Alguien se acuerda de cuando ganó el pozo acumulado del Bingo de Avellaneda o quizás de la emoción que lo recorrió cuando pudo cantar Bingoooo antes que los vejestorios de la mesa familiar. Hay quien solo quiere volver a la sensación del palpitar acelerándose cuando le faltaba solo ese número para ganar. O, simple y llanamente, están quienes quieren olvidarse de este 2020 espantoso por un rato. Cualquier motivo es válido para sumarte al Bingo Pandemia. Se trata de un encuentro virtual que organizaron dos amigos para pasar el rato y que pronto trascendió fronteras y creó una comunidad que, como la pandemia, lo lleva por lugares inciertos (¡pero de los buenos!).
La historia es así. Dos amigos decidieron cuarentenear juntos allá, en el comienzo, cuando se pensaba que serían solo dos semanas. Iván Vignau (Maivan) y Lucio Szteinhendler se conocen desde hace diez años (“Somos medio triki trake”, dicen), vacacionaron juntos alguna vez y cuando se anunció la cuarentena uno llamó al otro y se instalaron en Villa Urquiza.
Maivan tiene 42 años y es profe de audiovisuales y arte en escuelas secundarias. En la adolescencia estudió actuación, después condujo; es frontman en una banda de música: siempre buscándose excusas para poder hablar. Lucio tiene 38, trabajó muchos años en producción de teatro, música y eventos. Y ahora está ligado a la construcción, rubro totalmente parado por estos días.
Desde el comienzo se equiparon con mucho juegos y armaron una rutina de entretenimiento. A la mañana jugaban a una cosa y a la tarde otra. Fue la manera que encontraron de darles forma a los extraños días de confinamiento. “Somos personas bastante lúdicas. Ya teníamos todos los juegos jugados y no había abierto el bingo. Lo abrimos, jugamos entre los dos, era un aburrimiento. Ya veníamos componiendo música, haciendo videítos y queríamos abrir el juego para hacerlo más ameno. Entonces empezamos a invitar amistades y gustó. Y empezamos a ver que se generaba algo. Era como un recreo en la cuarentena. A la semana siguiente se juntaron 30 personas”, dice Lucio. Maivan precisa: “Y como somos dos manijas, lo que dijimos fue démosle gas a esto que está siendo muy lindo y empezamos a promocionar. Abrimos el Instagram, le pusimos un nombre”.
Con el apoyo de un amigo programador que vive en Córdoba armaron un sitio web (bingopandemia.com) para que la gente descargara los cartones desde la web, se anotara y pudiera sumarse los jueves y sábados por la noche a jugar al bingo y pasar el rato. ¿Qué ganan? El encuentro, dicen ellos. Pero también intentaron replicar el entusiasmo que genera saber que te ganás algo, aunque sea mínimo. Al principio regalaban un vino, un desodorante desinfectante, un té, cosas que iban comprando ellos mismos. Pero a medida que pasaron las semanas fueron convocando empresas para que sumaran sus premios y hacen sus “chivos”.
También pasó algo que no tenían previsto: la misma gente que participa empezó a ofrecer sus productos o servicios como regalo. “Hablamos de que la comunidad pandémica nos empuja y nos propone muchas cosas. Empezaron a ofrecernos cosas y en los premios aparece la gente. Nosotros decimos que no son espectadores sino que son protagonistas”, dice Maivan.
El bingo se juega por Zoom. La plataforma da la posibilidad de entrar a la casa de las personas y ellos van “poncheando” a cada una, como en la tele. Entonces la gente tiene “su momento”. Porque el Bingo Pandemia no es solo un bingo. “Además, hacemos una consigna. El día del amigo fue mostrar una foto de un amigo. Hacemos fiestas temáticas. La gente se disfraza como si fuera una fiesta. Es una actividad en familia. Se preparan. Después hablan, mandan carteles, son protagonistas”, cuentan.
En el poncheo, de repente, aparecen las historias: “Una noche cae en un hospital. Un chico, Sebastián, estaba jugando desde el hospital. Y se estaba matando de la risa en el medio de una diálisis. Entonces, todo tiene sentido”. O se ve la luz del día a pesar de que son las nueve de la noche. La cámara se detiene y preguntan: ¿Vos dónde estás? Así se enteraron de que había gente conectada desde Australia o Canadá. La mayoría de las más de mil conexiones por encuentro --ya hicieron veinticuatro--, son de Buenos Aires, Rosario, Córdoba, Tucumán, Santiago del Estero, Rio Negro y Chubut, pero también de México, Colombia, Chile y Australia.
Hay algo de recrear ese “como era antes” a partir de la tecnología que es motor. “Me sorprende ver a adultos mayores usando las aplicaciones. Es lindo ver el menjunje de gente de todos lados. Hay chicos, familias, jóvenes, parejas”, dicen.
Los jueves el encuentro dura una hora y media y los sábados llega a tres horas porque para jóvenes y adultes abren la Fiesta Ponch. “Invitamos un dj. Nos quedamos. Mandamos música y empiezan a pasar cosas”, dicen. Como cuando alguien desde su rinconcito muestra el cartel “Agus desde que te vi me encantaste” y la cámara ponchea a Agus…
“Todavía no entendemos qué está pasando”, dicen Lucio y Maivan. Tampoco saben qué será de Bingo Pandemia cuando la cuarentena termine. Pero están seguros de que algo van a inventar. Hay incertidumbre también cuando jugamos en cuarentena, pero la cosa funciona, además de por todo lo dicho, porque todes queremos ganar y, sobre todo, queremos saber qué responderá Agus.