Los premios literarios suelen estar en el ojo de la polémica. ¿Son transparentes y no están arreglados? ¿Se premian las obras más allá de las posiciones políticas o están politizados? El ministerio de Cultura de Venezuela anunció que el trabajo del jurado del XX Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos se extenderá hasta octubre por la pandemia. La ganadora o el ganador no se anunciará el próximo 2 de agosto, día del nacimiento del autor de Doña Bárbara. En esta edición, en la que participan hasta ahora 197 obras provenientes de 17 países, hay varios escritores argentinos: César Aira, María Teresa Andruetto, Perla Suez, María Moreno, Eduardo Sacheri, Rodrigo Fresán, Patricio Pron, Claudia Piñeiro, Ángela Pradelli, Enrique Medina, Inés Fernández Moreno, Gloria Peirano, Julián López, Kike Ferrari, Gabriela Cabezón Cámara, Agustina Bazterrica, Claudia Aboaf, Inés Garland, Elisa Bellmann y Carlos Sánchez, entre otros.
Roberto Hernández, presidente del Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos (Celarg), explicó que el cambio se decidió para que lleguen obras que cumplieron con la convocatoria, pero no fueron entregadas por demoras en servicios postales. El jurado está integrado por Laura Antillano (Venezuela), Vicente Battista (Argentina) y Pablo Montoya (Colombia), el último ganador en 2015, cuando se convocó por última vez. En 2017 se suspendió por “restricciones presupuestarias”. El Premio se entregó por primera vez en 1967 y lo ganó Mario Vargas Llosa por La casa verde. Desde entonces lo han obtenido Gabriel García Márquez con Cien años de soledad (1972), Carlos Fuentes por Terra Nostra (1977), Mempo Giardinelli con Santo oficio de la memoria (1993), Javier Marías por Mañana en la batalla piensa en mí (1995), Roberto Bolaño con Los detectives salvajes (1999), Enrique Vila-Matas por El viaje vertical (2001), Fernando Vallejo con El desbarrancadero (2003), Ricardo Piglia por Blanco nocturno (2011) y Eduardo Lalo con Simone (2013), entre otros. En diecinueve ediciones hubo solo dos mujeres ganadoras: las mexicanas Ángeles Mastretta (1997) y Elena Poniatowska (2007).
Hace dos semanas, cuando se conoció el listado de candidatos, se reactualizó una vieja polémica respecto de la politización. El escritor venezolano Rodrigo Blanco Calderón (Caracas, 1981), ganador el año pasado del Premio Bienal de Novela Mario Vargas Llosa por The Night, escribió en un tuit: “Basta ver la lista de obras concursantes para ver que el Premio Rómulo Gallegos se ha convertido en un hotel para turistas de la dictadura chavista. Ningún narrador venezolano que se respete se está presentando para esta farsa”. Luis Perozo Cervantes, editor de Sultana del Lago, con sede en Maracaibo, envió la novela Sin despedida, de Álvaro D’Marco, para el Rómulo Gallegos. El editor venezolano expresó que no participan para “apoyar a la dictadura” y aclaró que “desvirtuar el premio en nombre de quienes conducen el país es un absurdo”. “No somos cómplices ni apoyamos al gobierno criminal. Publicamos una novela buena y la propusimos para que la leyera un jurado”.
La Celarg denunció que hay una campaña de presión contra los participantes. En un comunicado advirtieron que el diario caraqueño El Universal está “extorsionando” a los escritores, al enviar las siguientes preguntas: “¿Quién decidió su participación en el premio: Ud. o la editorial? Lamentablemente la vinculación política del premio al régimen chavista ha provocado su desprestigio, ¿Ud. como participante qué opina de esto? ¿Como escritor qué significa este premio?”. Sobre la segunda pregunta, en el comunicado precisaron que resulta “una aporía intransitable por el camino de la lógica, pues se autoacusa de lo que acusa: sostiene que el premio está desprestigiado porque el gobierno lo politiza, pero al mismo tiempo lo politiza al acusar al gobierno bolivariano de politizarlo”. “Los dos primeros ganadores del concurso lo politizaron desde el primer día, como cuando Vargas Llosa elogió la Revolución Cubana al recibir el premio de manos de Raúl Leoni y del maestro Rómulo Gallegos", recordó la Celarg. "Y en la siguiente edición Gabriel García Márquez donó el monto del premio al nuevo partido, entonces de izquierda, Movimiento al Socialismo. Este premio nació, pues, politizado”.