Todo eso lo visitamos.
-Francia no es el único país con el que te vinculás, también Brasil. Hace dos décadas que trabajás en telenovelas de la Red Globo. ¿El género paraliza el país como antes?
-Sí, pero no sólo trabajé en telenovelas. Hago series y he trabajado para todas las plataformas brasileras. Es cierto que la novela sigue siendo la número uno y la que sostiene la ficción en Brasil. Se ven enormemente, sobre todo la que llaman la "Novela das oito", que en realidad se da a las 9, después del noticiero de las 8, pero la siguen llamado así. Y cuando la novela es buena es impresionante lo que sucede. Te lleva a una especie de popularidad efímera muy particular porque, en general, lo que sucede es que te llaman por el nombre del personaje. Incluso, a las actrices y a los actores más reconocidos mientras están en la novela, los llaman como al personaje. También sucede que llega a toda la familia. El hombre es muy de ver ficción, novelas también. Es muy impresionante ir con los taxistas y los remiseros que te pasan a buscar y te ven en la novela. Yo hice varias de las 8, pero también hice novelas de las 6 de la tarde que, en general, también son muy vistas. Ahí hay cinco novelas por día, en diferentes horarios. Y ahora, en este contexto, están repitiendo las novelas y tienen casi más o igual suceso que cuando se dieron. Es muy loco eso.
-¿Te sirvió el portugués para interpretar a José Hawilla (ya fallecido) en la serie El presidente, inspirada en el escándalo de la FIFA por los casos de corrupción?
-Sí, porque además el idioma de la Conmebol es el portuñol. Es la primera vez que me dan un personaje brasilero porque en todos los trabajos que hago en Brasil, siempre hago de gringo, como dicen ellos, como extranjero. Nunca me van a dar un papel de paulista, carioca o bahiano. Y en las novelas siempre hay extranjeros porque en Brasil es parte de la vida cotidiana, hay mucho turismo y muchos extranjeros. Es algo muy normal. Tengo esa suerte de tener ese plus de poder personificar personajes extranjeros. Y en la serie El presidente, de Armando Bó (a quien admiro, y me encantó hacerla), es increíble porque en el elenco ninguno hace un personaje de su propia nacionalidad. Todos fuimos variando nuestra nacionalidad y la verdad es que funciona muy bien porque el idioma de la Conmebol, repito, es el portuñol.
-¿Cómo será tu versión de Guillermo Coppola en la serie sobre Maradona, producida por Amazon?
-Eso lo va a tener que decir la gente. Yo no puedo decir nada. Lo único que apenas puedo decir que es me sentí halagado de poder hacerlo. Jamás lo hubiese imaginado. En 2000 hice de Borges y si hay algo me divierte de este laburo es esa cosa camaleónica de poder entrar en otras vidas. Y a los actores no nos gusta imitar. Además, hay miles de imitadores de Coppola, por ejemplo. Y muy buenos. Nosotros tratamos de recrear, sin traicionar el imaginario de la gente. Ojalá lo haya logrado. Tuve muchísimo apoyo de parte de la producción, en cuanto al peinado, al maquillaje. Después, fue acercarme a él. Hoy por hoy, Guillermo está mucho más mediático que cuando lo grabamos. Hoy tiene Instagram, está en radio… Está todo el tiempo y eso lo va a hacer más complicado para la credibilidad, pero yo vi en el contexto grandes personificaciones, como la que hace Darío Grandinetti de Menotti; o la que hace Marcelo Mazzarello de Bilardo. Lo mismo Julieta Cardinali haciendo de Claudia Villafañe. Y los tres Maradona, que son impresionantes. Yo le tengo fe, pero sin duda va a ser polémica.
-¿Cómo tomaste estos trabajos siendo tan futbolero? ¿Resuenan de otra manera?
-Totalmente. Así como en Un sueño en París, uno diría: "No había tantos actores que podían hacerlo, que tengan esa cosa franco-argentina", bueno, la verdad es que yo soy híper futbolero. Por suerte, volvieron ahora el fútbol italiano y el alemán porque ya estaba medio cansado de ver ficción (risas). Soy actor pero me gusta ver fútbol. Entonces, estas dos series que mezclan el fútbol desde un punto de vista ficcional me gustan porque yo sé mucho de todo eso. Incluso, mi papá fue vicepresidente de River en los '70. Conozco las bambalinas de los dirigentes del fútbol. Es algo que, de verdad, me parecía conocido. Así que, de alguna manera, eso sirvió.
-Y por tu viejo nació tu pasión por River…
-Sí, cuando vinimos de Francia mi viejo dijo: "Me voy a hacer hincha del club que salga campeón este año". Salió River. Empezamos a ir a ver a River a la popular, poniéndonos el diario debajo del culo para no resfriarnos. River nunca salía campeón, siempre subcampeón. Iban mejorando las cosas y bajamos a la platea. Tuve que esperar dieciocho años para verlo campeón y cuando River salió campeón mi viejo era vicepresidente del club. Una cosa que da para otro documental...