Hace poco más de un mes, el 15 de junio, se conmemoró el “Día Mundial de Toma de Conciencia del Abuso y Maltrato en la Vejez”. En una sociedad envejecida y que envejece a pasos acelerados, este es un tema que nos interpela acerca del saber, la comprensión y la conciencia que tenemos como ciudadanos frente a ello.
El maltrato hacia las personas mayores es un tema universal, complejo y multifactorial. Afecta tanto la salud como los derechos humanos de millones de personas. Su prevención requiere de la participación de diversos sectores de la sociedad, y en la actualidad sigue siendo un tema tabú.
La Red Internacional para la Prevención del Abuso a los Mayores (INPEA) lo define como “cualquier acto único o repetido, o la falta de medidas apropiadas, que se producen dentro de cualquier relación donde existe una expectativa de confianza, y que causa daño o angustia a una persona mayor”.
Los medios de comunicación muestran a diario tipos de maltrato explícitos –robos, asesinatos, largas filas en los bancos–, aunque la tasa de denuncias de maltrato a mayores es muy baja, ya que las situaciones suelen darse dentro del contexto familiar o con sus cuidadores. Esto los deja en una situación de mayor fragilidad.
Las formas de violencia más visibles son psicológicas (humillación, desvalorización, etc.); física, económica (venta o uso de bienes), sexual, institucionalización sin consentimiento.
Otra forma de maltrato se da a través de las instituciones de las que dependen los mayores, no proveyéndoles medicamentos, prótesis, etc. Pero existe también una violencia menos visible, inserta en nuestra cultura. Prejuicios, estigmatización y discriminación circulan de manera naturalizada. Esto puede verse reflejado en la homogeneización del trato a los mayores: “todos son vulnerables, infantiles, enfermos, etc.”; o en la ausencia de reconocimiento de su capacidad para la toma de decisiones por tener cierta edad.
El Preámbulo de la Convención Interamericana sobre la Protección de Derechos Humanos de las Personas Mayores (2015) señala que tienen “los mismos derechos humanos y libertades fundamentales que otras personas, incluido el de no verse sometidas a discriminación fundada en la edad ni a ningún tipo de violencia”.
La Universidad es convocada a sumarse en acciones adecuadas y efectivas. Los Programas Universitarios de Adultos Mayores (PUAM) funcionan hace más de 35 años en distintas universidades públicas.
La Universidad Nacional del Noroeste de la Provincia de Buenos Aires (UNNOBA), a través del Programa de Educación y Promoción de la Salud de Adultos Mayores (PEPSAM), trabaja desde 2005 en pos del bienestar y calidad de vida de las personas mayores, generando espacios de inclusión y participación activa.
A través de acciones que se llevan a cabo desde el PEPSAM, se contribuye a desterrar prejuicios, generando un reconocimiento social y permitiendo al adulto mayor sentirse parte activa de la sociedad. La Universidad también tiene un rol fundamental ante la inminente transición demográfica: debe formar profesionales con una visión gerontológica.
Como sociedad debemos fomentar la cultura del buen trato a través de la educación, la sensibilización y la visibilización. No podemos pensar a los mayores como un colectivo homogéneo, basado en el criterio de edad, desconociendo sus singularidades y posibilidades. Es una cuestión que nos compete a todos. Los mayores, a su vez, deben empoderarse haciendo respetar y reconociendo sus derechos como ciudadanos.