En una columna anterior cité al astrofísico norteamericano Neil DeGrasse Tyson cuando dijo en febrero que “estamos en el medio de un experimento masivo y mundial. Ese experimento es ¿vamos a escuchar a los científicos?”
Cinco meses después tenemos respuestas en el mundo y en Argentina.
En el mundo, en países como Estados Unidos y Brasil los gobiernos desoyeron a sus propios expertos en ciencia, tecnología, epidemiología, y sanitaristas. De hecho, propusieron ciertas medicinas de ningún beneficio como milagros curanderos y una actitud de laissez-faire hacia cosas tan básicas como usar barbijos y el distanciamiento social. Hoy, esos dos países son líderes indiscutidos en casos totales y fallecimientos por covid-19. Brasil y Estados Unidos tienen cosas en común: sus dos presidentes echaron a científicos y ministros de salud que trataron de poner en práctica políticas para enfrentar la peor crisis sanitaria en un siglo. Bolsonaro y Trump (foto) simplemente no entienden más que cómo ensalzar su propia imagen de hombre fuerte.
Trump abrió el país mucho antes que lo recomendado por su propio panel de expertos y los resultados muestran que los contagiados y fallecidos han aumentados a niveles históricos, y siguen creciendo. Bolsonaro nombró a un general sin ningún conocimiento sanitario como su tercer ministro de salud en un mes. En Brasil las cifras de nuevos casos y muertos son las más altas del mundo, aun superando a EE.UU. .
Durante dos meses y medio Argentina mostró resultados formidables, siendo un país elogiado en el mundo por la prensa internacional, con notas como la de la revista Time que incluía a la Argentina entre los ocho países del mundo que mejor manejaron la pandemia.
En mis contactos con gente alrededor del mundo noté sorpresa en muchos de ellos por las cifras de Argentina. Un amigo de EE.UU. que pasó años como periodista en Buenos Aires me dijo que nunca hubiera pensado en Argentina como un país con la disciplina necesaria para enfrentar la covid-19, que pudiera aguantar una larga cuarentena, usar barbijos y adherir al distanciamiento social. “Es un país donde todos se abrazan y besan. ¡Y después toman mate juntos! ¿Cómo pueden tener éxito? ¡Pero lo tienen!”
Los colegas de afuera también vieron con buenos ojos cómo en Argentina el gobierno escuchó los consejos de expertos. En EE.UU., las encuestas muestran que la vasta mayoría de la gente apoya la cuarentena y medidas más estrictas contra el coronavirus. Pero una pequeña pero influyente minoría de bullies crearon un aire violento que llevó a docenas de funcionarios de salud, intendentes y concejales locales a renunciar por las protestas (a veces armadas) contra acciones de salud tan mínimas como el uso obligatorio del barbijo y el cierre de bares, restaurantes, salones de belleza y otros negocios, o la prohibición de actos de más de cien personas.
Argentina hoy está encarando otra realidad y se puede trazar una línea directa a fines de may,o cuando salió la carta firmada por algunos autodenominados intelectuales y unos pocos científicos bajo el titulo “La democracia está en peligro” donde se quejaban de vivir en una “infectadura”. Los grandes medios amplificaron la carta y la palabra infectadura estaba en la boca de cualquiera.
También aparecieron los derechos de los “runners”, los periodistas que no podían conocer a sus sobrinas, las manifestaciones anticuarentena (y anti Soros y Bill Gates, qué raro, ¿no?). Y los mismos economistas que llevaron a Argentina a la fiesta del endeudamiento macrista (con su contraparte de destrucción del aparato productivo) ahora están más preocupados por la economía que por la salud. Aun el ciego jugando dardos de vez en cuando pega en el blanco. ¿Estos economistas ultraortodoxos? ¡Nunca!
Con la cacofonía de voces gritando e inundando los medios, la gente se cansó de la cuarentena necesaria y los resultados están a la vista.
El 29/5: 717 contagios, 15.419 casos totales, en CABA 398 y 273 en la provincia, 520 muertos.
Después de levantar en parte la cuarentena el 24/7: 5493 nuevos casos, 153.520 casos totales, 2817 muertes totales (105 en los últimos 24 horas).
Es notable la reacción de países asiáticos como Corea del Sur, Singapur, Japón, Tailandia, Camboya, Laos, Myanmar y Vietnam. En ese último país, que tiene una población de mas del doble de la argentina (97 millones) solo hay 417 casos totales y CERO muertes, debido a una muy estricta control de frontera desde el primer momento y seguimiento y aislamiento total de los pocos casos que había. Y me consta por una amiga que vive en las afueras de Hanoi, la gente tenía disciplina y escuchó a las autoridades científicas. Hoy en día Vietnam ha vuelto a lo normal y es de los países que menos sufrió daño económico en el mundo.
¿Vamos a escuchar a los científicos y sanitaristas?