Se abre el libro y, de entre medio de sus páginas, cae suave una pluma verde. Sabiendo de ella tal vez se sepa mejor de él. En principio, así, bajo tal par de palabras, concluye “Atada en los espejos, Elena se peinaba”, uno de los poemas de Alberto Muñoz que puebla Mod@ Muñoz, libro de canciones y textos suyos seleccionados por Liliana Vitale. Es uno de los tantos, además, que la cantora y pianista grabó en Mamá, deja que entren por la ventana los siete mares, su disco solista de 1985. Una cosa lleva a la otra, y entonces el resto del trabajo se deja completar por temas que Vitale grabó en aquel y otros discos. “¿Qué simboliza la pluma verde?”, se repregunta a sí mismo Muñoz. Y responde: “Creo que es algo que Liliana reconfiguró inteligentemente para el espectáculo. No sé si las mujeres saben que miran verde… ¡Yo entiendo que sí!”, se ríe el escritor, psicólogo, dramaturgo y actor. Se ríe, y a la vez abre otra de las aristas vinculadas a la cuestión: la puesta en escena de textos y canciones que la cantante -acompañada por Eliana Liuni en vientos y Ana Ponce en percusión- expuso durante 2019 en Pista Urbana y que, de no haber existido la covid 19, tenía planeado hacerlo en Hasta Trilce, presentación del libro incluida.
“La verdad es que libro y espectáculo fueron dos sorpresas para mí… y a esta altura de la vida dos es mucho”, vuelve a reír Muñoz. “Escuchar aquellas canciones que compuse en otra edad y con otra edad me conmovió. '¿Yo hice eso?', me preguntaba. Y sí, es cierto que hice eso y me gustaría intentar repetirlo”, evoca. El poeta tuvo la oportunidad de volver sobre aquellas “escuchando la obra con el corazón en la boca”, según su veredicto, tras la puesta en Pista Urbana. “Liliana, la mujer que canta esas canciones, era en escena una druida. Parecía que las músicas y las letras salían de un abismo musical. Ella siempre fue así, abismal y musical”, opina sobre la cantante con quien compartió MIA entre 1976 y 1980, y proyectos en dúo como “La compañía mágica del circo”. “Además, hay una coincidencia entre el tratamiento musical que hacen Liliana y las chicas para una lírica que a veces es dramática, y a veces cómica. Digamos que en el espectáculo yo soy la cuarta mujer… disfruto viéndome así, abandonada al éxtasis de los tambores, los vientos y las voces”, se entusiasma Muñoz, trocando sexos, y tiempo pasado por un presente tal vez impreciso.
-Ya te referiste a Mod@ Muñoz, la puesta ¿Qué te sugiere el libro?
-Es una edición preciosa y conserva en el papel el espíritu del espectáculo. Todo está cuidado e incluso es un libro que se puede escuchar. Siendo cuidadoso en la comparación, se trataría de una cajita de música que, al abrir su tapa, una bailarina mueve los ojos y canta en castellano. Lo artístico está todo ahí, porque mi vínculo con Liliana, cuando nos encontramos, pasa por otro lado… por conversar de cualquier cosa menos de música y mucho menos de poesía
-Notable y paradojal…
-Es que no es necesario hacerlo porque el nuestro es un vínculo de pequeñas magias. Cuando uno habla, el otro escucha, y pudimos a través de los años conseguir eso; es mucho, a veces parece que eso fuera quererse de verdad.
Mod@ Muñoz, el libro, contiene escritos del poeta concebidos entre 1974 y 1985. Entre Saturno y El gran pez americano, para más data. “Los puentes entre estos trabajos han sido cruzados una y otra vez, y las conexiones están básicamente en el lenguaje que siempre fue un tanto oscuro, aunque buscando cierta claridad desde el centro mismo de esa oscuridad. Una oscuridad que 'toque', que cuente las cosas del mundo de otra manera: 'tocando'. Y precisamente la canción me otorgó siempre la posibilidad de ello. En Mamá, deja que entren por la ventana los siete mares, por ejemplo, no sabía bien qué decía pero tocaba, y a mí eso era y es lo único que me sigue importando: tocar. ¡No tocar música, tocar 'con' la música”, clarifica Muñoz. “El gran pez americano fue otra inauguración; la del teatro en la canción. La de la voz como personaje, historias narradas y cantadas. El cantante-actor en la voz. Y mucha disciplina, mucho rigor, mucho ensayo, mucha improvisación y poner en escena la vida teatral”.
-Hablando de mares, hay en tus poemas un montón de palabras de una u otra manera asociadas al agua: hielos, lluvia, nieve, rocío, charco, río, sangre, saliva, vino, marea, gota, manantial, etc.
-Toda mi vida estuvo ligada al río; tengo una morada en la isla… La mitad de mi cerebro es continental y la otra mitad insular. A propósito, extraño estar allí.
-¿Tal vez por esto arrancás el prólogo diciendo que no es frecuente la práctica de la alegría?
-Y por muchas cosas… ¿Qué entender por alegría? Bueno, encontrar, descubrir, perder, regar, besar, cuidar al animal, mover mucho la lengua, no dejar que se apague el pabilo de la vela. Y nada de esto es fácil como práctica, porque estamos en un cachivache de negocios, lejos ya de una órbita que comprenda el alma, el espíritu, la letra. Estamos en un mercadito que vende fruta y verdura envenenada, ¿qué vamos a pedir? ¿Qué vamos a exigirle a la bolsa de valores?