“El conocimiento es una gota
y lo que se desconoce es un océano”.
Dark
Dark, quizás la serie de Netflix más vista durante la cuarentena, es un elocuente relato acerca de la partícula de Dios, la materia oscura --presente en todas las galaxias--, y su componente: el cesio. Pero fundamentalmente nos presenta el tema del Tiempo. Así el Tiempo es dios. También nos hace pensar lo que los psicoanalistas llamamos inconsciente.
Lo inconsciente es atemporal o (y esto me lo veo gracias a la serie) es la suma de todas las temporalidades hasta desvanecerse en lo infinito latente o incluso definitivamente oculto. Sólo en la consciencia --y a través de nuestra forma de manifestarlo en nuestro relato--, construimos el pasado, el presente y el futuro.
La trama de Dark comienza justamente con una apropiada e interesante cita, de A. Einstein: “La distinción entre pasado, presente y futuro es sólo una ilusión obstinadamente persistente”.
Antes de la pregunta acerca de qué es el Tiempo y cómo se construye, considero necesaria otra cuestión: ¿qué es esa ilusión de la que habla Einstein? Ante todo supone una esperanza de algo que se anhela. Por lo tanto es un deseo, que por supuesto es obstinado y se nos presenta de manera persistente, pero sólo se puede cumplir en un plano muy alejado y secreto donde pasado, presente y futuro son una misma cosa. Pero no tan lejos tampoco ya que “sólo un suspiro nos separa del Más allá”, como también se señala en la serie. Otra acepción de la palabra ilusión es la satisfacción que produce la realización de un deseo. Esto es más claro hacia el final (o el principio) de la “historia” contada por los autores de Dark. Según Freud, y así lo manifiesta en su texto El malestar en la cultura (1930, p. 80) “el ámbito del que provienen las ilusiones es el de la vida de la fantasía; en su tiempo, cuando se consumó el desarrollo del sentido de la realidad, ella fue sustraída expresamente de las exigencias del examen ante de realidad y quedó destinada al cumplimiento de deseos de difícil realización”. Pero también es una ilusión pensar que entre los logros de la ciencia y la tecnología, se encuentra “esta reciente conquista sobre el espacio y el Tiempo, este sometimiento de las fuerzas naturales, y no promueve el cumplimiento de una milenaria añoranza” (Ídem, p. 87).
“Si miras mucho Tiempo dentro del abismo, el abismo también mirará dentro tuyo”, dice F. Nietzsche inaugurando la segunda temporada. También se hace alusión al filósofo en el desarrollo de la serie desde su concepto del eterno retorno de lo igual. Y desde aquí proponen que “el fin es el principio y el principio es el fin”, representado por el uróforo; una serpiente que come su propia cola y representa un fin, en tanto final ¿y no finalidad?, que reinicia de manera cíclica. Dark propone que este principio, que puede comenzar en cualquier momento, comienza en el presente, pero es en un punto del presente. “El ayer, el hoy y el mañana no son consecutivos y que están conectados en un círculo sin principio ni final”, y si bien esto es cierto, un círculo también es una sucesión de puntos. Pero Dark necesita torcer ese círculo con un símbolo que en principio se parece al del infinito. J. Lacan utiliza, en cierto momento de su obra, el mismo signo, pero complejizado por el artista Escher. La cara interna de esa cinta infinita de Moebius, que es la metáfora que él utiliza, se vuelve externa, consciente, y nuevamente interna, inconsciente, luego vuelve a hacerse presente, pero en una tercera vuelta y así sucesivamente en un interminable movimiento. Pero Dark agrega una tercera dimensión, más cercana a la concepción freudiana --que en la serie es denominada “triqueta”--. Para Freud hay cosas que no pueden aparecer y hacerse conscientes; el ombligo del sueño, la roca viva... (es allí donde no existe el Tiempo y la no contradicción se mueve como la bola de magma de Cesio en la que todo es caos…). Pero también hay algo latente, y plausible de llegar a la consciencia, de ponerse en palabras (y por lo tanto preconsciente) y sucede, agrego yo y fundamento en un investigación de varios años, creando el Tiempo a partir uso de los diferentes tiempos verbales que rodean al deseo.
La tercera temporada, aunque cuestionada por algunos, redobla aún más la apuesta respecto de esa otra dimensión. Comienza con que “Un hombre puede hacer lo que quiere, pero no puede querer lo que quiere”, de A. Schopenhauer. Vuelve así al gran tema del deseo y su relación con el Tiempo. Esto, y lo desarrollado en la temporada, desde el principio hasta el final, me conduce nuevamente a Freud: “...pasado, presente y futuro son las cuentas de un collar engarzado por el deseo” (Freud, 1908, p.130). El deseo, al estar reprimido, no parece someterse a la temporalización y, por lo tanto, se mantiene en presente, pero empuja y orienta a los demás pensamientos hacia la temporalidad que crea (o elabora) un discurso organizado que nos hace humanos, sujetos. Así se expresa en Dark, dándole relevancia al deseo cuando se dice que “lo que nos separa de los animales es que ellos desean a corto plazo. Nosotros somos capaces de seguir un objetivo durante toda la vida, por más inalcanzable que parezca”.
Como sabemos, el Tiempo pertenece a un campo complejo y que involucra varias áreas de la humanidad, y es la singularidad misma como afirma Stephen Hawking. Esto, y otros tantos desarrollos de filósofos, desde Platón hasta el presente y el futuro de los científicos que también lo entienden como algo “relativo”. Varias teorías científicas también hablan de multi-versos, universos paralelos, como la teoría de cuerdas o la inflación cósmica, incluso de teóricos viajes en el Tiempo, pero ¿con un máquina hecha justamente por un relojero?
En la serie, estos viajes, y la existencia misma de los personajes, se ve reglada por su acción; sin ésta no existe el futuro y tampoco el pasado de los personajes. ¿Y si el futuro también determina el presente, e incluso el pasado? Esto es lo que llamamos historización, crear, construir el pasado a través del relato actual.
Observamos tantas estrellas en el firmamento, pero ¿realmente es eso lo que vemos o tan sólo la luz que de ellas llega? ¿Una especie de evidencia de un universo inserto en quizás millones de multi-versos?
Alfa y Omega, principio y fin siendo una misma cosa, como se representa en la serie, pero no sin principio --que no es un inicio porque ya existía--, sino el principio del verbo. ¡Qué extraño!, de esta forma comienza la biblia.
Ezequiel Achilli es médico, psicoanalista. Miembro titular de la Asociación Psicoanalítica de Buenos Aires y de la International Psychoanalytical Association.