Hace tiempo que se confirma que el Capitalismo tiende hacia el Estado de excepción. Lo que antes exigía el golpe militar clásico, ahora se desplaza y se condensa en un poder que constituye un conglomerado de corporaciones, grupos financieros y conexiones internacionales.
Este nuevo "Soberano" decide sobre la vida y la muerte de la población. Denomino con el neologismo "nopolítica" una modalidad donde la política ya no tiene punto de anclaje. Va hacia una deriva sin límites donde la relación con la verdad, la ética, los legados históricos quedan suspendidos sin necesidad de declarar el estado de sitio.
Las condiciones de posibilidad para estos dispositivos de poder exigen de una novedad. Esta novedad consiste en que la paranoia, el odio y la sospecha querellante que la acompaña (todos elementos constitutivos de la llamada personalidad) puedan transitar y crecer exponencialmente a través de los vínculos sociales. La tesis de Lacan: la paranoia es la personalidad y su fórmula definitiva, todo el mundo delira. Esto parece cristalizarse en un mundo donde cada vez más hay sujetos que más que demandar sus derechos democráticos piden que sus delirios sean reconocidos.
Si bien la paranoia y la ultraderecha no tienen el patrimonio original del odio y la paranoia, no obstante saben explotar estas dimensiones del ser hablante en una nueva economía de sentido. La ultraderecha actual renació convencida que lo que ellos llaman libertad está amenazada por un peligro terrible inventado por ellos mismos. La primera forma de este delirio "nopolítica " fue Venezuela.
En países donde muchos de sus ciudadanos hubieran tenido serios problemas para señalar a Venezuela en el mapa, las derechas que antecedieron a la ultraderechas actuales esgrimieron de un modo eficaz que el país caribeño se había infiltrado en la nación europea a partir de algunos de sus representantes. De este modo Corbyn, Melenchòn, Podemos; no solo eran chavistas, sino que llevarían a sus naciones europeas a las condiciones de Venezuela.
Si en la "guerra fría " ya existían las fake news, éstas tenían aún una correlación con la lógica de la contienda. Lo de Venezuela fue un gran momento delirante de la Nopolítica. Por ello, está Nopolítica no puede valerse de cualquiera, exige que sus representantes participen de la paranoia y la "debilidad mental". Entendiendo debilidad mental en un sentido Lacaniano, nada que ver con un déficit orgánico sino como una subjetividad flotante, sin ningún amarre a nada, si sujeción a la ética y de vocación transgresora y desinhibida. Por supuesto una de las posibilidades que inaugura está horrible pandemia con el crujir civilizatorio que la acompaña es que esta Nopolítica sea lo que termine ocupando el centro de la escena en la mundialización del nuevo estado de excepción propia del Capitalismo contemporáneo. Cuidar de lo político es ahora más que nunca un freno a la locura peligrosa. No hablamos del loco real que en una insondable decisión eligió ser libre más allá de toda apariencia, sino de la locura mala que ve en la vida solo un fondo disponible para sus maquinaciones.