Abuelas de Plaza de Mayo informó hoy el fallecimiento de Aída Kancepolski, de 96 años. El organismo de derechos humanos recordó que "hace apenas unas semanas grababa, desde su casa y junto a su nieto Sebastián, un video para alentar la búsqueda de los casi 300 nietos y nietas que faltan, esta mañana se durmió y no volvió a despertar.
Había nacido el 27 de abril de 1924. Sus padres y su hermano mayor habían llegado de Polonia. Ayudaba a su madre con sus hermanos menores y cosía para los vecinos al volver de la escuela. Tenía 22 años cuando conoció a su marido. Tuvieron tres hijos: dos mujeres y Walter. En 1966 se separó de su marido. Aída era voluntaria en el Hospital Israelita y su hijo admiró el hecho de que "militaba en algo".
Al terminar el colegio secundario,Walter fue a visitar a su padre a Miramar y se quedó estudiando en Mar del Plata, donde conoció a Patricia Marcuzzo. Los secuestraron entre el 18 y el 20 de octubre de 1977 en la ciudad balnearia. Walter tenía 21 años y Patricia estaba embarazada.
Aída comenzó la búsqueda en comisarías, reparticiones militares, la embajada de Alemania, organismos de derechos humanos, hasta que finalmente conoció a las Abuelas. Las primeras noticias sobre Walter y Patricia llegaron a través de sobrevivientes de los centros clandestinos de detención.
A través de sobrevivientes de La Cacha, supo que Walter había estado en ese centro clandestino de detención. También pudo saber por sobrevivientes de la ESMA que Patricia pasó por la llamada “pieza de las embarazadas”, donde en abril de 1978 dio a luz a un varón, Sebastián. Ese niño fue localizado por la filial Mar del Plata de Abuelas en 1983.
El niño había sido entregado a la familia materna, que no tenía contacto con la paterna. Sebastián continuó viviendo con su abuela en la ciudad balnearia. Aída lo visitaba de manera permanente hasta que, cuando fue mayor, Sebastián comenzó a viajar a Buenos Aires, donde reside. Cuidó de Aída hasta hoy.
Desde Abuelas de Plaza de mayo la recordaron así: "Aída era una mujer inquieta, activa, dedicada a su familia. Le encantaban las fiestas y los agasajos. Quedarán en la memoria de todas y todos sus anteojos modernos y los comentarios agudos arrojados al final de cada reunión de comisión; extrañaremos su calidez y la picardía con la que entregaba caramelos a escondidas, por temor a que no alcanzaran para todos; recordaremos su lucidez para discernir lo justo de lo injusto. Tu legado es el compromiso que seguirá intacto en nuestra búsqueda. Hasta siempre, querida Aída".