Cierta vez, Mario Vargas Llosa se quejó por la existencia de un Noam Chomsky en Estados Unidos. ¡Justamente en el corazón de la democracia y el libremercado! No podía ser, se ofuscaba. ¿A dónde iremos a parar? Estaba mal informado el más que ardientemente neoliberal y capitoste de la Fundación Libertad. En USA hay muchos que están en contra del neoliberalismo, esa forma financiera de ese capitalismo depredador que se impuso en el mundo a partir de la caída de la URSS. Desde hace un año (o algo así) se desarrolla en el país imperial una organización que se ha puesto por nombre Patriotic Millionaires. O sea, Millonarios Patrióticos. Se opusieron a Bush cuando les quiso bajar los impuestos a los poderosos. Se reunieron con Obama y le comunicaron sus ideas. Piden algo que –a primera vista- parece insólito. Que les aumenten los impuestos y ese dinero se reparta entre los pobres y los que no tienen trabajo. Eso piden. Esa es, en lo esencial, la plataforma básica que sostienen. Su presidente llegó a declarar: “Prefiero pagar más impuestos y no terminar ahorcado”.
Sucede que los poderosos de este mundo son ciegos, son torpes y, sobre todo, son egoístas y mala gente. Parecen ignorar que el capitalismo está devastando el planeta. Que sus industrias lo envenenan. Que la desigualdad entre sectores y clases y subclases sociales es abismal. Que un diez por ciento tiene la riqueza que no tiene el noventa que resta. Carecen de sentimientos humanitarios. Destilan un desdén absoluto sobre los que están debajo de ellos en la escala social. Tienen billetera, no tienen corazón. Ya se sabe.
Parecen ignorar que tal vez el mundo no puede continuar así. Que habrá rebeliones, que los que marchan contra el racismo también marchan contra el sistema que lo sostiene. Cuando el presidente de Millonarios Patriotas dice que no quiere terminar colgado es porque sabe que este sistema basado en las finanzas, en la usura internacional, tendrá que explotar alguna vez. O por el calentamiento global. O por el hartazgo de los pueblos. Pero estallará. Y no por la pandemia. La pandemia terminará, habrá por fin una vacuna y ahí se verá qué hace con ella el capitalismo, que por naturaleza distribuye mal, atiende primero a los bancos y a los ricos y luego a los que siguen (si alcanza).
¡Qué bien nos vendría tener en nuestro país una organización como Millonarios Patrióticos! Pero no, aquí, el poder está híperconcentrado. Está en pocas manos que tienen muchos y fuertes tentáculos. Dominan el poder mediático, que es el sujeto absoluto de nuestros tiempos. Y colonizan la subjetividad del vasto universo receptor. La conciencia de la población receptora es pasiva, recibe de lleno los significantes del poder. Respalda a empresas multinacionales que no le ha dado ni nunca le dará algo. Es el patético sujeto-sujetado. Yo creo ser otro que nunca seré porque apoyo sus intereses. ¿O no han salido a cacerolear en defensa de la multinacional Vicentin? ¿Tienen acciones ahí? No tienen nada. Tienen cuotas, muchas cuotas, la limosna que los poderosos dejan caer sobre los del medio y –si es posible- los de abajo. Aunque raramente es posible. Al final terminan devorados por los intereses de la usura financiera. Pero no importa. Ellos se sienten en la cumbre cuando cacerolean por una multinacional.
El que se va a París y a Suiza en business class es el niño mimado de las clases altas y las medias atontadas de este país. Macri es un personaje con reminiscencias monárquicas. “Si no tienen pan que coman pasteles”, dijo célebremente María Antonieta ante la furia del pueblo francés sublevado. Le cortaron la cabeza. MauMac tendrá otro destino. A nadie se le debe emancipar su cabeza con una cuchilla descendente. Pero sabe irritar. ¡Ah, el viaje a París! Que revienten los que se quedan en ese país que arruiné. Yo me voy. Aquí se respira el aire de la democracia. Se va, es cierto, porque aquí tiene problemas judiciales. Pero sobre todo le gusta irse para refregarnos en la cara su condición monárquica, su condición de privilegiado ciudadano del mundo.
Muy lejos está MauMac de los Millonarios Patrióticos. Y otros poderosos de este país también. En fin, casi todos ellos. Odian al populismo porque odian al pueblo. Los siguen entre mansos y fascinados los sectores medios. Que viven un drama ontológico: abominan de su ser. Porque no quieren ser lo que son (clase media), quieren ser lo que no son ni serán jamás (clase alta) y tienen terror de ser lo que todavía no son (clase baja). Pero el sistema que bobamente apoyan es el que más puede llevarlos a la ruina, al hambre. A eso que tanto temen ser, pobres.