Hay algo del teatro que está inevitablemente ligado a la resistencia. Históricamente ha sido así: fue lugar de encuentro en épocas de censura, pero también mantuvo su discurso de resistencia ante el devenir tecno-fetichista de la humanidad. Y hay algo que hasta ahora las máquinas no habían logrado: reunir a más de 10, 20 o 100 personas para ver a otras en una puesta en escena que representara una porción irreal, ficticia, de la realidad. Pero la pandemia todo lo pudo.
¿Cuánto podría resistir la más resistente de las artes escénicas sin ese punto de encuentro físico que es su elemento central? Actores, dramaturgos, productores y constructores jóvenes e independientes de espacios coinciden en destacar la veta de la supervivencia lúdica del teatro. Y echan luz sobre dos aspectos que se cruzan: cuanto peor es la situación, más creatividad saca a relucir el teatro; pero a la vez los espacios que cobijarán a la gente del teatro en cuanto puedan volver a funcionar languidecen a la espera de una idea que los contenga.
Jones, una serie teatral por YouTube
El teatro no compite con las plataformas de streaming audiovisual, pero en su búsqueda de público surgieron híbridos. La miniserie teatral Jones, de cuatro episodios de media hora en vivo, es una demostración de lucidez y adaptación asombrosa. La joven actriz y dramaturga Micaela Fariña escribió esta pieza a la luz de la cuarentena y el encierro.
Para verla se debe sacar entrada en Alternativa Teatral, entrar a un Zoom de la sala El Método Kairós y luego llegar a una ventana de YouTube. Y en esa virtualidad Fariña encuentra que es "el momento de mayor encuentro que se ha logrado". O, como le dice al NO, "un momento de gran alivio".
¿Qué pierde y qué gana este formato? "Hay algo de la tradición del ensayo que es diferente, y se le da mucha bola a la cámara. Además no tiene devolución como sí hay en una función o ensayo; alguna risa, un silencio matador. Los nervios están igual, o duplicados por la conexión que a veces es inestable. Queremos hacerlo en vivo, más allá de que se pueda ver después la filmación, porque es la belleza de la imperfección lo que nos llama, lo que hace que ese capítulo, tal como fue visto, sea único."
Con Jones, además, sacaron fruto a la virtualidad incorporando actores y actrices que están en Santa Fe y que se vinculan con otros en Buenos Aires. Para sortear la dificultad de esa distancia, como señala el codirector, Gonzalo Quintana, tuvieron que "entender que llega la voz en diferido, que a veces no se entiende lo que se dice y que hay que repetir y recalcular". El trabajo radicó en ser como "directores técnicos, arengando y a los gritos para avivar la llama del encuentro".
Tras esta experiencia, que deja la sensación de que pueden tomarse los recursos virtuales, Fariña remarcó su deseo de retorno al encuentro y su temor por la vulnerabilidad de los espacios independientes.
Teatro Moscú: cómo sobrevivir con una sala nueva
El teatro escuela Moscú ya era un ícono de Villa Crespo, en CABA. El espacio de Francisco Lumerman y Lisandro Penellas había crecido sostenidamente por cinco años y ellos, gestores, dramaturgos, actores, profesores y más, habían decidido la mudanza. Sus redes sociales fueron registro permanente del trabajo que fueron haciendo en ese viaje: de cómo armaron el nuevo espacio, de cómo habían imaginado ese crecimiento. Pero la pandemia frenó el comienzo, que entre febrero y marzo había tenido las primeras funciones. Incluso quedó sin desmontar la escenografía de El río en mí, la obra de Lumerman que iba a reestrenar en abril.
¿Qué cosas pudieron hacer mientras tanto? Tras haber pasado por todos los estados anímicos, Lumerman cuenta que "rápidamente surgió la necesidad de comunicarse con el público" y desarrollaron el proyecto Relatos colectivos de un barrio en cuarentena. Con los textos que los vecinos envían a través de la web hará luego una obra para cuando regresen a la sala. También siguen con talleres online, hacen delivery con el bar del teatro, armaron varietés en redes sociales y una membresía para que la gente sostuviera al espacio y los puestos de trabajo. Pronto verán la luz otros proyectos, ciclos de entrevistas y obras, mientras ensayan en forma virtual.
"Se están haciendo muchas cosas y surge una nueva experiencia, que no reemplaza al teatro ni tampoco desaparecerá. No nos hemos quedado quietos", le dice Lumerman al NO. Y además explicó las dificultades de sostener económicamente estos espacios. Entre gestionar ayudas y subsidios se va gran parte de la energía. Pero Lumerman apuesta a seguir produciendo y creó Muerde, una plataforma exclusiva para producir funciones en streaming o teatro virtual.
"Al no tener certezas sobre cuándo se retoma la actividad, es muy incierto el futuro", reconoce también. "Si esto se estira mucho, los espacios van a tener que cerrar, como ya está pasando. Salvo que el Estado tome una decisión de salvarlos con medidas concretas."
Los Pipi, una aventura que no se detiene
A fines de 2019, cuando la covid-19 ya estaba en China pero aún no se preveía lo que depararía 2020, Federico Lehmann y Matías Milanese decidieron armar Los Pipi, una productora teatral para concretar muchos de los debates y proyectos escénicos que venían ideando y coordinando. Los dos son actores y dramaturgos y entendieron que era el momento.
"Pasábamos noches enteras debatiendo sobre alguna obra que acabábamos de ver, y si volvíamos del cine no podíamos pegar un ojo de la cantidad de cosas que se nos ocurrían o que poníamos en debate", recuerda. Desde la ideología que encierra Frozen hasta el uso de algún recurso de las obras del Teatro Nacional. "En este intercambio descubrimos cuán diversas son nuestras formas ver el teatro, y lo enriquecedor de un punto de vista complementario al propio, y nos pareció seductora la idea de que esas charlas se materialicen en un teatro propio", le explica Lehmann al NO.
El proyecto tuvo que reinventarse cuando el cierre de espacios y el encierro supusieron nuevas ideas. Habían empezado estrenando Perritos de porcelana en el Centro Cultural Rojas y Lo unico epico aquí lo hemos robado en Timbre 4, pero todo mutó. También Pipipalooza: Amigues Leyendo, un festival que soñaban en bares y centros culturales porteños y que ahora está instalado en su versión instagramera. Ya van más de 15 ediciones, y este jueves a las 18 será la despedida en @lospipisteatro, porque fueron seleccionados por el Instituto Nacional del Teatro para formar parte de sus actividades performáticas en entornos virtuales.
"Perderle el miedo a vincularse por medio de redes sociales hizo que el Pipipalooza tuviera su lugar. Los miércoles nos encontramos con artistas en las redes de Timbre 4 a compartir textos, abrir procesos, saciar las ganas de actuar. La primera edición fue en abril y de a poco fue creciendo. Ya pasaron más de cien artistas", explicó Lehmann. Luego condujeron el ciclo Teatro sin Teatro, que coprodujeron Timbre 4 junto a la Embajada Francesa.
Los Pipi afrontan el encierro productivo confinados en pareja. "Creemos que las cosas más potentes surgen cuando la escritura está un poco desplazada. Uno siempre está buscando ponerse trampas para matar el tedio a la hora de escribir, y el momento que el mundo está viviendo supone de por sí un sacudón y resulta un estímulo muy potente. Solamente con modificar las plataformas desde las que se escribe, aparecen nuevas historias o temáticas que abordar."
¿Cómo imaginan el futuro?
--Esperamos que este obstáculo, en cuanto a las distancias que nos proponen las plataformas digitales, sirva para que se venga un teatro que apunte más a las personas y no tanto a sí mismo. Como si de tanta insistencia en romper esas barreras se acerque un poco más a quien está del otro lado. También, como es una actividad muy vinculada al deseo, es inevitable y un poco lindo pensar en la manija acumulada durante este tiempo y toda esa potencia desencadenada cuando se pueda volver a habitar la escena.