Miente quien diga que hay una decisión tomada antes del jueves: los números cambian cada día y son altos a pesar de que en el Gobierno notan cierto amesetamiento. Los epidemiólogos no salen a hablar tanto como antes porque no tienen la bola de cristal y se viene la etapa más dura. El jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, y el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof no tienen tantas diferencias como plantean en público y ambos dicen, un poco, lo que sus electorados desean oír. "Ambos amagan", resumen las fuentes. Lo ideal, piensan en voz alta en Casa Rosada, sería que el próximo anuncio sea que se siga como hasta ahora en el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA). Que no haya que retroceder. Y que haga frío y llueva para que la gente no salga de sus casas.
"Es difícil la decisión porque en esta etapa es más arduo saber cuánto van a aumentar los casos cada día. Y si bien la provincia de Buenos Aires tiene más casos, la Ciudad tiene un índice mayor de letalidad, más adultos mayores y más población por metro cuadrado", reflexiona una fuente con PáginaI12. Eso hace que, en cierto sentido, a ambos lados de la General Paz estén con las mismas preocupaciones más allá de las diferencias públicas que suelen manifestar sus líderes políticos. De hecho, a veces las apariencias engañan: en la provincia de Buenos Aires, por una cuestión cultural, las salidas recreativas se hacen de hecho (incluso más que en la Ciudad) y en la Ciudad hubo más apertura de comercios, pero de poco sirven porque nadie vende demasiado.
Otro punto que tienen en cuenta en el Gobierno a la hora de pensar en la decisión final sobre la próxima etapa es que en agosto se terminan las vacaciones de invierno y los chicos van a tener que pasar más tiempo en sus casas. Y que el frío, cada vez más intenso, podría disuadir en general a la gente de salir. También se piensa en los tan criticados runners: "ojalá llueva mucho para que no lo intenten", bromean cerca del Presidente.
Lo ideal, siempre reñido con lo posible, sería para el Gobierno que el la nueva prórroga de la cuarentena se mantuvieran las cosas tal y como están y que los argentinos entiendan la importancia de no salir de sus casas salvo que sea imprescindible. Que no haga falta volver a endurecer. Mientras tanto, el siguen preparando el sistema sanitario para que eventualmente no colapse. Un ejemplo fue la inauguración del Hospital René Favaloro en La Matanza.
Más allá de que el foco de la atención está centrado en el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA) por la cantidad de casos, en el Gobierno ven con buenos ojos un dato más global: "en el 87 por ciento del país, las empresas están prendidas". Saben que la reuperación económica va a ser difícil, pero todos los días anuncian alguna medida para ayudar a los que la están pasando mal.
De todos modos, como dijo alguna vez Alberto Fernández, la obra se escribe en el escenario y el escenario es muy dinámico: si los números se disparan en estos días de un modo incontrolable, no va a haber otra opción que dar marcha atrás.
Hace ya meses, cuando los muertos se contaban por decenas, pero la cuarentena ya había sido decretada y el sistema de salud se estaba preparando para este momento, un funcionario empapado en el tema dijo a PáginaI12: "En el mejor de los escenarios, vamos a terminar con 2400 muertos". La cifra de fallecidos ya pasó los tres mil y según dijo el Presidente, el pico está por venir.
Se trabaja entonces, dado que el mejor escenario ya quedó atrás, para convivir con el virus y evitar todas las muertes posibles. Una parte de la responsabilidad es del Estado y la otra, muy grande, de la sociedad.
Al margen de la próxima prórroga de la cuarentena, en comparación con la región y con el mundo, los números de la Argentina siguen siendo bajos. Lo difícil es, para una parte de la población, reconocer el mérito de las muertes que se evitaron porque son imposibles de cuantificar.