Al Acecho 7 Puntos
(Argentina/2019)Dirección: Francisco D'Eufemia
Guion: Fernando Krapp y Francisco D'Eufemia
Duración: 85 minutos
Elenco: Rodrigo de la Serna, Belén Blanco, Walter Jakob, Hector Bordoni, Pablo Ragoni y Facundo Aquinos.
Estreno este jueves a las 22 en Cine.ar TV, y desde mañana en Cine.ar Play
La cámara muestra el canal Santiago, en el puerto de La Plata, desde una lancha que navega por el centro del cauce, mientras los sonidos de los instrumentos de viento preludian un peligro inminente. Un peligro que se concreta cuando por el margen izquierdo de la pantalla asome una embarcación de la policía a toda marcha. Una vez en tierra firme, los oficiales rodean una casa y tiran la puerta abajo. “¡Pero pará, che! ¡Soy guardaparque!”, grita un hombre desde adentro, poco antes de que se lo lleven esposado. La secuencia corresponde a la apertura de Al acecho, segundo largo de Francisco D'Eufemia –y primero en soledad– luego de la codirección con Javier Zeballos de la muy recomendable Fuga de la Patagonia. Se trata de la confirmación del interés de este egresado de la ENERC por los géneros íntimamente asociados al cine norteamericano, aunque en ambos casos adaptados a una idiosincrasia local.
Si Fuga… recreaba las vivencias de Perito Moreno durante su travesía patagónica a finales del siglo XIX tomando las coordenadas centrales del western –el choque con la naturaleza, el duelo con los lugareños, las complejas dinámicas grupales–, Al Acecho se nutre principalmente de los tópicos del policial. Pero ambas esquivan la idea de mera replicación de modelos exportados para, a cambio, proveer una relectura acorde a las particularidades geográficas donde se desarrollan. Dos películas que no podrían transcurrir en un lugar distinto al que transcurren y en las que la naturaleza adquiere un gramaje narrativo que la vuelve una protagonista igual de importante que los personajes de carne y hueso.
Al acecho tiene dos virtudes indispensables para todo buen policial: un inicio contundente, majestuoso en su ejecución formal y de tensión creciente en su desarrollo; y la inteligencia suficiente para entregar la información necesaria cuando el relato lo requiere, más allá de que esto vaya en contra de los intereses de los espectadores más ansiosos. Y también suma una tercera virtud: un personaje central ambiguo, misterioso e impredecible como Silva, en lo que es otro extraordinario trabajo de Rodrigo de la Serna, que además de un actor enorme es uno de los mejores puteadores de habla hispana. Silva sabe mucho más de lo que dice y sus motivaciones se vislumbran brumosas.
Dos semanas después, apenas llega a la oficina del Parque Pereyra Iraola, donde trabajará a modo de “castigo” hasta que se resuelva el sumario por supuestos delitos durante sus funciones en el río, la juega de callado. “Lo mío es el agua”, le dice Silva a su supervisora (quizá el personaje más forzado y “reglamentario”, encarnado por Belén Blanco) ni bien arribe a la reserva. Las cosas parecen sencillas: controlar que los visitantes no hagan fuego cerca de los árboles, algunos alborotos menores, y no mucho más. Pero por fuera de las zonas públicas, la frondosidad del parque es el escenario ideal para varias actividades al filo de la ley, en especial aquéllas relacionadas con el tráfico de animales. Sucede que en esos terrenos supieron funcionar instalaciones militares que, con el correr de los años, quedaron liberadas a la buena de Dios. Silva descubre el entramado delictivo pero, lejos de denunciarlo, intenta sacar una tajada del botín, una oferta que a los dueños del negocio –entre los que se encuentran uno de sus superiores- no les cae precisamente bien.
Perseguido y perseguidor, víctima a la vez que victimario, Silva terminará enredado en una nueva trama delictiva que D’Eufemia resuelve con un pulso nervioso aunque controlado. La cámara en movimiento constante, pegada casi siempre al cuerpo de Silva, es coherente con un personaje cuyo universo interno está tironeado por el Bien y el Mal, una contradicción que el trabajo de De la Serna convierte en un auténtico dilema moral.