“Nadie tiene la obligación de hacer nada en la vida”, declara Robert Sheehan, con la amable autoridad de un gurú del mindfulness. El pelo del actor irlandés no luce tan salvaje como aparece en la segunda temporada de The Umbrella Academy, que acaba de subir a Netflix (ver aparte) y en la que su personaje Klaus se convierte en el líder chamánico de un culto en el Estados Unidos de los años sesenta. Pero aún conserva el aire de alguien que ha pasado algún tiempo en la colonia india de Goa, alguien que medita regularmente; alguien que, de un modo lleno de significados, está en paz consigo mismo.
La charla se lleva a cabo a través de la plataforma Zoom, unos días después del anuncio de Kanye West de que se plantea presentarse a la carrera por la presidencia. Ante la sugerencia de las celebridades tienen la responsabilidad de usar sus plataformas para el activismo político, Sheehan manifiesta su desacuerdo. “Solo porque alguien se vuelve famoso, eso no lo obliga a convertirse en un político”, señala. “No deberíamos esperar nunca eso de la gente. Esperar una actividad política de alguien que no está cableado de esa manera es como esperar que tu perrito haga dobles saltos mortales. ¡Algunos Jack Russell pueden hacerlo! Pero otros no. Y otros simplemente no quieren hacerlo”.
El intérprete de 32 años se cuenta a sí mismo entre los no-políticos. “Nunca estuve particularmente cableado para lo política, lo cual en sí mismo es algo así como un lujo”, dice. Pero eso solo es verdad a medias. Las páginas de redes sociales de Sheehan proveen una rápida instantánea de sus ideales, que pueden interpretarse a partir de sus donaciones al fondo del movimiento Black Lives Matter, y a entes que recaudan fondos para mujeres afroamericanas trans sin hogar. También suele apoyar a la industria del teatro, donde una vez hizo sus primeros trabajos.
Pero en realidad fue en la televisión donde Sheehan accedió a la fama, como el jocoso Nathan en el drama de superhéroes antiheroicos Misfits, casi una década atrás. Ahora describe ese proyecto como “una memoria llena de amor, hermosa”, pero The Umbrella Academy significó un juego muy, muy diferente. De acuerdo a las propias estadísticas de Netflix, la primera temporada de esta oscura producción de ciencia ficción sobre una familia disfuncional de superhéroes fue vista en más de 45 millones de hogares. La performance de Sheehan como Klaus, un drogadicto pansexual que puede comunicarse con los muertos, fue a menudo señalada por los críticos como una de las mejores del programa.
Sheehan ha admitido previamente que sacó provecho de su celebridad, aludiendo brevemente a algunos encuentros sexuales con fanáticas femeninas. Quizás hay algún paralelo entre el culto a la personalidad que Klaus establece en el segundo año de The Umbrella Academy y la propia experiencia del actor con la fama. “Es gracioso que digas eso, porque antes de Umbrella Academy… no, no mucho”, contesta. “Aparecés en la premiere, pero todo el griterío y la histeria de los fans puede ser simplemente parte del espectáculo, del desfile. Pero después de Umbrella Academy tomé parte de un par de eventos en Norteamérica, uno en Montreal y otro en Chicago, y por momentos sí, fue un poco como un culto”.
Ahí el actor hace una pausa. “No es que me haya vuelto medio cultista”, agrega. “No es que la gente empezó a tomarme como una especie de líder o algo así. Pero se puso intenso, y hubo un montón de lágrimas adolescentes.” Para todo su artificio de ciencia ficción, parecería que The Umbrella Academy se las arregló para conectar con la gente en un nivel bastante más profundo. “Hubo un hermoso derroche de emoción por parte de la gente más joven, y los jóvenes queer, que señalan que el retrato de Klaus realmente los ayudó, o los ayudó a asumir su identidad”, explica. “La gente encontró un gran significado en eso, y como actor no podés pedir nada mejor que eso”.
Tanto en Klaus como en el Nathan de Misfits, Sheehan ha mostrado excelencia en imbuir a personajes ostensiblemente colocados como alivio cómico de una aura sincera y con sustancia. Pero hay mucho por decir sobre la comedia en sí, por el modo en que modeló ese libertino que se pavonea en pantalla, y que lo llevó a apropiarse de esos roles. Se le pregunta por algo que aparece en su página de Wikipedia: que, mientras crecía en Portlaoise, Irlanda, pasó un año haciendo stand up. El se ríe. “Es una pena que tenga que pinchar esa burbuja. Me encantaría mantener vigente ese mito, esa leyenda… una mentirita sobre mi pasado”. En la realidad, “mi breve escarceo con la industria de la comedia” se limita a un corto tiempo que pasó como promotor de espectáculos (“Solía ser bastante emprendedor cuando era joven”), actividad que implosionó cuando se escapó de su tercera presentación para protagonizar un cortometraje en Dublin.
Con cuidado, rebate la noción de que un rol queer como el de Klaus debería ser interpretado por un actor queer. "Pienso que si implementaras una regla tan rápida y rígida te estarías negando a vos mismo ciertas perspectivas interesantes, algunas performances futuras interesantes", señala. Sheehan se alimenta de perspectivas diferentes: habitó unas veinte diferentes para escribir un libro de cuentos breves caracterizados por distintos personajes, un proyecto que llevó a cabo durante la cuarentena. Ciertamente parece una persona con interés en ver dentro de la cabeza de otros.
El actor no comparte el estilo impulsado por sustancias de Klaus, pero sí muestra una desconfianza de persona en viaje de ácido por la realidad circundante. El año pasado, en una entrevista con Vice, el actor fue citado diciendo que los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001 eran parte de "una operación encubierta del gobierno estadounidense". Ahora lo describe como "una declaración fuera de contexto" y "algo aderezada", pero agrega: "Creo que todo lo que no sea la línea que baja el Gobierno puede ser descartada bajo la etiqueta de la 'teoria conspirativa', y no creo que sea de gran ayuda, todo lo que se etiqueta con esas palabras queda degradado. Hay teorías conspirativas que dicen que la Luna es una construcción humana que dispara hacia nosotros rayos para controlar la mente. Y otras conspiraciones sobre vida en otras galaxias, y más allá del universo".
Continúa, claramente intrigado por el tema. "Extraterrestres, man. Formas de vida que intuyo con bastante justicia que existen. Creo que la teoría consprativa de los aliens ha sido empujada al fondo de la conversación global. Fue escondida de la vida disminuyendo su credibilidad. Creo que hay comunidades que están preocupadas por el hecho de que hemos madurado tencológicamente hasta el punto de que tenemos bombas que pueden destruir el planeta entero, pero espiritualmente, emocionalmente, no hemos madurado al mismo ritmo. Sólo hemos progresado tecnológicamente."
En este punto, su gurú interior está a toda marcha. "Es asombroso el modo en que el ego humano puede ser una máscara. Como especie nos han empujado un poco en la dirección de 'Estás solo, no hay nada más en el universo como vos, no te preocupes por eso'. Querido, eso es solo el ego hablando. Solo el ego hablando." Para traer la conversación de vuelta a nuestro sistema solar, le pregunto por John F. Kennedy. No hay ánimo de spoilear la segunda temporada de The Umbrella Academy, pero no podés ambientar una serie de TV en Dallas en 1963 sin tocar de un modo u otro el asesinato del presidente. ¿Suscribe Sheehan a algo de la letanía de teorías conspirativas que rodean a la muerte de Kennedy? "Me gustaría dar una opinión cuando me sienta informado", responde. "Tener una opinión cuando hiciste un poco la tarea y se siente bien en tu corazón. Si escupís cualquier cosa -especialmente a miembros de la prensa- no estás ayudando en nada. ¿Sabés? No hay que tirar cualquiera al azar". No hace falta ser un gurú para pecibir que son sabias palabras.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.