El film El encanto, de Ezequiel Tronconi y Juan Sasiaín, tiene, en realidad, más de desencanto. No por la película en sí sino por la relación entre Bruno (Ezequiel Tronconi, también coprotagonista) y Juliana (Mónica Antonópulos), que están en pareja hace muchos años. Parecen felices y se entienden casi de memoria. Ella quiere ser madre. El no sabe si es el momento. Tiene miedo a perder la libertad de la vida que lleva. Un amigo le dice que los hijos “te erosionan”; sin embargo, su padre (interpretado por Boy Olmi) le aclara que los hijos “te ensanchan”. Envuelto en sus miedos e inseguridades, comienza a tomar una serie de malas decisiones que lo llevarán a poner en riesgo el futuro de la relación. Este drama romántico se estrena este jueves en Cine.ar TV a las 20, y repetirá el sábado 1 de agosto a la misma hora. El film también podrá verse a partir del viernes 31 y hasta el jueves 6 de agosto de forma gratuita en la plataforma Cine.ar.
Para aceptar el protagónico, Mónica Antonópulos confiesa que convergieron "varias cosas". Lo conoce a Tronconi desde sus 15 años. "Es una persona que quiero y es muy cercana", cuenta la actriz. "Cuando me llegó el proyecto me gustó el guión. Me pareció interesante interpretar ese conflicto porque, yo, habiendo sido madre, en ese momento podía imprimirle también mi mirada y mi experiencia. Cuando me presentó a Juan Sasiaín, el codirector, me interesó también la forma en que querían encarar el proyecto, a través de ensayos y juegos lúdicos". Antonópulos reconoce que "era más una creación colectiva que algo que venía a imponer".
Antonópulos se formó con Raúl Serrano y Helena Tritek. Sus trabajos en televisión comenzaron en 2004-2005 con Ojo cítrico, de Gastón Portal (2006); Sin código en Polka (2006); Se dice amor, de Quique Estevanez, hasta su rol protagónico en Vidas robadas (2007), novela ganadora del Martín Fierro de Oro. En 2011 ganó un Martín Fierro Revelación por su trabajo en El elegido, por Telefé. Además, participó en 2015 en La Leona, por Telefé, actuación por la que obtuvo una nominación a Mejor Actriz de Reparto en los premios Martín Fierro 2017. Sus trabajos en cine fueron en Cuestión de principios, de Rodrigo Grande; Muerte en Buenos Aires, de Natalia Meta, que le valió el Premio Cóndor en el rubro Actriz Revelación; Arrebato, de Sandra Gugliotta, y Desearás, de Diego Kaplan. En teatro trabajó en Macbeth (2012), en el Teatro San Martín, dirigida por Javier Daulte, y en Late el corazón de un perro, de Franco Verdoia, entre otros.
-La película se pregunta si hay un momento ideal para ser padres. ¿Vos qué pensás?
-Creo que no hay un momento ideal. Punto (risas). Lo que tiene que caer es el idealismo, en todo. Es generador de frustraciones.
-Hay una frase de Marshall Berman que dice “Todo lo sólido se desvanece en el aire”. Hablaba de otro tema pero aplica para el amor. ¿Es un poco lo que pasa a veces con las relaciones que parecen muy firmes?
-Sí, me parece que son también oleajes para justamente fortalecer las relaciones. Esas cosas que vienen a movilizar y a mover un poco desde raíz te pueden encontrar también más maduro y te van haciendo entrar en etapas. Por eso digo que hay que reventar el idealismo porque, en realidad, es un pedo en el aire. No es nada.
-¿Un poco la película deja entrever cómo se puede reconstruir una pareja tras una frustración?
-Sí. Hay algo en esa pareja que pareciera que se polariza. Ante el deseo de ella, el otro sale corriendo. Capaz que es una dinámica de esa pareja. Uno se acerca, el otro se aleja.
-¿Cómo viviste el tránsito de una profesión, la de modelo, a otra, como la de actriz?
-En su momento, el modelaje, o lo comercial (ni siquiera modelaba sino que era más de publicidad) fue un puente hacia esta profesión. Sabía que iba a ser un peldaño más.
-¿Cómo notaste en el medio el culto a la imagen? En el sentido de que, a veces, prevalece sobre la esencia...
-Después de la llegada de mi primer hijo, con los años, la madurez y el despertar de una conciencia individual y también colectiva, empecé a hacer un uso responsable por pequeño o mediano alcance que tenga. A veces, esto implica ser consecuente con lo que pienso y con lo que comunico, pero también ser coherente con lo que muestro. Intento no mostrar una vida que no tengo, ni una vida de lujos, tampoco fomentar la belleza a través de los filtros o del cuerpo y la delgadez. Hay muchas revistas que hace tiempo ya que no les doy notas ni acepto hacer tapas porque creo que justamente tienen un doble discurso. Terminan fomentando enfermedad, estereotipos, estándares de belleza. Desde ahí, intento colaborar confirmando que ahí no hay felicidad. Hago un uso responsable. Lo mismo hago con los guiones que elijo. No lo comunico pero hace años que lo vengo haciendo.
-¿Cuál fue la bisagra en tu carrera: tu rol protagónico en Vidas robadas (2007), novela ganadora del Martín Fierro de Oro, o tu trabajo en El elegido, en 2011 que te permitió ganar un Martín Fierro a la Revelación?
-No lo pondría por el premio en sí. Diría El elegido porque pude hacer un personaje trabajando la caracterización y un carácter que otros papeles no me daban hasta ese momento.
-¿Cómo fue la experiencia de subir al escenario del San Martín con Macbeth?
-En 2012 fue algo muy grande, que yo no pude disfrutar o no pude hacerme carne de eso que estaba viviendo porque hacía cuatro meses había llegado mi primer hijo. Estaba avasallada y hacienco cuerpo literal con el puerperio. Lo positivo fue trabajar con Javier, estar en ese teatro con los compañeros que tuve. Pero no lo pude disfrutar. Hoy, con la experiencia, no lo hubiese hecho porque algo que me sucedía era que quería estar en mi casa con mi hijo. A veces, la presión laboral hace que no te des cuenta de que tenés que ser fiel a lo que te está pasando. Pero eso te lo da la experiencia.