Sobre las elecciones de medio término hay, a esta altura del año, muchísimas dudas y solamente tres certezas. Que el partido más importante se juega, una vez más, en la provincia de Buenos Aires. Que el resultado en ese distrito definirá el futuro político de las figuras más poderosas del país. Y que todos tienen mucho más para perder que para ganar, pero no pueden rehuir a la cita. No solamente está en juego la pole position para el 2019. Algunos necesitan un buen resultado para seguir en carrera. No va a ser, se desprende, una campaña de bajo perfil: las internas de agosto van a definir algo más que los lugares en las listas; la general, en octubre, mucho más que la próxima configuración parlamentaria. Traigan pochoclo: como si eso fuera poco, las boletas estarán cargadas de nombres ilustres: desde Cristina Fernández de Kirchner hasta Elisa Carrió, pasando por Sergio Massa, Margarita Stolbizer, Daniel Scioli, Florencio Randazzo, Felipe Solá, Verónica Magario, Marcos Peña, Graciela Camaño, Ricardo Alfonsín, Fernando Espinoza y Nicolás del Caño, todos ellos están decidiendo en estas semanas si pondrán su nombre en el reparto de la campaña legislativa más taquillera de la historia reciente.
Once semanas y media
Lo que pasa cuando hay tantas figuras trenzadas en un ajedrez político como el que se desarrolla es que todos esperan a que sea otro el que haga el primer movimiento. Todos saben el pronóstico que cae sobre el primero que asoma la cabeza. Faltan ochenta días para el cierre de alianzas, cuando se podrá ver cómo queda configurado el mapa político en la provincia, y luego quedan diez días más para afinar el lápiz antes de que cierren las listas. Hasta entonces, o pocos días antes, se jugará en el terreno de las especulaciones. Sobre esa topografía transcurre este análisis.
En el peronismo todos concuerdan en la importancia de la unidad para vencer a Cambiemos y recuperar la estima en su distrito más caro. Ahí termina el núcleo de coincidencias, y hay tantas estrategias posibles para lograrlo como militantes hay en la provincia. Ninguna se va a cristalizar hasta que se sepa qué va a hacer CFK. La ex presidenta está evaluando competir por una banca en el Senado, pero, principalmente, para ratificar su preminencia en esta suerte de estado de naturaleza en el que se ve sumergido el campo popular desde la derrota de 2015.
Además de La Cámpora, Nuevo Encuentro y las organizaciones que responden directamente a Fernández de Kirchner, su candidatura está impulsada por un sector del PJ que ve en su popularidad en el conurbano la llave de la victoria. Articulado alrededor de La Matanza y las figuras del titular del justicialismo, Fernando Espinoza, y la intendenta del partido más populoso del país, Verónica Magario, este grupo busca unificar a todo el PJ detrás de la figura de la ex presidenta.
Muchos intendentes, encuestas en mano, se están arrimando a este armado. Lo cierto es que los jefes comunales también necesitan cerrar con CFK para garantizar el control de sus concejos deliberantes y la paz en sus terruños. Existe un pero: que el cierre de listas sea un poco más participativo que hasta 2015. “Que se negocie y cada uno se lleve lo que le corresponde. Pero las cosas cambiaron. Hay muchas lapiceras y ya no se deciden las boletas en un cuarto cerrado”, advierte uno.
Un Evita y dos Adanes
En la escena cumbre, CFK marcha al altar con el PJ y cuando el cura dice que si alguien se opone al matrimonio tiene que hablar en ese momento o callar para siempre, se abren las puertas de la iglesia y se escucha un grito. Lo que asoma, cuando la cámara pone en cuadro al objetor, es el Movimiento Evita. El espacio encabezado por Emilio Pérsico viene trabajando desde el día cero del gobierno de Macri en construir una alternativa para el futuro del peronismo que no pase por la estructura política que condujo entre 2011 y 2015.
“El kirchnerismo tiene que ser parte de un frente más amplio, que nos permita volver a ser una mayoría, algo que se perdió en los últimos años”, explican sus referentes. Hasta ahí, nada muy distinto. El punto es que desde ese espacio sostienen que una candidatura de Fernández de Kirchner es incompatible con la amplitud buscada. “¿Cómo vamos a pedirles a los que se fueron que vuelvan si en la boleta siguen estando siempre los mismos?”, se preguntan. Por eso, esperan que la ex mandataria “dé un paso al costado” y se ubique “por encima de las internas” para “facilitar la unidad”.
En esa cruzada, el Evita cuenta con dos adanes: el ex ministro del Interior Florencio Randazzo y el Grupo Esmeralda, que reúne a una serie de intendentes críticos de la conducción bonaerense de Espinoza. Randazzo ventila hace algunas semanas su voluntad de competir contra Cristina, como queriendo demostrar un punto que no le cerró hace un año y medio. Cree que en una interna abierta contra la ex mandataria puede quedarse con buena parte del voto massista y dar el batacazo. En el Evita preferirían evitar una colisión directa con CFK.
Los Esmeralda, en tanto, se prestan como interlocutores pero se cuidan mucho de no cerrar nada todavía. Piensan que si las encuestas, a medida que avance el año, se mantienen como hasta ahora, no va a tener sentido oponerse a la ex presidenta y en todo caso tendrán que negociar buenos lugares en las listas. Además, no están del todo seguros de descansar en las espaldas del ex ministro. “Por ahora Randazzo manda a decir que va a jugar pero en concreto no hubo nada”, se quejan. En las próximas semanas habrá más definiciones.
A la caza del octubre
Mientras el peronismo piensa en las primarias de agosto, en Cambiemos y en el Frente Renovador están más preocupados por lo que pase en las elecciones generales. La coalición oficialista necesita un triunfo “aunque sea por un voto” en la provincia de Buenos Aires para alejar fantasmas y cimentar futuras mayorías en el Congreso. El espacio construido alrededor del silencioso Sergio Massa, por otra parte, se juega un pleno: ya no le alcanza con sorprender con un tercer lugar robusto como hace un año y medio. Si no repite su performance de 2013 y gana o queda cerca de ganar la provincia, se diluirán sus aspiraciones presidenciales una vez más.
Mauricio Macri tiene un dolor de cabeza bonaerense: le faltan candidatos. Hace dos años apostó por una casi desconocida María Eugenia Vidal y, en medio de circunstancias excepcionales, ganó. La excepcionalidad, por definición, no se repite. Otro camino hacia la victoria electoral deberán procurar los armadores del oficialismo Emilio Monzó y Rogelio Frigerio junto al consejero plenipotenciario Jaime Durán Barba. Descartado el primo Jorge Macri por la baja popularidad de su apellido en el conurbano, las opciones se cuentan con los dedos de una mano.
Elisa Carrió sería una buena carta, pero hay un problema importante: no quiere. La respuesta de la diputada no es definitiva pero es bastante firme. Para ablandarla, Macri deberá conceder en otro punto sensible, la interna porteña, pero eso es materia de otra nota. El Plan B, Esteban Bullrich, naufraga en las encrespadas aguas del conflicto docente. El neurocientista estrella Facundo Manes no despega en las encuestas ni funciona en los focus groups. En los últimos días tomó fuerza la alternativa de largar a la cancha al jefe de Gabinete, Marcos Peña. La semana pasada en el Congreso el funcionario mostró un tono proselitista que no se le conocía.
El tercer hombre
Massa llega a esta instancia como un antihéroe, todas las de perder, pero no sería la primera vez que un giro inesperado de guión deje el final feliz en manos de los protagonistas menos esperados. Al menos eso sucede en algunas películas. Con la avenida del medio cada vez más angosta ante una sociedad polarizada, y metido en una sociedad con Margarita Stolbizer que tira de la frazada dejando al descubierto el sector peronista de su Frente Renovador, el tigrense corre el riesgo de que se diluya este año lo que construyó en los últimos cuatro y de quedarse sin nafta de cara al 2019. La posibilidad de una interna competitiva en el peronismo aparece en su horizonte como nubes de tormenta.
Más allá de los problemas externos, el primer dilema que debe definir el tigrense es si va a jugar él, ya que este año vence su banca de diputado. Si decide ser candidato, una renovación en la Cámara baja parece poco para alguien con expectativas presidenciales, pero una apuesta en la boleta de senadores es una apuesta a todo o nada en la que el tercero se queda con las manos vacías. Stolbizer, Malena Galmarini y Felipe Solá, si finalmente decide no cruzar la General Paz para meterse en la interna del peronismo porteño, son algunos de los nombres que podrían verse cuando termine su película y en la pantalla se proyecten los créditos mientras se encienden las luces de la sala.