Desde Londres
El gobierno británico dio marcha atrás con la flexibilización de la cuarentena en varias ciudades del norte de Inglaterra, una medida que afecta a unas 4 millones de personas. En una sorpresiva conferencia de prensa este viernes, el primer ministro Boris Johnson flanqueado por su asesor en temas médicos, Chris Whitty, indicó que además se suspendían otras medidas de normalización previstas para los próximos meses como la reapertura de casinos y la celebración de eventos deportivos. “Llegó el momento de aplicar el freno. Si la gente no sigue las reglas y se comporta con prudencia tendremos que volver al confinamiento nacional”, dijo Johnson.
En otra señal del endurecimiento de la posición gubernamental, el jueves por la noche, el ministro de salud Matthew Hancock, comunicó por Twitter que a partir de la medianoche “no se podrán hacer visitas y reuniones en el interior de otras casas” en Manchester, Blackburn, Burnlet, Hyndburn, Pendle, Rossendale, Bradford, Calderdale, Kirklees y Leicester, todas ciudades del norte de Inglaterra que registraron un inquietante aumento de los casos entre el 20 y el 27 de este mes.
Hace dos semanas el primer ministro prometía que en las navidades todos podrían abrazar a sus familias. Como le ha sucedido desde el comienzo de la pandemia, el premier británico ha tenido que cambiar sobre la marcha. En los últimos diez días este giro de estrategia conservadora afectó directamente al turismo y la aviación. En la ya alicaída temporada de vacaciones británicas, los viajeros que regresen de España, Bélgica, Luxemburgo y Croacia tendrán que entrar en cuarentena debido al aumento de infecciones en Europa. El martes, Johnson, abanderado del Brexit – la separación del Reino Unido de la Unión Europea – no perdió la oportunidad de chicanear a la UE. “Debido a la segunda ola de pandemia en el continente, los ministros adoptarán las medidas que sean necesarias”, dijo.
El pasado me condena: Trump y Bolsonaro
Los anuncios muestran al gobierno mucho más atento a los riesgos de la flexibilización y tratando de desmarcarse de Donald Trump y Jair Bolsonaro (más obvio el primer caso para el conjunto de la opinión pública) como líder responsable en su respuesta frente al coronavirus. El primer ministro quiere borrar las críticas por su ingreso tardío a la cuarentena en marzo y su flexibilización prematura en mayo. El impacto de estos errores es contundente. El Reino Unido es el país con más muertes en la UE y está entre los que tienen más infectados a nivel mundial. El miércoles la Oficina Nacional de Estadísticas (ONS) reveló que Inglaterra tenía el más alto número de muertes en exceso (comparados con años previos) en Europa debido a la pandemia.
El líder de la oposición Keir Starmer respondió a las nuevas reglas en el norte del país enfocándose en la pobrísima estrategia comunicacional del gobierno durante la crisis. “Nadie se opone a tomar acción local para reducir la transmisión del coronavirus. Pero anunciar medidas que afectan a millones de personas anoche muy tarde por Twitter es una señal más de la crisis comunicacional que ha caracterizado al gobierno en esta crisis”, señaló.
Sindicatos y empresarios criticaron otro anuncio del gobierno, pero en la dirección contraria: la apertura del diálogo entre empresas y trabajadores a partir de este 1 de agosto para volver cuanto antes al trabajo presencial. La secretaria general de la Trade Union Congress (TUC, equivalente a la CGT), Frances O´Grady, señaló que el gobierno no podía pasarle la responsabilidad a otros de su política de salud. “Para volver al trabajo de manera segura se necesita un sistema de pruebas y rastreo del Sistema Nacional de Salud y un apoyo efectivo a los trabajadores que tengan que trabajar aislados”, dijo O´Grady.
En una línea similar se pronunció el economista en jefe de la Institute of Directors, una organización de corte neoliberal que agrupa a los directores de empresas. “No puede haber un regreso a lo loco a las oficinas en agosto. Los directores van a tener que tomar decisiones basadas en la capacidad que tengan para ofrecer un lugar de trabajo seguro”, dijo el economista Tej Parikh.
La “disciplina social” invocada por Johnson comenzó a perderse en mayo con el confuso primer relajamiento de la cuarentena y por las siguientes etapas de apertura en junio y julio que terminaron por abarcar desde restaurantes hasta gimnasios. Este viernes, con temperaturas de 35 grados – un Sahara en estas islas – la policía de Dorset, zona playera del sur del país, no pudo evitar que cientos de miles de personas desatendieran las tardías recomendaciones gubernamentales, en escenas reminiscentes del caos que se vivió hace menos de dos meses en la misma zona con otra ola de calor. En la anomia que incitan el calor y el alcohol en los británicos, habrá que esperar a que pase la ola del Sahara para medir el impacto que tendrá este nuevo volantazo que da el gobierno conservador.