La pedagogía contemporánea —bajo las formas de la autoayuda, lo inspiracional, las influencers o la forma que sea— enseña a las mujeres a aceptarse tal como son y al mismo tiempo les muestra las imágenes de lo que deberían ser, un modo particular de la crueldad que en el cine adopta matices casi brutales. Son varias las películas que últimamente han puesto en escena a la gordura como tema y a las chicas gordas como un universo aparte donde se puede ser feliz “a pesar de”. Pero como la materia del cine son las imágenes, siempre más elocuentes que el supuesto “mensaje” que la película en su superficie pretende transmitir, es ahí donde buscar la verdad de la gordura que los diálogos y los personajes, siempre bienintencionados, no dicen.
I feel pretty, con Amy Schumer, fue una de estas comedias de “chica gorda que descubre la autoestima”: allí al protagonista, una rubia neoyorquina que no respondía a los estándares de belleza corporal, empezaba a sentirse bella y fabulosa a partir de un golpe en la cabeza cuyo efecto era que, cada vez que se miraba al espejo, se veía esbelta y afinada como una modelo. Por supuesto que el humor es y puede ser cruel, pero en esa crueldad —cuando Amy Schumer, por ejemplo, hacía un strip tease o se miraba al espejo agarrándose una panza incorrecta entre las manos y mirándola maravillada— se ponía de manifiesto lo que la película se negaba a decir: que la gordura va aparejada a la ridiculez, lo inadecuado, la risa. En I feel pretty, la chica gorda volvía a la normalidad sobre el final de la película y se daba cuenta, después de conseguir un novio lindo y de triunfar en el ámbito laboral, de que su vinculación más o menos feliz con el mundo siempre había sido responsabilidad de ella, de su actitud. En el medio se había mostrado su cuerpo como algo ridículo o grotesco, pero eso no formaba parte de la actitud de la chica… Y bueno.
Brittany runs a marathon (2019), una película de Amazon protagonizada por Jillian Bell, no está muy lejos de I feel pretty en su idea básica pero es interesante ver cómo en la película se acusa recibo de los postulados del activismo gordo y entonces, como ya no se puede homologar sin más un cuerpo gordo a uno insalubre, se hace que la protagonista, con solo 27 años, tenga 25 kilos de sobrepeso según su médico y varios problemas de salud, hígado graso, pulso acelerado y demás condiciones que la ponen en riesgo. Sí, porque como dice la misma Brittany al doctor, ya afilada, “todos los cuerpos son bellos, no entendiste las publicidades de Dove”. Entonces ya no se puede correr a lxs gordxs por el lado de la estética, hay que buscar otro recurso.
Brittany runs a marathon es la historia de una chica, de nuevo, neoyorquina y loser. La primera media hora de la película es un despliegue detallado y descarnado de aquellos sinsabores a los que se expone un cuerpo gordo: Brittany tiene una mejor amiga que la subestima y la trata mal, está incapacitada para lograr cosas en la vida y, como no se gusta a sí misma, no puede seducir sino que se somete a ir a un baño para chuparle la pija a un desconocido. El giro que lo cambia todo ocurre en el consultorio de este médico piola que no le permite a Brittany continuar con su mecanismo de autoengaño sin pausa, y le ordena dieta y ejercicios. A partir de allí, con mucho esfuerzo y a lo largo de meses cuyo ritmo va marcando el descenso de los números en la balanza, Brittany logra posicionarse en el mundo como una persona íntegra y feliz, conseguir amigxs mejores, una pareja que la respeta, un buen trabajo. Así como en I feel pretty había una flaca sin autoestima (interpretada por Emily Ratajkowski), aquí hay una gorda más gorda que Brittany que es feliz y que, sobre el final de la película, le hace sentir a ella, la protagonista, que todo el despliegue de infelicidades que atravesó fue solo porque ella no supo o no pudo plantarse de otra manera; nadie se hace cargo, en cambio, de la elección de mostrar un cuerpo gordo como algo deformado y decadente, porque la crueldad con que la película representa a Brittany se revierte sobre la mirada de ella y sobre la voz autorizada del médico que sanciona a su cuerpo como peligroso.