Jugador de toda la cancha, el Chacho Echenique arrancó como futbolista en Juventud Antoniana, pasó a la primera de Lanús y de allí al San Lorenzo de los cara sucias, pedido por el mítico director técnico Juan Carlos “Toto” Lorenzo, pero por problemas contractuales se fue a jugar a San Martín de Tucumán. En esa provincia, ganó el Nacional del 63 “no una, sino dos veces en la misma semana”, contó el Chacho en una anécdota imperdible.
Todo eso ocurrió entre 1961 y 1967, año en que dejó el fútbol para dedicarse a la música, otra de sus pasiones, y formó el Dúo más famoso y reconocido de Salta, convirtiéndose en la voz de Gustavo “Cuchi” Leguizamón, Manuel J. Castilla y Armando Tejada Gómez.
Cuando jugaba en Buenos Aires conoció y cantó con su futuro compañero de dúo, Patricio Jiménez, con quien se reencontraría en Tucumán en la mítica peña El alto de la Lechuza. Fue él quien le presentó al Cuchi Leguizamón.
En el festejo de sus 81 años, el pasado 21 de julio, bajo una estricta cuarentena en la Ciudad de Buenos Aires, recibió, entre otros saludos, el de la comisión directiva de Lanús con un video en donde el coro de voces granates cantó Doña Ubenza.
“Él es una parte de nuestra historia, maravillosa, cultural, como para explicar cómo carajo se puede hacer el Dúo Salteño siendo un jugador de fútbol, solamente él”, comentó César Luis Menotti en un mensaje que le envió para su cumpleaños.
El ex DT campeón del mundo en 1978, asoció el fútbol y la música de esta manera: “las dos cosas se pueden representar entre el futbolista, la pelota, la hinchada y el Dúo Salteño con el Cuchi, una guitarra, un piano y la gente”. “Gardel pudo haber jugado al fútbol, sin dudas pudo haber jugado al fútbol”, culminó.
Quizás como otra forma de celebrar la vida de un grande de la cultura, Salta/12 entrevistó al Chacho Echenique tras su cumpleaños 81. Habló de fútbol, de música, y de política.
Consideró que la llegada de Néstor Kirchner “es de lo más importante que tuvimos”, y que Alberto Fernández “es la persona justa para este momento”.
Con 81 años sigue componiendo e ideando nuevas creaciones que “pinten la vida de la Puna, donde también me crié y están mis antecedentes”, o la “Chacarera del infierno”, dedicada a Gustavo Leguizamón, “el gran maestro”.
- ¿Cómo llegaste a la música?
- Por el fútbol. Yo vine a Buenos Aires para jugar en Lanús a préstamo, como nos ha pasado a todos, pensando en el porvenir, aunque la música siempre estuvo en mí. Porque la sensibilidad hacia la música no sólo te permite escuchar, sino emocionarte, como cuando escuchaba a Carlitos Gardel.
De entrenar en Juventud me llevaron a Lanús, ya había jugado contra River en la cancha de Gimnasia y Tiro representando a la selección salteña y hasta habíamos salido subcampeones de un Nacional (N de la R: en 1962 el seleccionado de la liga salteña perdió contra su par cordobés la final de la Copa Presidente de la Nación).
En Buenos aires conocí a un amigazo, Osvaldo Daruich, que juntaba a los salteños en un kiosco que había en Pellegrini y Cerrito, cerca del Obelisco. A Patricio lo conocí ahí, en el Auditorio Kraft de la calle Florida, que era un subsuelo donde se hacía teatro. Ahí también la conocí a Mercedes Sosa.
Patricio había ido a cantar con un conjunto y esa noche estaba solo, así que cantamos juntos y Mercedes tocó el bombo también y recuerdo que después me dio un abrazote.
A fin de año, cuando terminó el campeonato, me volví a Salta porque terminaba el préstamo y no me dijeron nada si pagaron o no para seguir. Ahí surgió San Martín de Tucumán con quien firmé un pre contrato por si no salía lo de Lanús, que al final me compró, así que volví a Buenos Aires.
La cuestión es que ahí yo ya no supe qué pasó con tanta vuelta de contrato, me vinieron a hablar de la comisión de San Lorenzo y después vino el mismísimo Toto Lorenzo a decirme que ya estaba todo solucionado y que iba a jugar para ellos.
Salí hasta en la tapa de la revista “El Ciclón”, así que era otro mundo. Me tocó jugar dos partidos de verano contra Boca y el River de Amadeo Carrizo. Pero cuando llegó el momento de jugar los partidos oficiales me avisaron que no podía jugar por un problema en la AFA por mi pase.
San Martín, Juventud y Lanús pusieron trabas porque los tres clubes decían que yo era de ellos y AFA tenía que dictaminar a quién pertenecía. Así me pasé todo el campeonato esperando que se resuelva y sobre el final dictamina que soy jugador de Juventud Antoniana pero que me compraba San Lorenzo.
Lo que yo sé es que le dieron ocho cheques al club, ni siquiera se de cuánto, yo no vi un peso. En el medio, como no podía jugar en San Lorenzo pero sí en otro club, me fui a jugar a Estudiantes de Olavarría, donde salimos campeón y de ahí ya me voy a San Martín, y en Tucumán empiezo a convivir de nuevo con la música.
-Pero también saliste campeón de un Nacional jugando para Tucumán
-(Risas) Sí, ya a la vuelta, en el 63' cuando estaba dejando el fútbol, que fui a jugar a San Martín, ese año me fueron a buscar y me sacaron de El alto de la Lechuza, una peña como la de Balderrama, acá en Salta (se ríe de nuevo, recordando el momento).
Le ganamos a la liga de Bahía Blanca la final 1 a 0 allá, ellos estaban muy ilusionados y la cancha estaba llena. Los únicos hinchas nuestros eran cuatro marineros que estaban ahí haciendo la colimba en Punta Alta, los querían matar.
Pero lo gracioso es que había discusión entre los que armaban el equipo bahiense y la prensa, entonces nos ofrecieron otro partido pero con un equipo con cambios hechos por los periodistas. Y como era buena plata, varios nos quedamos a jugar y les metimos esa vez 3 a 1. Así que ganamos dos finales, éramos campeones completos.
-Y a la vuelta ya te metés más en la música
-Claro, porque el dueño de El alto de la Lechuza, don Pedro Aredes, que era fanático de San Martín, se acercó al vestuario y me dijo que sabía que cantaba, y me invitó. Ahí conocí a su hijo, que era guitarrista, entonces empecé a habitar ese lugar y conocí la noche y me metí más con la guitarra y el folclore.
-¿Y tu encuentro con el Cuchi?
-Bueno, con Patricio nos hicimos muy amigos, hicimos unas zambitas que las grabamos y después al tiempo vino el encuentro con el Cuchi en Salta. Patricio me invitó a un asado en la casa del hijo de Juan Riera, que era muy amigo de Manuel Castilla. Era en un pasaje de la calle Caseros, ahí por donde está el Colegio Salesiano.
Cuando el Cuchi nos escuchó cantar empezó chocho a los gritos y a decirnos “pero habría que hacer esto aquí”, así que nos juntó, porque a él lo que más le gustó armonizar siempre eran dúos. De ahí nació la comunicación, compusimos y aprendimos un montón, yo tengo unos casetes en donde él pega unos gritos de loco, no nos entendíamos ninguno (se ríe).
Yo le decía Cuchi y Patricio siempre me corregía, “hay que decirle doctor”, así que empecé a decirle doctorazo. Como yo venía del fútbol, no conocía la dimensión de ese personaje.
Era un tipo con una personalidad muy fuerte y ver esas manazos metidas en el piano era rarísimo. Hablaba y te escupía, un tipo muy peculiar.
-¿Se hablaba de política?
-Sí, yo ya cuando jugaba en Lanús compartía pieza en la pensión Esterlinas, en la Mitre y Talcahuano, con un chico estudiante, un tal Di Paolo, que me prestaba el diario Nuestra Palabra, que era del Partido Comunista, yo no entendía nada, pero empezaba a escuchar sobre la problemática de clases y qué pasaba con los movimientos. Así fui tomando un poco de conciencia de lo que pasaba, porque yo venía de otro mundo.
El Cuchi yo creo que desde su posición, porque venía de familia patricia, creo que se fue conmoviendo por su profesión de abogado y desde el arte. Viendo la problemática de la pobreza y al estar con Manuel (Castilla) y la literatura, eso seguro lo fue ubicando.
Pero siempre se mantuvo más por las cuestiones estéticas, era un tipo de una magnífica percepción musical, que escribía muy bien música y a eso hay que agregarle el talento que ya traía él.
-¿Y cómo surgen los temas de protesta como Tiempo de mayo?
-Eso ya viene más de parte mía y el poeta Armando Tejada Gómez, que yo no lo conocía, pero después de un concierto en Buenos Aires nos invitó a su casa y nos hizo un puchero a lo mendocino.
Armando era un poeta definido, de tendencia popular y quería que yo meta canciones así, pero yo no estaba para eso, entonces le di la idea que lo haga con el Cuchi, que era el maestro. Así que empezamos a trasladar ideas, nosotros los unimos un poco, pero no era fácil, porque eran políticamente diferentes.
La canción de Tiempo de mayo surge así, ellos dos escribiendo y en el medio nosotros, “esto no es poesía, es panfleto”, me decía el Cuchi, que le ponía la música, era un quilombo y yo gastando llamadas de teléfono de un lado al otro.
Un día le dije a Armando, apuntemos alto a la poesía con este personaje del Cuchi, y de ahí salió Zamba del laurel, y tampoco le gustaba, porque también era una vaca sagrada y yo un chango que quedaba en el medio. Menos mal que en el escenario no opinaban ellos, mandábamos nosotros.
Fueron seis años de llevar y traer para que compongan el Canto popular de las comidas y al final no terminó en nada y lo terminamos haciendo solos con Armando en Mar del Plata, porque él tenía que estar en el piano.
-¿Y Doña Ubenza?
-Bueno, viene así, yo estaba en Buenos Aires, un poco la vio Tejada Gómez, pero salió algo muy emocional, que a mí me dio mucha satisfacción. El Cuchi, en cambio, me decía que esa canción ya tenía más de cinco mil años, pero después la armonizó.
Era parte de mi infancia, que me llevaba mi tío a las borateras de la zona de la Puna, ella era de Cangrejillos, de ahí se sacaban los panes que se mandaban a San Antonio de los Cobres para mandarlos en tren.
Ella en un ojito de agua lavaba su ropa con una sonrisa maravillosa. Debo haber sentido un afecto que me transmitió a la distancia, que tantos años más tarde la escribí de un día para el otro.
-¿Cómo te definís políticamente?
-Te puedo decir que la aparición de Néstor Kirchner para mí en la política es de lo más importante que tuvimos, y de ahí partimos con una nueva perspectiva para humanizar este capitalismo, a mí me gustó mucho esa definición que dio alguna vez Cristina (Fernández), esta pandemia nos muestra un poco eso, que hay que humanizar este capitalismo y comprender un poco más al otro.
Yo creo que Alberto (Fernández) es la persona justa para esto que digo, de sentir de a poco ese cariño por el otro. Va a costar muchísimo, pero veo que es la única corriente en el mundo que puede salvar esto.
El que no responde a este hombre en este momento es porque no quiere que nada bueno suceda. Los que hemos aprendido un poco de la vida sabemos que no podemos seguir viendo como si nada la pobreza en la calle.
-En Tiempo de mayo cantan “donde hubo fuego, la ceniza está preñada” ¿hay ceniza?
-Siempre. Siempre la gente está luchando por una vida mejor y hacia la libertad.