El estudiante universitario Carlos Enrique Mosca Alsina fue secuestrado y desaparecido de la vuelta de su casa el 4 de agosto de 1976, en la ciudad de Salta. Había salido a comprar cigarrillos, alguien lo vió cuando se acercaba a un automóvil. En ese punto se pierde su rastro.
Su desaparición fue también la muerte pública de su madre, que “no apareció más” en la calle, porque la ganó la depresión. En cambio, su padre lo buscó en cuanto lugar pudo, y hasta fue engañado y burlado por los represores, que se aprovechaban de su dolor para pedirle dinero a cambio de datos del joven, que siempre eran falsos.
Carlos estudiaba abogacía en San Miguel de Tucumán, donde vivía con otros estudiantes salteños, Rubén Manoff, Gustavo Imberti y Jaime Kulisevski, y, solo por un breve período, con Sergio Gonoraski. Los tres primeros tenían militancia estudiantil y en el Partido Socialista de los Trabajadores (MST). En diciembre de 1975 sufrieron un atentado en su casa, luego de que alojaran a un militante de la Juventud Guevarista que finalmente fue asesinado por la represión estatal.
Este hecho convenció a Manoff, Imberti y Kulisevski de que debían salir de Tucumán y de Salta. Pero Mosca Alsina, “Mosquita”, como le decían, creía que no corría peligro porque no tenía militancia y decidió quedarse con su familia, y continuar sus estudios en la Universidad Católica de Salta. En ese período él y Gonoraski fueron presionados por el entonces jefe del área de Seguridad de la Policía de Salta, el represor Joaquín Guil, exigiéndoles que convencieran a sus compañeros para que se entregaran.
Mosca Alsina trabajaba en el Instituto Provincial del Seguro. Tras el golpe del 24 de marzo de 1976 había guardias de la Policía y el Ejército, y también civiles. “Vigilaban a todos los empleados. Se comentaba que hacían informes de cada uno”, contó Ana Laura Cruz en el debate oral en la Megacausa Salta.
Cruz también trabajó en el IPS y sufrió incidentes que la llevaron a convencerse de que tenía que exiliarse, dado que era militante peronista y del Sindicato del Seguro. Entre otros hechos, un día, en julio quizá, alrededor de las 5 de la mañana, en su departamento del barrio Casino, fue testigo del secuestro del vecino de al lado, luego supo que era el estudiante Pedro Tufiño, desaparecido. Cuando escuchó los ruidos de los hombres subiendo, Cruz sintió tanto temor que no pudo siquiera moverse, pensó que iban por ella.
Cruz guarda un recuerdo vívido de Mosca Alsina, y más todavía de su padre, quien la “impresionaba”, porque “iba muy compungido. Yo lo recuerdo así, de ir con la cara muy dolorida, o acongojado, a preguntar si sabíamos algo” de Enrique.
En agosto también fue secuestrado el arquitecto Ramón Gerardo “Chicho” Gallardo, un militante del PRT que acompañó el gobierno del también desaparecido Miguel Ragone ocupando el cargo de director de Planificación Urbana de la gestión del intendente de Salta Capital, Gerardo Bavio. Fue él quien introdujo por primera vez en Salta el concepto de planificación urbana para mejorar los barrios y los servicios, desde la periferia hacia el centro, “comenzando por los barrios más pobres”, según recordó Bavio. Fue secuestrado y desaparecido el 5 de agosto de 1976, cuando iban camino a su casa en el residencial barrio Tres Cerritos de Salta Capital.
El 10 de agosto de 1976, en el barrio SUPE (de obreros de YPF) en General Mosconi, fue secuestrado el militante sindical y peronista Jorge René Santillán. El mes anterior él y su hermano Alfredo, también militante de la JP y sindical, habían sido despedidos por YPF, en un grupo de entre diez y quince trabajadores a los que les llegaron telegramas de Buenos Aires notificándoles las cesantías “por razones de seguridad”.
Cinco hombres de civil, pero con botas militares lo arrancaron de la casa que compartía con su mujer, Irma Prado, su suegra y sus cuatro hijos. Toda la familia (con la salvedad de las dos nenas más chicas) luchó con los secuestradores por casi dos horas, hasta que lograron amarrar a Santillán, lo metieron en un automóvil y lo llevaron primero a la sede del Regimiento de Infantería de Monte 28 de Tartagal, donde fue visto por el detenido político Jesús Domínguez, y luego lo mataron. Los restos de su cuerpo, sometido a una explosión, fueron encontrados en el camino que conduce a Acambuco, en el norte de la provincia.
También en agosto fue secuestrado y desaparecido el joven militante de la JP, y se cree que de Montoneros, Néstor Miguel Díaz, “Pablo” para sus cercanos. La patota lo sacó de la casa de sus padres, en la calle Arenales al 133 de la capital salteña, la madrugada del 12 de agosto de 1976. Su mujer, Elsa Yolanda Sierra, con quien tenían una hijita todavía bebé, lo buscó en distintas dependencias policiales y hasta interpuso un recurso de hábeas corpus. En la Federal se encontró con uno de los secuestradores, que la amenazó.
A la madrugada siguiente el militante montonero Oscar Alberto Bianchini, fue arrancado de su casa, del barrio Tres Cerritos. Sus familiares no le conocían actividad política, pero en la Megacausa Salta quedó demostrado que los represores realizaron inteligencia sobre él y lo buscaron hasta encontrarlo en la casa paterna. Los hombres que lo llevaron, armados, con sobretodos oscuros “amarronados o verdes” y se movilizaban en automóviles Ford Falcon.
Ni el padre ni el hermano de Oscar, Carlos Alberto Bianchini, estaban en la vivienda familiar esa noche. Noemí, la madre, pidió ayuda a un amigo, José Luis Salazar, quien solo consiguió una amenaza de parte de Guil y del comisario Abel Vicente Murúa.
Ni la Policía de Salta, ni la Federal, ni el Distrito Militar se avinieron a recibir la denuncia de la familia. Al final, dos días después del secuestro, pudieron hacer la presentación en la Comisaría Tercera de Tres Cerritos, donde se desempeñaba el cuñado de Oscar.
Aunque la familia siguió intentando saber su destino, nunca recibió información alguna. En la Megacausa Salta el hermano de Oscar contó que sus padres lo buscaron siempre, que sufrieron tanto que su madre perdió la razón y se había convencido de que Oscar seguía vivo. Contó que en sus últimos años, cada vez que iba a visitarla le preguntaba por él, “¿Cómo está Oscar?”, repetía cada vez. Al principio Carlos trataba de sacarla del error, pero finalmente terminó por aceptar esa ilusión: “Oscar te manda saludos”, respondía en cada visita.
En 2013 la justicia federal salteña condenó a Carlos Alberto Mulhall y Joaquín Guil por la privación ilegítima de la libertad y el homicidio de Bianchini, Díaz y Mosca Alsina. Mulhall era jefe del Área 322 del Ejército y Guil era jefe de Seguridad de la Policía de Salta. Por Bianchini y Díaz también fue condenado el comisario Víctor Hugo Almirón como partícipe secundario de los homicidios de ambos jóvenes. Por la desaparición de Gallardo fueron condenados, Mulhall, Guil y Miguel Raúl Gentil, que era jefe de la Policía de Salta. Por el asesinato de Santillán fue condenado quien fuera jefe del Regimiento de Monte de Tartagal, Héctor Ríos Ereñú.