Entre rollos de film, barbijos y desinfectantes, las luces de los tocadores y los secadores de pelo volvieron a encenderse este miércoles, en la reapertura de las peluquerías que en la Ciudad de Buenos Aires llevaban más de cuatro meses con las puertas cerradas. Durante ese tiempo hubo quienes se animaron a atender a domicilio, quienes atendieron a puertas cerradas y quienes esperaron, en sus casas, a que la actividad estuviera permitida otra vez. Psicólogos, terapeutas ocupacionales, consultorios de kinesiología y de fonoaudiología también quedaron habilitados para trabajar de forma presencial.
La Mariquería se inauguró en 2018, en el local de calle Julián Álvarez donde funciona actualmente y donde “más que clientes, atendemos amigues", señalaron a Página/12 las dueñas del local. "Con cada persona que viene terminamos generando un vínculo, y eso es lo que más extrañamos durante el aislamiento”, relató Lucia Bravo, tatuadora y dueña de la peluquería. La otra mitad del negocio es de su pareja, Victoria Miranda, que es barbera. “Dimos 8 turnos por día y para esta semana ya nos quedamos sin, porque estamos 9 horas pero hay que tener en cuenta la limpieza entre cliente y cliente y también la hora de almuerzo”, señaló Bravo y admitió que “necesitábamos volver a la cotidianeidad del espacio. Todo el tiempo estuvimos en contacto con la gente, por redes, dando consejos o respondiendo mensajes, pero no es lo mismo”. Si bien habían pensado en habilitar la atención “a puerta cerrada”, finalmente no lo hicieron, y durante estos meses pagaron todos los gastos con el sueldo de Lucía, que trabaja como administrativa en una empresa. “Fue cuestión de escatimar en otras cosas, pasar de comprar algo rico a comer arroz, pero jamás pensamos en cerrar el local”, afirmó la tatuadora.
Para la reapertura, hicieron un concurso sobre “el corte más fatal de la cuarentena”. “Una clienta se cortó el pelo con una tijera de uñas. Fue lo más exagerado que nos llegó, así que ganó y le regalamos un corte gratis para arreglar el desastre”, relató Bravo. Para Beltrán, artista drag, performer y periodista de la TV Pública, la espera “no fue tan grave”. Una vez se cortó él mismo, y ahora ya avisó a las chicas que irá pronto a retocarse. “El pelo, el maquillaje, toda la estética tiene la importancia de ponerle arte a nuestro cuerpo para escapar de la norma social”, relató Beltrán y remarcó que “los cortes de pelo especialmente hacen a la construcción y la expresión de una identidad de género”.
En la calle Paraguay, Génesis espera a su novio afuera de la barbería “Diego”. Ella tiene turno para el jueves, en otro lugar. “Cada quince días el peluquero venía a casa, desinfectábamos todo y le cortaba el pelo”, señaló la mujer, que asegura que “aunque me ofrecí a cortarle yo, él es muy riguroso con esas cosas y no quiso”. Para ella, en cambio, el asunto no es tan importante. “Saqué turno para cortarme porque ya me enroscaba en mi propio pelo mientras dormía”, bromeó Génesis, que tiene el pelo oscuro, lacio y largo hasta la cintura. En la barbería Gambino, un local con el frente verde y el típico cartel giratorio a rayas rojas, blancas y azules, también ofrecieron ese servicio a domicilio durante los últimos meses. “Todos quieren verse bien y prolijos, aunque estén en casa“, señaló Joel, que hace dos años trabaja como barbero, y aclaró que “hoy en día cortarse el pelo es un lujo más que una necesidad, en cambio para nosotros si no trabajamos es un día que no comemos”.
Cerca de ahí, a unos metros de Plaza Italia Alf, el peluquero de Estela, desinfectó el piso y lavó los peines que acababa de usar para el “corte y secado”, antes de abrirle la puerta a una mujer mayor que, al pasar por la puerta del local, le consultó por los turnos. “Lo estaba extrañando. Me levantaba a la mañana y me preguntaba para qué lado ponerme, cómo peinarme o qué hacer para disimular; incluso me corté yo misma el flequillo, aunque sea para que me cambie un poco la cara porque uno se cansa de verse siempre igual”, señaló la mujer, que vive a tres cuadras del local. “Cuando escuché que abrían me puse muy contenta, me alegró el día”, admitió Estela y relató que el marido, que estaba mirando la televisión, fue quien le avisó, “enseguida vine para copiarme el número de teléfono y llamé para sacar turno”. El local, de pocos metros y solo dos asientos con espejos, tiene las luces encendidas pero la puerta cerrada con llave. “Creo que tenemos que ser muy responsables con las medidas de limpieza porque, por la gente que no entiende, nos podemos perjudicar todos”, afirmó Estela.
Consultorios: los que apuntan a esperar
Lejos del entusiasmo de las peluquerías, profesionales de la salud que atienden en consultorios de distintos tipos de terapias afirmaron que “si se puede esperar, mejor esperar”.
“Antes de ir al consultorio hay que evaluar el costo y el beneficio que eso puede provocar, si se puede aguantar, es mejor, pero hay situaciones en que es más peligroso seguir con el tratamiento detenido”, explicó Alejandro Sneibrum, kinesiólogo fisiatra y gerontólogo. Una de las actividades que se habilitaron este miércoles es la kinesiología para los pacientes con patologías de neurodesarrollo y para adultos mayores. “En una semana que no se mueve el adulto mayor pierde un porcentaje importante de masa muscular, lo que se traduce en caídas, que a su vez se traduce en hospitalización”, señaló Sneibrum.
Según el especialista, en el caso de los profesionales que trabajan con trastornos en el neurodesarrollo “el hilo entre el riesgo de contagio y el riesgo del paciente por no recibir rehabilitación es muy fino”. Estos pacientes, en general niños y adolescentes, necesitan un apoyo constante para las actividades de la vida diaria como levantar un vaso, ir al baño o caminar. “Como su patología tiene que ver con el desarrollo motor, necesitan continuar los procesos de rehabilitación para poder tener funcionalidad”, señaló Sneibrum. En su caso, al estar a cargo de una institución geriátrica donde viven 250 personas mayores, no abrirá su consultorio. “Hoy el riesgo lo tiene hasta quien se cuida al extremo, por eso hay que evaluar con rigurosidad cada caso. Si hay una necesidad impostergable, entonces se atiende”, explicó.
En este sentido, Carola Teche, psicóloga y parte de la Red de Psicólogxs Feministas, señaló que “no vamos a retomar como antes de la cuarentena ni a fomentar la atención presencial” y aclaró que, al ser agentes de salud, “consideramos que tenemos que contribuir a cuidarnos, cuidar a les consultantes y tratar de evitar cualquier tipo de riesgo de contagio”. Sin embargo, toda regla tiene su excepción: “hay casos como la terapia con chicos y chicas menores de diez años, donde el juego y la corporalidad son centrales, o personas que viven con otra gente y no pueden abrirse a hablar con seguridad y confidencialidad, en los que entonces sí consideramos la posibilidad de la atención en consultorio, pero no va a ser la regla”, explicó Teche y agregó que “durante la cuarentena aprendimos que es posible transformar e intervenir desde el espacio virtual, adaptamos el dispositivo y nuestras herramientas y, salvo excepciones, está funcionando muy bien”.
Informe: Lorena Bermejo