Por Juan Manuel Boccacci
Dos ráfagas explosivas sorprendieron a la ciudad de Beirut el martes pasado. La primera hizo que mucha gente abonadone sus labores para ver qué pasaba en la Suiza de Medio Oriente. La segunda, sumió al país en la tragedia. Tras el estallido un hongo de humo blanco se levantó en el puerto de Beirut. La onda expansiva llegó hasta la isla de Chipre ubicada a 200 km de la capital del Líbano. Noemí Made, tucamana que vive en Beirut desde hace 23 años, contó que la explosión hizo temblar a toda la ciudad. “Acá hubo ataques pero nunca vi algo de esta magnitud”, dijo Made en diálogo con Página/12.
"Vimos fuego y humo negro"
La explosión en el puerto de Beirut llegó en el peor momento para el Líbano, un pequeño país de Oriente Medio con costas bañadas por el Mediterráneo. Desde hace años viene sumido en una profunda crisis económica que estalló en junio de este año. La libra libanesa comenzó a devaluarse como hace mucho tiempo no pasaba. En el mercado negro el “dólar blue” se vende a casi cuatro o cinco veces su valor oficial. En el último año el precio de la canasta básica casi se duplicó. Según el Banco Mundial el 50 por ciento de la población del país ya se encuentra por debajo de la línea de la pobreza.
En ese contexto se produjo la explosión de una reserva de nitrato de amonio
ubicada en el puerto de la capital. Hasta el momento el gobierno confirmó 135 muertos, más de 5.000 heridos y decenas de desaparecidos. Se estima que unas 350 mil personas tuvieron que abandonar sus hogares, en una ciudad donde viven 2,2 millones de almas. Los videos del estallido
son impresionantes: en tiempo real puede verse como la onda expansiva va destruyendo todo a su paso. El piso de toda la ciudad tembló, según narró Made, que vive a 12 kilómetros del lugar del impacto. “Estábamos con mi marido sentados en el balcón de casa y por el efecto de la bomba me caí de la silla. Cuando fue la primera explosión miramos hacia la ciudad y vimos una columna de humo blanco. No pasaron dos segundos y sentimos otra explosión. Esta vez vimos fuego y humo negro", explicó Made.
En la cuidad de Jounieh, ubicada 20 kilómetros al norte de la capital, Jean Chaina Akiki de 25 años, trabajaba en un restaurante de la costa cuando sintió la explosión. “El sonido fue terrible. Temblaron los vidrios. Fue muy fuerte y una enorme sorpresa. Lo primero que pensamos es que había estallado el Parlamento o algún edificio del gobierno”, dijo Chaina. A la mañana siguiente todavía podían verse resabios de la explosión. “El viento trajo en el aire partículas y lo sentimos en los ojos. Se ve en la mesa del restaurant, tuvimos que limpiar varias veces. El aire está lleno de cosas”, contó el joven camarero.
Beirut es una ciudad lujosa, pero con contrastes. Cerca de la zona donde ocurrieron los estallidos hay actividad comercial y vida de noche. “Las explosiones fueron a las seis y eso creo que colaboró en que haya menos muertos, porque a las cinco la gente ya vuelve a sus casas. El problema con el puerto es que el movimiento no para, siempre hay gente”, contó Chaina. Los grandes edificios vidriados quedaron desnudos. Muchas personas salieron a las calles para levantar escombros. Nabin Emboz, un librero del centro, perdió casi todo. "Lo único que le pido a este sistema es que al menos haga pagar al responsable de todo esto", dijo Emboz a la agencia EFE.
"Los hospitales ya estaban al límite"
El combo entre crisis económica, coronavirus y ahora el desastre hicieron aparecer la solidaridad del pueblo libanés. El día después a las explosiones cientos de vecinos abrieron las puertas de sus casas para los miles abandonados en las calles. “Además se ofrecen habitaciones de hoteles gratis, con servicios. Por WhatsApp y Facebook llegan mensajes de lugares que brindan ayuda. Los monasterios también están dando una mano”, indicó Chaina. Desde Qatar llegaron en barco dos hospitales de campaña con 500 camas, respiradores y equipamiento sanitario. “Eso está ayudando muchísimo. Los hospitales estaban al límite por la pandemia. Y algunos quedaron destruidos. La sanidad está siendo uno de los problemas más graves”, contó Mabe. Ahora el peligro pasa por el desabastecimiento. Muchas personas se volcaron a los supermercados para hacerse de harina. “Teníamos fronteras cerradas por la pandemia y había muy poca reposición de alimentos. Acá todo es importado. Con esta situación vamos a estar mucho más complicados", informó la tucumana en Beirut.
Ante el desastre apareció la ayuda de las grandes potencias. Europa, de la mano del presidente de Francia Emmanuel Macron, anunció que enviará insumos. El bloque europeo en su conjunto dijo que dará ayuda económica. Sin embargo, hace unos meses el Líbano no aparecía en el mapa para el primer mundo. El país tenía bloqueados 11.000 millones de dólares de CEDRE, una conferencia celebrada en París en 2018. Los donantes internacionales pidieron a cambio del dinero una serie de reformas estructurales que Beirut no cumplió hasta el momento. De la misma manera actuó el Fondo Monetario Internacional (FMI). Las negociaciones con el organismo por 10.000 millones de dólares están estancadas desde mayo. Tal vez la explosión logre sensibilizarlos.