La unidad fue el factor decisivo para lograr el triunfo electoral que acabó con el intento de perpetuación del proyecto neoliberal iniciado en el 2015. La decisión de Cristina de colocar en el primer lugar de la fórmula a Alberto Fernández tuvo el coraje, la creatividad y la virtud de condensar todos los esfuerzos unitarios que estaba realizando el peronismo en dirección a construir una alternativa electoral que impidiera la continuidad de uno de los peores gobiernos de la historia argentina. Al mismo tiempo, esta unidad posibilitó el armado de una amplitud política mayor, que desbordó el peronismo y permitió la representación en el Frente de Todos de muchos sectores que, independientemente de la opinión que tenían respecto del proceso del 2003/15, privilegiaron con su voto el cambio de gobierno.
Alguien acuñó la frase “unidad hasta que duela”. No podía haber dolor mayor para las grandes mayorías populares que la prolongación de la crisis y la pobreza en la que el gobierno de Macri había sumido al país. Pero esta unidad y amplitud no habrían tenido éxito si no hubieran estado sustentadas en la enorme resistencia popular que permitió defender las conquistas logradas en el período anterior y desnudar la naturaleza antinacional, concentradora de la riqueza y represiva del gobierno macrista. Estas luchas fueron encabezas por quienes supieron mantener la identidad peronista y kirchnerista y que desde las organizaciones, el territorio, las calles y el Congreso Nacional libraron fuertes batallas para evitar que se profundizaran los procesos de dependencia, vulneración de los derechos sociales y desigualdad.
Desde el primer día del gobierno de Macri, y aun cuando algunos pregonaban que había que tener expectativas en el nuevo oficialismo porque estábamos ante el surgimiento de una “nueva derecha con características democráticas y contenido social”, la existencia de una oposición consecuente y firme colocó en el horizonte político y el imaginario social que había una alternativa. Las jornadas de lucha en contra de la reforma previsional del 14 y 18 de diciembre del 2017 fueron un ejemplo de esa complementación entre la calle y el Parlamento que rápidamente tiró abajo la ilusión de continuidad que había despertado en el gobierno el resultado electoral favorable en las elecciones parlamentarias de octubre. También impidió que avanzaran los proyectos oficiales más retrógrados como la flexibilización laboral y la reforma impositiva que habían sido presentados al Parlamento.
De esta manera, identidad, unidad y amplitud fueron factores fundamentales para asegurar el enorme triunfo electoral de octubre. Tres factores que hoy vuelven a ser imprescindibles para enfrentar los enormes desafíos de la hora. Algunos son impostergables: cuidar la vida y la salud de nuestro pueblo en el contexto de pandemia; terminar la exitosa negociación la deuda externa que se acaba de anunciar; reconstruir la Argentina y recuperar el crecimiento económico lautónomo e integrado, y avanzar hacia una sociedad más justa e igualitaria.
Parece evidente que la coalición política y social que se necesita para enfrentar con éxito y minimizar las gravísimas consecuencias del COVID 19 debe ser enorme. Sólo deben quedar afuera aquellos que prefieren abrazarse al sufrimiento y la muerte de nuestra gente y apostar a la difusión de la pandemia con el manifiesto objetivo de que el fracaso de la cuarentena golpee la sustentabilidad del gobierno popular. No les importa la vida de los/las argentinos/as. Para vencer un enemigo que despliega un nivel de odio de semejante magnitud es imprescindible conservar la amplitud que se observa en las conferencias de prensa que encabeza el Presidente, donde se muestra con gobernadores y responsables de gestión pertenecientes a otras fuerzas políticas.
Muchos, quizás no todos, de los que participan en la “coalición anti- pandemia”, integraron la amplia sumatoria de fuerzas políticas, sociales y económicas que acompañaron la exitosa renegociación de la deuda externa alcanzada por el gobierno de Alberto y que es imprescindible para atender las imperiosas demandas de nuestro pueblo y emprender el camino del crecimiento. Es verdad que algunos de quienes acompañaron a Alberto en la presentación de la propuesta de canje de deuda fueron artífices o cómplices del endeudamiento, pero el objetivo de que no se pague con la postergación de las necesidades del pueblo ameritó que sostengamos la amplitud que permitió mostrar a los acreedores una dirigencia política nacional unida atrás de esta causa.
Ahora bien, estamos seguros de que concluir la pandemia con la menor cantidad posible de daño y pérdida de vidas humanas, y renegociar la deuda, son objetivos prioritarios en la coyuntura que nos toca vivir. Pero si bien estos objetivos son urgentes y necesarios, no son suficientes para emprender el proceso de transformaciones que requiere la construcción de una sociedad con un modelo de desarrollo que combine el crecimiento económico integrado, ampliación de derechos y crecientes niveles de justicia social. En este punto será imprescindible la unidad de todos los sectores políticos y sociales que acompañaron la fórmula de Alberto y Cristina. Como sabemos, quienes defienden los intereses de los sectores privilegiados por las políticas de la concentración de la riqueza y la especulación financiera presentarán dura resistencia a los cambios que exige un modelo económico-social soberano e igualitario. Como hemos visto en otros países de la región, estos grupos no dudaron en desafiar la institucionalidad democrática para imponer sus políticas regresivas.
Para garantizar la potencialidad de cambio, a la cabeza de esa unidad deberán estar, como en el período de la resistencia, quienes mantienen la identidad transformadora del peronismo y el kirchnerismo y se proponen como principal objetivo la construcción de una sociedad más justa. No se trata únicamente de crecer. La disputa principal se va a producir en torno al tipo de crecimiento. Se trata de que el patrón de desarrollo esté sustentado en un modelo con autonomía en las decisiones, fuertemente industrial, que amplíe la matriz de las exportaciones y que esté basado en la capacidad de agregar desarrollo científico-tecnológico, innovación y trabajo de alta calidad de los/las argentinos/as. Un modelo donde no se espere el “desborde de la copa” para distribuir, sino en que la distribución y la ampliación del mercado interno sean el motor del crecimiento. Que recupere lo mejor de lo realizado en el período 2003/15, de cuenta de los cambios que se han producido en Argentina y el mundo y avance hacia las asignaturas pendientes.
De esta manera, nos animamos a proponer que es tan grave mostrar sectarismo e intolerancia hacia la amplitud del gobierno nacional al trabajar con otros sectores políticos para resolver los impostergables desafíos de la coyuntura; como diluir la identidad transformadora de quienes nos planteamos que el objetivo del gobierno de Alberto y Cristina no puede ser otro que el de transformar profundamente la realidad y construir una patria más soberana y más justa.
Secretario de Malvinas, Antártida y Atlántico Sur