De Público, especial para Página/12
Cada cuatro días, un periodista es detenido en Estados Unidos. Hasta el viernes pasado (es decir, en los primeros 205 días del año), un total 50 profesionales de los medios (reporteros, fotógrafos, cámaras de televisión) habían sido arrestados por la policía. Es una cifra que no tiene precedentes en la historia reciente del país y se debe, fundamentalmente, al incremento de la tensión policial tras las protestas antirracistas y contra la brutalidad policial que se desataron tras la muerte en Mineápolis de George Floyd, el 25 de mayo. Todo esto bajo el mandato de un presidente, Donald Trump, cuyos ataques a la prensa y los medios de comunicación son recurrentes.
Ésas son las cifras que revela el US Press Freedom Tracker, el programa de rastreo de las agresiones a la prensa gestionado por la Fundación de la Libertad de Prensa en colaboración con el Comité para Proteger a los Periodistas y más de doce organizaciones vinculadas al periodismo y la libertad de expresión.
Las 50 detenciones contabilizadas en los primeros casi siete meses de 2020 contrastan con las nueve de todo el año pasado, las 11 de 2018 y las 38 de 2017. Con todo, en estos tres años y medio, la policía estadounidense ha detenido a 108 periodistas, una media de un periodista cada 12 días.
US Press Freedom Tracker lleva contabilizados este año 176 incidentes contra la prensa, 132 de ellos relacionados con las llamadas protestas del Black Lives Matter, unas manifestaciones que están siendo fundamentalmente pacíficas. "Junto a esas 176, estamos trabajando para verificar al menos otros 200 incidentes más; llegan casos nuevos todos los días", asegura a Público una portavoz del programa de seguimiento de las agresiones a la prensa.
"Es muy probable", prosigue, "que cuando hayamos concluido todo el recuento al final de este año se duplicarán o incluso triplicarán las cifras de las agresiones contra la prensa del año pasado". En 2019, se contabilizaron 150; en 2018, un total de 134; y 147 casos en 2017. "Los datos de este año suponen, sin ninguna duda, una cifra sin precedentes de agresiones contra la prensa en los Estados Unidos", añade.
Dentro de los ataques a la prensa de los últimos años, destacan el asesinato de cuatro reporteros y trabajadores del Capital Gazette de Anápolis, Maryland, y el del periodista musical Zack Stoner en Chicago, sucedidos en 2018.
Hasta el 22 de julio, el US Press Freedom Tracker había recibido al menos 546 denuncias de episodios de agresiones contra la prensa sólo vinculados con la cobertura de las protestas del Black Lives Matter. El ataque a un solo periodista puede representar varios casos de agresiones, que se contabilizan por separado. Entre esos 546 ataques hay 125 de tipo físico (77 ejercidos por la policía), 124 con balas de goma, 74 casos de periodistas atacados con gases lacrimógenos, 71 equipos dañados o ataques a la redacción de un medio, 34 episodios de agresiones con gas pimienta.
Aún hay al menos 15 periodistas que tienen cargos criminales, con los que fueron acusados tras su detención. El último caso documentado por el US Press Freedom Tracker fue el del fotógrafo del Texas Observer Alan Pogue, que fue detenido el 20 de junio en Tulsa, Oklahoma, mientras cubría unas detenciones policiales a las afueras del recinto donde el presidente Donald Trump daría ese día un mitin de campaña. Pogue, de 74 años y reputado fotógrafo, es propietario del Centro de Texas para la Fotografía Documental y fue médico militar en la Guerra del Vietnam.
Pogue había pasado ya el control de seguridad en torno al recinto cuando escuchó a alguien gritar, por lo que supo que algo sucedía fuera. "Tomé la bolsa con la cámara y corrí hacia allá. Cuando llegué la policía de Tulsa había detenido ya a tres personas y se las llevaban hacia una furgoneta. Los seguí y los fotografié". Cuando los agentes metieron a los detenidos, le preguntaron a Pogue quién era él. Fue detenido y en el parte policial se lo acusa de seguir a la policía hasta una zona de acceso restringido dentro del mitin de Trump, de oponerse a abandonarla tras ser alertado y de no haber sido capaz de demostrar que era periodista.
El fotógraf, en cambio, afirma que un policía lo alertó de que se tenía que alejar, cosa que hizo hasta que el agente quedó satisfecho. "Nadie más me dijo nada y no había ninguna indicación que señalara que yo no podía estar allí", afirma el fotógrafo, que asegura que cuando los policías le preguntaron quién era, les mostró la acreditación de prensa.
Aunque las agresiones a los periodistas se han disparado con las protestas desatadas tras el asesinato policial de George Floyd el 25 de mayo, dichos episodios se han extendido por todo el país y no siempre se dan, como sucede con el caso de Pogue, en medio de esas protestas, y ni siquiera son casi exclusivas de las ciudades que han sido los puntos calientes de las manifestaciones del Black Lives Matter.
Según la portavoz del US Press Freedom Tracker, la ciudad donde se han contabilizado más incidentes es la ciudad donde murió George Floyd, Mineápolis, a la que le siguen Portland (el punto caliente ahora de las protestas, sobre todo desde que Trump decidió enviar fuerzas federales para incrementar la tensión), Nueva York y la capital del país, Washington (ciudad que alcanzó también unos niveles elevadísimos de tensión cuando Trump decidió desplegar el ejército contra las protestas). Sin embargo, la mencionada portavoz destaca que están contabilizando episodios de ataques contra la prensa en al menos 72 ciudades pertenecientes a 35 estados.
"Los datos recabados hasta ahora son terribles. El programa ha recibido datos de más de 200 asaltos y al menos dos fotógrafos con severas lesiones de ojo", afirma en un comunicado el director ejecutivo del Comité para Proteger a los Periodistas, Joel Simon. "Estamos viviendo un tiempo en el que los derechos de los periodistas están sufriendo ataques sin precedentes así que es más importante que nunca la lucha por una prensa libre y el acceso completo a la información sobre dichas violaciones. La rendición de cuentas depende de eso", añade, por su parte, el director ejecutivo de la Fundación de la Libertad de Prensa, Trevor Timm, en el mismo comunicado.
Ambos colectivos, junto a otras 70 organizaciones relacionadas con el periodismo y la libertad de expresión, enviaron al presidente Donald Trump una carta el pasado 10 de junio en la que expresaban una "profunda consternación ante la reciente violencia perpetrada contra los periodistas en Estados Unidos".