Después de mentir tanto y del escándalo moral que significa que el Presidente de esta degradada república –y sus parientes, ministros corruptos y jueces full-service– le hagan pagar la crisis que ellos provocan a los más pobres, los sin trabajo y los desahuciados que son la mitad de la población, este marzo de masivas movilizaciones populares parece indicar el resurgimiento de los de abajo.
Como si empezara a despertar, este pueblo que estaba deprimido y desconcertado ahora parece levantar la cabeza y recuperar memoria y energía. Posiblemente sea el rédito mejor de las marchas del 6, el 7, el 8 y el 24. Enhorabuena.
Pero no por eso hay que cantar victoria. Porque si bien son datos de una realidad incandescente, no conmueven ni ahí a la pequeña oligarquía gobernante, soberbia y mentirosa, y ahora encima armada hasta los dientes.
El renacer de la resistencia popular –de maestros, desempleados, sin techo, jóvenes y estafados en general– es esperanzador porque se produce por encima y a pesar de dirigencias políticas que no conducen este proceso. Es interesante que ahora vuelve a moverse el piso popular con renovados brío y autonomía. Como si nuevamente se convenciera, nuestro pueblo, de que su movilización es la antesala de sus mejores logros. Esos que llevan a votar en favor de los verdaderos y profundos intereses de esta nación. Y que por eso habrá que mantener alerta, desde ahora mismo, ante las previsibles dos trampas que todavía nos esperan: el voto electrónico (maniobra que van a reintentar) y el voto no obligatorio (que cocinan en las sombras).
En este contexto, y envalentonados los pregoneros de la llamada “teoría de los dos demonios”, conviene subrayar la necedad de los que desesperan por rebajar un número simbólico; de los dinosaurios macristas que añoran la dictadura; de los que reclaman “reconciliación” sin arrepentimiento, e incluso del patético secretario Avruj que anuncia la “revisión” del 24 de marzo en la currícula escolar, como diciendo él lo que no se atreve el ministro Bullrich, que de educación no sabe un corno y que junto con la gobernadora a la que ahora le hacen mostrar las lindas piernas para distraer al auditorio, fomentan carneros en lugar de llamar a paritarias. Lo que no es más que el inicio de la tenebrosa instalación de un sistema educativo privatizado y arancelado que condenará a los hijos de tres cuartos del país a “caer” en una educación pública de cuarta.
El sistema macrista, insólitamente apoyado por una dirigencia radical genuflexa y sin vergüenza, es el mismo de la dictadura. Basta ver la tapa del diario Clarín del 3 de abril de 1976 (sólo diez días después del golpe) que ilustra esta nota y demuestra la exacta identidad del videlato y de estos tipos. Por eso y piano-piano ya hay más de 50 represores beneficiados y en algún mentidero se da por hecho que el nonagenario genocida Luciano B. Menéndez, con casi 400 años de condena a prisión perpetua, en cualquier momento gozará de prisión domiciliaria en su casa de la porteña calle Arcos, e incluso podría obtener la libertad condicional.
Los dos demonios están asomando por boca de ex periodistas que sacan la cabeza del tacho de basura de la Historia. Acaso una de las explicaciones racionales a este contrasentido democrático lo da la organización Memoria Abierta, basada en una investigación del colectivo de periodistas Sin Fin, que determinó que de las 4449 leyes vigentes en la Argentina, 417 fueron sancionadas por la dictadura entre 1976 y 1983. Una de cada diez, y entre ellas las peores, siguen regulando la vida argentina, la mayoría sancionadas durante el último año mientras preparaban su salida del poder. Lo impactante es que o ninguno de los presidentes de estos 34 años lo advirtió, o ninguno se atrevió a derogarlas, lo que hubiese sido posible por decreto ya que esas leyes no las sancionó el Congreso sino una comisión legislativa militar llamada CAL.
En la marcha del 24 muchos jóvenes cantaban: “Vamos a volver / Vamos a volver”. Impresionaba ese entusiasmo juvenil tan típicamente argentino, y además, peronista. Pero muchos nos preguntábamos ahí mismo, marchando bajo las pancartas de El Manifiesto Argentino, si no estarían estos jóvenes compañeros frente a un espejismo. Porque como ya se ha escrito aquí, si “vamos a volver” cabe preguntarse adónde, y a qué, y con quiénes, con qué dirigencias. Porque lo hecho entre 2003 y 2015 ya sabemos que fue bueno socialmente y que millones de argentinos y argentinas acompañamos ese rumbo nacional y popular, industrialista y de soberanía e inclusión. Pero nadie se baña dos veces en un mismo río.
Sería bueno entonces reflexionar ese futuro, todavía hipotético retorno. Incluso para no sonar amenazantes al cuete, y en todo caso empezar a ser conscientes de que si este gobierno cayera –es un decir, si cae– no será ni debe ser por acciones destituyentes, ni mucho menos por impulsos de dirigencias dizque opositoras que a estos tipos no les mueven un pelo. Ahí está el paro del 6 de abril que la CGT no tuvo más remedio que anunciar, pero que será un paro para tomar mate en casa, no sea que se les enoje el Gobierno.
Por grande que sea el listado de torpezas y cretinadas macristas, el pueblo no debe auspiciar golpe alguno. Y en cambio sí estar alerta ante posibles autogolpes, como se fantasea en algunos mentideros. Delirios fujimoristas rondan ya algunas cabezas, mientras otras se calientan imaginando la renuncia del dueto presidencial y mirando de ahí para abajo.
Y ojo que también habrá que ser muy conscientes, desde ahora mismo, de que el día de la victoria –que sin dudas llegará– de ninguna manera deberá ser día de venganzas ni revanchas. Al contrario –la grandeza de nuestro lado– habrá que contenerlos, darles garantías y practicar la honorable docencia de integrarlos para acabar así con la maldita “grieta” que ellos crearon y profundizan todos los días irresponsablemente.