El Reino Unido puede ser dividido en dos facciones: aquellos que aman Line of Duty y aquellos que aún no se han enamorado de Line of Duty. Sin dudas, no hay un término medio, un campo neutral; una vez que el espectador es mordido por esta particular serie policial de la BBC, es prácticamente imposible evitar el ser consumido por el apasionante tejido de tensiones bien construidas, fascinantes caracterizaciones y asombrosas revelaciones que realiza Jed Mercurio, y que ya se creían perdidas en las ficciones televisivas.
En un momento en el que la grilla televisiva aparece recargada de dramas que construyen su camino aparentemente sin mayor dirección hasta una conclusión poco satisfactoria, Line of Duty viene cargando a los proveedores de cable con una prueba de calidad tras otra, luego de un humilde comienzo en la cadena BBC Two en 2012 (para la cuarta temporada fue promovida a la BBC One). La serie sigue los pasos de la AC-12 una escuadra policial de ficción que está asignada a descubrir los casos de corrupción dentro de la fuerza de policía, integrada por los detectives Steve Arnott (Martin Compston), Kate Fleming (Vicky McClure) y el Superintendente Ted Hastings, interpretado por el siempre confiable Adrian Dunbar. Cada temporada presenta a un nuevo personaje al frente y en el centro de su investigación. En el comienzo era Tony Gates (Lennie James), seguido por ese robador de escenas llamado Keeley Hawkes como el detective Lindsay Denton. Lo siguió Daniel Mays, como el Sargento Danny Waldron. El nuevo personaje que tendrán bajo su investigación en esta nueva serie de episodios es la inspectora jefe Roz Huntloey, interpretada por Thandie Newton, una actriz que cimentó una legión de seguidores gracias a su performances en el drama de HBO Westworld, que le valió una nominación al Globo de Oro el año pasado.
Eso es todo, así de simple. Solo que en Line of Duty nada es tan sencillo. Al echar un vistazo y reflexionar sobre la temporada pasada, parece claro que Mercurio utilizó el año del debut -el programa más visto de la BBC en los últimos diez años- como una oportunidad para montar tramas que traicionan todo lo que uno creía saber en el comienzo. A través de los subsiguientes capítulos, el creador se fue volviendo adepto a destrozar en pedacitos las expectativas del público de una manera que la televisión suele intentar sin tanto éxito: no sorprende saber que Mercurio es uno de los pocos guionistas ingleses que trabaja de manera similar a los showrunners estadounidenses.
Después de sólo 18 episodios, Mercurio creó todo un gran abanico de personajes para elegir, entretejiendo hilos sueltos de la trama de maneras sin precedentes; todo ello mientras se resiste a caer en resoluciones fáciles que se rompen al menor esfuerzo. Con cada nueva temporada, Line of Duty ha elevado las apuestas de manera tan dramática que se hace difícil decidir si se puede resistir hasta el próximo capítulo; cada espectador lo maneja a su manera, pero Mercurio le dio forma a una serie que reposa en los recursos que permite la era del iPlayer y Netflix. Es necesario dar un consejo: no es conveniente dejar un capítulo para ver en un reproductor portátil camino al trabajo. Esta serie merece ser vista con las luces bajas, el teléfono apagado y la atención concentrada exclusivamente en ese rectángulo televisivo delante de los ojos. Es eso o entrenarse en la práctica de contener los gritos y exclamaciones en un transporte público atestado, algo que llega a su mayor extremo en los momentos finales del primer episodio de la cuarta temporada.
La BBC puede ser hogar de otras producciones con inmensas y exitosas propiedades (Sherlock, Peaky Blinders), pero más allá de la indiscutible calidad de esos programas, también tienen sus refutadores y críticos, quizá debido a los apenas velados esfuerzos por seducir al público de Estados Unidos (en el primero) y la (encomiable) resistencia del segundo a conformar al público de masas. Line of a Duty es una de esas rarezas, un show que es visto por las masas sin predicar nunca para las masas. Con cuatro temporadas en su haber, la serie ofrece momentos de suspenso al viejo estilo de maneras muy novedosas, sin perder su aspecto británico. Por una vez, el espectador se siente en buenas manos, y sabe que esta vez no será conducido a una resolución insatisfactoria: solo queda esperar algunos años más de semejante producto de excelencia.
De The Independent de Gran Bretaña. Especial para PáginaI12.