Nos cuenta Rudinesco, psicoanalista, que en diciembre de 1921, y durante un mes, la cuestión sobre si los psicoanalistas podían ser homosexuales, dividió a los miembros del Comité de la Internationale Psychoanalytical Association (IPA). Los vieneses, entre quienes estaban Freud y Otto Rank, plantearon que podían acceder sin inconveniente a la profesión de psicoanalistas. Mientras que Ernest Jones, neurólogo psicoanalista, quien había sido acusado de abuso sexual, apoyó a los berlineses con el argumento de que la homosexualidad era un crimen repugnante. Los miembros del Comité terminaron cediendo y la homosexualidad fue prohibida dentro del círculo freudiano.
El malestar en lo orígenes
No debemos olvidar que el psicoanálisis es una práctica que surge en la modernidad y se desarrolla dentro de un sistema asimétrico de las relaciones de poder entre los géneros (dígase patriarcado) e inserto en un sistema capitalista que imprime subjetividades armadas alrededor de no querer perder nada, negar lo imposible, creer que el cuerpo del otro es propiedad privada, usufructuarlo y hasta llegar a explotarlo. Nunca hay que olvidar los orígenes. Con esto quiero decir que nuestra práctica puede transformar el malestar en algo más vivible o de lo contrario reproducirlo.
La sexualidad tiene en sí misma algo de lo no representable. No es el objeto el que define la identidad sexual porque el goce siempre es extranjero y eso se constituye más allá de cualquier elección de objeto. El acento no hay que ponerlo en la elección de objeto sino en qué posición se tiene frente a lo otro, "lo hétero" pero entendido como otredad (que no es lo mismo que lo heterosexual, ni lo heteronormativo).
No hay un psicoanálisis sino varios. Algunxs psicoanalistas creen que aquellxs que hacen una elección sexual homo no quieren saber nada con la diferencia. Esto es como decir que no pueden hablar metafóricamente, que no pueden leer entre líneas, ni hacer uso de la disyunción, ni contar con el límite. Es por esto que la homosexualidad ha quedado para algunxs psicoanalistas (que aún siguen confundidos) del lado de la perversión. El psicoanálisis se lleva a cabo desde instituciones y escuelas psi enmarcadas y organizadas de un modo patriarcal (jerárquico y asimétrico entre los géneros) y bajo los cánones y las normas heterosexuales, donde suele haber poco lugar para la disidencia en cada institución.
Como bien dijo Preciado en noviembre de 2019 en su conferencia en École de la Cause Freudienne: “Pero no me digan que la institución psicoanalítica no ha considerado, y no considera aun, la homosexualidad como una desviación en relación a la norma. De lo contrario, ¿cómo explicar que hasta hace muy poco no había psicoanalistas pudiéndose públicamente identificar como homosexuales?
Hoy en día ya no se trata de una estructura perversa, ni de llegar a persuadir a lxs pacientes. Eso pareciera que ya está saldado socialmente. El problema con el que nos encontramos actualmente, aunque siempre estuvo es la cuestión de la héteronorma dominante y la relación a lo extranjero y a la otredad. Porque al final son esos heterosexuales los que tienen una relación a lo “homo” sin contar con una posición “hétero/otredad/extranjero” que hace que nos sigan cuestionando por qué decimos que somos homosexuales siendo analistas como si fuera algo que deberíamos seguir ocultando en nombre de la abstinencia y la neutralidad del consultorio.
Hoy sigue habiendo una moral sobre el “ser psicoanalista” y esto se juega en todos los ámbitos psi y no psi. Como si no se pudiera distinguir el “ser analista” del ejercicio de su práctica. Cuando la práctica del psicoanálisis va a contrapelo de toda sustancia, identidad, sentido coagulado y de la moral.
Como bien dice Débora Tajer: “en el consultorio no se milita”. Es importante distinguir la práctica del consultorio de la militancia. Tener una posición política (no partidiaria) tiene que ver con combatir las estructuras de poder que rigen para que el amor y la sexualidad dejen de ser objeto de violencia o de rechazo.