Como tantas actividades del campo cultural, las charlas exclusivas para soci@s de Página/12 tuvieron que ser reformuladas bajo las circunstancias actuales. En contexto de pandemia los encuentros que solían realizarse en la librería Caras y Caretas se desplazaron al universo digital. Este viernes la periodista Silvina Friera entrevistó a través de YouTube a Juan Forn, escritor, editor, traductor y columnista de este diario.
Autor de textos como Corazones (1987), Nadar de noche (1991), Frivolidad (1995), Puras mentiras (2001) y María Domecq (2007), Forn creó el suplemento Radar en 1996 –que dirigió hasta 2002– y desde 2008 escribe las famosas contratapas de los viernes en Página/12, que fueron compiladas por editorial Planeta en cuatro tomos. Desde la crisis de 2001 Villa Gesell se ha convertido en su refugio y también en un punto de vista.
Cuando se le preguntó por la sensibilidad que lo conduce a la idea germinal para sus contratapas, él habló de la curiosidad como combustible y alude a un mecanismo al estilo Hansel y Gretel con sus miguitas de pan: “Me muevo por las redes como antes me movía en las librerías. Un libro siempre te lleva a otro, y en mi caso confío mucho en los pálpitos. La sensación inicial es estar frente a un océano vastísimo de ignorancia que poco a poco va poblándose con pequeños islotes, y cuando te querés dar cuenta ya estás viviendo en un archipiélago de islas conectadas”. En muchos de esos textos aparece lo anómalo en la obra de un autor, aquello que no forma parte de lo canónico y que en inglés suele denominarse left hand writing. “Por debajo de la historia de la literatura hay vasos comunicantes y a mí me divierten con locura”, señaló el entrevistado.
Con respecto a la pandemia, el autor sostuvo que hay una responsabilidad social de entregar lo que cada uno pueda para sobrellevar mejor la situación. “Esta es la primera vez que una desgracia no está localizada en un solo país y, cuando más necesitás a los otros, la única manera de preservarse es estando solo. Eso incide en nuestras cabezas pero creo que los efectos subterráneos los vamos a ir viendo con el paso del tiempo”. Friera también consultó sobre la demanda social generada en torno a la escritura y Forn sentenció: “Los diarios de pandemia que he leído me parecen malísimos; en ninguno vi algo que superara el ombliguismo o la queja enmascarada. En mi caso, la pandemia es muy parecida a mi vida cotidiana”.
Desde hace un tiempo Forn dirige la colección Rara Avis en Tusquets. Buena parte de la charla se orientó hacia el trabajo de traducción: “Traducir te abduce –sintetizó–. Hay que tener un espíritu camaleónico y escuchar cómo resuenan las voces en tu interior." Y con respecto a la literatura aseguró que para él se trata de un fenómeno popular y colectivo. “Hay un montón de ríos que confluyen en el mar pero lo importante es el mar. Hoy tenemos tanto contacto con el ‘yo’ a partir de las redes que eso inevitablemente se contagia a la literatura”, expresó.
A lo largo del intercambio resonaron los nombres de algunos de sus maestros y colegas como Miguel Briante, Abelardo Castillo, Ricardo Piglia, Rodolfo Rabanal o Guillermo Saccomanno, pero también nombres de hoy como Mariano Blatt o el joven artista Wos, de quien Forn dijo: “Este pibe hace cosas con la palabra que me interesan muchísimo. Entre Wos y Blatt la cosa está muy cerca”. Además, confesó que le hubiese encantado escribir De vidas ajenas (Emmanuel Carrère), El gran Gatsby (F. Scott Fitzgerald) o Léxico familiar (Natalia Ginzburg) y aseguró estar leyendo más mujeres que hombres: Wisława Szymborska, Agota Kristof, Lucia Berlin, Carolina Sanín y Penelope Fitzgerald son algunos ejemplos. Para condensar algo de su propio recorrido, el escritor sostuvo: “Cuando uno es joven está enamorado de su propia genialidad y de lo que tiene de único en el mundo. Con el paso del tiempo, lo más lindo es lo que tenés en común con los demás”.