Hay una simbiosis explícita entre Mauricio Macri y Gianni Infantino, su anfitrión y amigo de la FIFA. Los dos están en la mira de la justicia de sus países. El primero por varias causas de corrupción y una de espionaje interno, de ahí con que se especule que ese sería el verdadero motivo de su partida. El segundo por “indicios de conducta criminal” en el ejercicio de su cargo como máximo dirigente del fútbol mundial. En unos días volverán a verse como ya sucedió en Buenos Aires en noviembre de 2018, cuando el ex presidente invitó al suizo a la reunión del G20. O el 30 de junio de 2019, en que hubo una devolución de gentilezas en Zurich. Infantino lo condecoró ese día con el premio Living Football. Por esa razón no es extraño que el ex presidente viajara ayer a París en el vuelo de Air France AF 229, acompañado por su esposa Juliana Awada y su hija Antonia.
Hará una prolongada escala de dos semanas en la capital francesa – y de paso la cuarentena light que le piden en Suiza – con destino final en alguna ciudad de la Confederación Helvética. La Fundación FIFA
es la coartada que le vino a medida al jefe de Juntos por el Cambio para volver a salir de Argentina con agenda incierta. Ya quedó demostrado cuando se trasladó a Asunción el 13 de julio pasado y se encontró con el ex jefe de Estado Horacio Cartés
y el actual mandatario paraguayo, Mario Abdo Benítez. Ahora se repite el motivo, pero en Europa. Como entonces, primero se argumentó una razón futbolística para el vuelo privado y sucedió otra cosa. ¿Ocurrirá de nuevo lo mismo? Con Macri todo es posible.
El expresidente argentino y el de la FIFA alcanzaron la cumbre del poder casi a la par. Después de las elecciones de octubre de 2015 –en que derrotó al candidato Daniel Scioli, hoy embajador en Brasil– Macri llegó a la Casa Rosada el 10 de diciembre. Infantino lo siguió al acceder al máximo cargo en la FIFA el 26 de febrero de 2016. Le ganó la elección al jeque de Bahrein, Salman bin Ibrahim Al Jalifa. Desde entonces, el imputado múltiple que gobernó el país entre 2015 y 2019 estableció una relación de mutua confianza con el dirigente ahora comprometido por la justicia suiza.
Es casi imposible disociar que Macri viajó a París en un vuelo comercial, que pasó por Migraciones y la Aduana casi como un duende fugaz y abordó el vuelo de Air France, de la dinámica impensada que se le viene encima por las causas de corrupción que lo desvelan. La más vieja consta en el voluminoso expediente por la deuda del Correo Argentino –lleva 19 años de vigencia– que el grupo familiar liderado por su padre Franco explotó entre 1997 y 2003 y cuyo contrato le rescindió el gobierno de Néstor Kirchner. Sus tribulaciones siguen con la denuncia por la compra de parques eólicos donde un negociado tan rápido como una estrella fugaz le permitió embolsar ganancias exorbitantes: unos 15 millones de dólares por comprárselos a la española Isolux y revénderselos en tiempo récord a Genneia -del grupo Macro- y a la china Goldwind. En el fideicomiso o vaquita que armó el ex presidente aparecieron dos jugadores emblema de sus mejores tiempos en Boca: Guillermo Barros Schelotto y Carlos Tévez , también afines a su proyecto de continuidad en la Casa Rosada, que no pudo superar un período.
En el listado de causas que avanzan por un camino que Macri no quiere transitar – el de quedar expuesto en los Tribunales con un final abierto – se agrega la participación de su grupo familiar en Ausol, la empresa más importante de peajes
. De ese turbio entramado se derivan un aumento del 250 por ciento en las tarifas y el bonus track de las acciones que vendió la familia del ex presidente. Pasaron de 4 pesos a 75,50 con el posterior sonido de plinc, caja. Podría agregarse la venta de MacAir -que formaba parte de SOCMA- a la línea aérea colombiana Avianca que le permitió al holding una ganancia adicional de 460 millones de pesos. La más discreta de todas que sumaban un total de 11 mil millones de pesos, como informó Página/12.
En Suiza será la primera vez que Infantino y Macri se encuentren con uno de los dos afuera del poder. El suizo fue reelegido en junio de 2019 por un período de cuatro años. Cuando había ganado las elecciones en 2016 su mandato había sido más breve, porque emergió como el candidato de la presunta transparencia en la FIFA que ahora pone en duda la justicia de su propio país. El ingeniero, ya se sabe, perdió con Alberto Fernández en las PASO de agosto y después en la primera vuelta de las presidenciales de octubre pasado. Ya en junio de 2019 el jefe de la FIFA le había tendido una mano cuando lo premió, sin saber que dos meses después comenzaría el principio del fin para su amigo argentino.
En las páginas de la FIFA, acaso como un revival de aquel momento, todavía aparece la fotografía de ambos sonrientes en la ceremonia donde Infantino justificó la entrega de la distinción Living Football sin ruborizarse: “es un honor entregárselo al primer presidente, y los demás son los demás, de la gran nación argentina, Mauricio Macri”. El ex jefe de Gabinete Marcos Peña y el operador-empresario Fernando Marín miraban embelesados desde el auditorio al suizo primero y a su jefe después, que agradeció con palabras alusivas. El día de la premiación terminó con el infaltable partido de fútbol en una cancha de la FIFA. Macri e Infantino se pusieron los cortos que ahora les sentarían más cómodos para correr esquivando denuncias.
El vuelo que ayer llevó al jefe de la oposición hasta París como paso previo a su estadía en Suiza, lo había postergado en marzo cuando empezaba a extenderse por el mundo la pandemia de la covid-19. El expresidente volvió a encontrar refugio en el fútbol, como cuando empezó su carrera de dirigente deportivo allá por diciembre de 1995 en un intento por demostrarle a su padre que podía emanciparse con un proyecto propio. Aquella vez ganó las elecciones en Boca contra la fórmula de Antonio Alegre y Carlos Heller con un apoyo clave. El del dirigente radical Enrique Coti Nosiglia , quien veinte años después fogoneó en la Convención de la UCR de marzo de 2015 la alianza que le dejaría el camino despejado – como en la institución de la ribera – hacia la presidencia. Ya no la de un club de fútbol y sí la de un Estado.
Ahora a Macri le queda como consuelo el control de la organización benéfica de la FIFA. Cuando aceptó el cargo dijo: “La Fundación reconoce los desafíos extremos que enfrenta la sociedad alrededor del mundo debido al coronavirus, pero el momento de actuar es ahora”. Por eso actuó con rapidez. Se tomó un vuelo hacia París primero y Suiza después para matizar vacaciones con reuniones protocolares en la federación que preside su adulador Infantino. De paso se llevó para entretenerse los últimos dos capítulos de su libro autobiográfico, en el que a falta de uno trabajan dos de sus ex funcionarios y ghost writers: Pablo Avelluto, que supo estar a cargo de la entonces degradada Secretaría de Cultura, y Hernán Iglesias Illa, ex subsecretario de Comunicación Estratégica.