Desde Londres
El gobierno del Reino Unido dio marcha atrás con la flexibilización de la cuarentena en varias ciudades del norte de Inglaterra, una medida que afecta a unas 4 millones de personas. Este viernes, con temperaturas pronosticadas de 34 grados – un Sahara en estas islas – la policía de Bournemouth, zona playera del sur del país, anunció que bloqueará los ingresos de vehículos para evitar una repetición de las caóticas escenas de junio pasado cuando otra ola de calor llevó a un desborde total de los controles.
El jueves por la noche el primer ministro Boris Johnson hizo un llamamiento a la disciplina social en la lucha contra el coronavirus. “La única manera de controlar el coronavirus es si colectivamente se obedecen las reglas de distanciamiento social y se trabaja de modo unificado para contener el virus. Lo que le digo a la gente es: no pierdan el foco, no pierdan la disciplina, observen las guías de las autoridades y si tiene síntomas, háganse un test”, dijo Johnson.
En una señal de este endurecimiento de la posición gubernamental, el ministro de Salud, Matthew Hancock, comunicó por Twitter que a partir de la medianoche del jueves “gente de distintos hogares tendrán prohibido hacer visitas y reunirse en el interior de otras casas” en Manchester, Blackburn, Burnlet, Hyndburn, Pendle, Rossendale, Bradford, Calderdale, Kirklees y Leicester, todas ciudades del norte de Inglaterra. En 13 de las 19 zonas del país, se registraron 1536 casos entre el 20 y el 27 de este mes, tendencia que sigue al alza. El resto del país continuará permitiendo reuniones reducidas de personas de distintos hogares con un máximo de 30 personas para casos de bodas.
Otra señal del cambio de estrategia conservadora fueron las cuarentenas que afectan directamente al turismo y la aviación. En la ya alicaída temporada de vacaciones británicas, los viajeros que regresen de España, Bélgica, Luxemburgo y Croacia tendrán que entrar en cuarentena debido al aumento de infecciones en Europa. El martes, Johnson, abanderado del Brexit –la separación del Reino Unido de la Unión Europea– no perdió la oportunidad de chicanear a la UE. “Debido a la segunda ola de pandemia en el continente, los ministros adoptarán las medidas que sean necesarias”, dijo.
El pasado me condena: Trump y Bolsonaro
Los anuncios muestran al gobierno mucho más atento a los riesgos de la flexibilización y tratando de desmarcarse de Donald Trump y Jair Bolsonaro (más obvio el primer caso para el conjunto de la opinión pública) como líder responsable en su respuesta frente al coronavirus.
El primer ministro quiere borrar las críticas por su ingreso tardío a la cuarentena en marzo y su flexibilización prematura en mayo. El impacto de estos errores es contundente. El Reino Unido es el país con más muertes en la UE y está entre los que tienen más infectados a nivel mundial. El miércoles la Oficina Nacional de Estadísticas (ONS) reveló que Inglaterra tenía el más alto número de muertes en exceso (comparados con años previos) en Europa debido a la pandemia.
El líder de la oposición Keir Starmer respondió a las nuevas reglas en el norte del país enfocándose en la pobrísima estrategia comunicacional del gobierno durante la crisis. “Nadie se opone a tomar acción local para reducir la transmisión del coronavirus. Pero anunciar medidas que afectan a millones de personas anoche muy tarde por Twitter es una señal más de la crisis comunicacional que ha caracterizado al gobierno en esta crisis”, señaló.
Sindicatos y empresarios criticaron otro anuncio del gobierno, pero en la dirección contraria: la apertura del diálogo entre empresas y trabajadores a partir de este 1 de agosto para volver cuanto antes al trabajo presencial. La secretaria general de la Trade Union Congress (TUC, equivalente a la CGT), Frances O´Grady, señaló que el gobierno no podía pasarle la responsabilidad a otros de su política de salud. “Para volver al trabajo de manera segura se necesita un sistema de pruebas y rastreo del Sistema Nacional de Salud y un apoyo efectivo a los trabajadores que tengan que trabajar aislados”, dijo O´Grady.
En una línea similar se pronunció el economista en jefe de la Institute of Directors, una organización de corte neoliberal que agrupa a los directores de empresas. “No puede haber un regreso a lo loco a las oficinas en agosto. Los directores van a tener que tomar decisiones basadas en la capacidad que tengan para ofrecer un lugar de trabajo seguro”, dijo el economista Tej Parikh.
La “disciplina social” invocada por Johnson comenzó a perderse en mayo con el confuso primer relajamiento de la cuarentena y por las siguientes etapas de apertura en junio y julio que terminaron por abarcar desde restaurantes hasta gimnasios. El millón de personas que confluyó el 4 de junio en las playas de Bournemouth fue una clara muestra de que la gente no había entendido o no le importaban las aclaraciones tardías del gobierno respecto a la responsabilidad social. Habrá que ver qué pasa en este viernes caliente y playero.