Mabuhay es una palabra poco conocida en la Argentina. Nada, casi. Viene de Filipinas, un lugar lejano. Allí, a casi 18 mil kilómetros del Obelisco, se la usa para saludar. Para desearle felicidad al otro. Beto Caletti y Mishka Adams -argentino él, filipina ella- la usaron para nombrar su segundo disco como dúo, y el decimocuarto para la cosecha total del músico argento. “También quiere decir 'estar vivos', motivo por el cual terminó siendo el nombre natural para un disco que nos llevó a abrir las orejas y el alma”, amplía este bajista, compositor y trotamundos criollo. Tal apertura no solo incluyó a ambos sino también a un elenco musical que profundiza el sentido de la palabra. Un seleccionado internacional de músicos del que, con apenas nombrar a algunos, alcanza para ir paladeando de qué va la cosa: el brasilero Dori Caymmi; Hugo Fattoruso, por Uruguay; Juan Quintero de la Argentina y el alemán Ben Barritt, entre más. “Haber grabado con Caymmi o con el Hugo es algo que te llena el corazón”, sentencia Caletti, a punto de presentar el trabajo el sábado 8 de agosto a las 20 por el zoom de Experiencia Vinilo.

Mishka -cantante y guitarrista- y el bajista se conocieron hace tres años en Londres, tras un calentamiento previo por internet. Fue un amigo en común quien los unió. Y la química empezó a dar resultado a través de la música brasilera. Luego se fueron incorporando matices a ese nexo inicial. A la impronta Chico Buarque, se le agregó -por nombrar alguna- la del Chacho Echenique, y el mosaico dio como resultado un primer disco cuyo nombre habla por sí: Puentes invisibles. Fue el puntapié inaugural de una búsqueda que hasta hoy atraviesa todo límite. “El primer nexo entre nosotros fue la música brasilera, que ambos amamos, luego sobrevino la curiosidad y el deseo de unir estilos sin fronteras. Nos dimos cuenta de que de algún modo escuchamos lo mismo… Cuando la escucho cantar una canción por primera vez siento que suena aquello que yo ya estaba imaginando. Es por eso que nuestras voces se fusionan muy bien. Nos fue apareciendo la curiosidad y el deseo de unir”, señala Caletti.

Y así lo afronta traducido en la totalidad de las canciones. Desde el carnavalito que abre el trabajo (“Coplas que trae la noche"), grabado con Quintero, hasta “Paalam”, pieza nacida en Manila gracias al kulintang de Tusa Montes, percusionista filipina. “El kulintang es un instrumento que se usa en rituales del sur de las Filipinas. Cuando lo escuchamos, nos miramos los tres y dijimos 'bueno.... toquemos a ver qué sale', y al final salió una canción que jamás hubiera imaginado que podríamos hacer. Esta es la maravilla de abrir el juego con músicos y lenguajes nuevos: nos despierta algo que no conocíamos”, detalla el músico.

-Mabuhay es un disco muy abierto, polifacético. ¿Cómo encontrarle una unidad de concepto ante tal diversidad?

-Encontrarle unidad al disco fue desde el comienzo el mayor desafío. Fuimos grabando canciones en distintos países, con músicos de orígenes diferentes y desde el principio nos preguntamos cómo sonaría todo eso junto. Se fue dando naturalmente, casi sin buscarlo. Lo que une son nuestras voces, los arreglos y esa visión en común que nos llevó a trabajar juntos. Creo que ese desafío se convirtió en uno de los mayores logros de Mabuhay. Disfruto de escuchar cómo fluye una canción hacia la otra, el viaje que proponen.

-El disco se concibió durante una gira por Japón, Grecia, Londres, Turquía, Alemania y República Checa. Se deduce de tal trajín que habrán experimentado un tremendo contraste entre la libertad de estar girando por todas partes y el parate que implicó, casi de un día para otro, quedarse encerrados en casa por la pandemia.

-El contraste fue y es enorme, pero de alguna manera hay cierta naturalidad que acompañó el proceso. Luego de estar tanto tiempo viajando, es bueno parar en casa y procesar ideas. Es parte de un ciclo, digamos. Ahora nos tocaba volver a Japón y Europa para presentar el disco, pero la pandemia no nos dejó. Obviamente que no nos quejamos, porque somos de los privilegiados que pudieron seguir trabajando desde casa. Mientras tengamos un hogar y trabajo, podemos darnos el lujo de pensar que la libertad está en nuestra capacidad de disfrutar las pequeñas cosas: si puedo meterme en el viaje de escuchar un disco o de leer un libro, no creo estar tan encerrado. Pronto vendrán tiempos de otros viajes.

-¿Cómo los afectó en lo musical, puntualmente?

-Los conciertos por la red nos sorprendieron a todos, porque encontramos nuevas maneras de comunicarnos. Hicimos desde casa más de diez "vivos" y nos escuchó gente de tres continentes. Si miramos hacia atrás vemos que la música siempre encontró su cauce. Y esta pandemia no es una excepción.