Resultan inolvidables aquellos personajes de la novela de Ernest Hemingway "Islas en el Golfo", con sus rencillas de madrugada cargadas de ron y desventuras.

Por cierto, también nos siguen acompañando esos hombres y mujeres solitarios, desolados, de los relatos de Antonio Dal Masetto y los de Paul Auster.

Deambulan por calles y caminos más en la búsqueda de sí mismos que de un rumbo definitivo.

De algún modo todas las personas recorremos esos senderos por los avatares de la existencia.

Alguien me dijo alguna vez que el universo da señales.

Recuerdo cuando hace algunos años transitando un camino rural sin señal alguna, de pronto como en un cuento de Bioy Casares aparecí en un pueblo desconocido completamente una mañana lluviosa.

Sensación inquietante en un tramo difícil de la vida.

De una manera o de otra, casi siempre estamos a la intemperie aunque no lo percibamos y nos parezca que pisamos tierra firme cuando en realidad casi todo es efímero y transitorio.

En eso consiste la aventura de vivir. En la cotidiana sorpresa en medio de lo aparente.

En lo inusitado que emerge de pronto porque está agazapado.

 

Carlos A. Solero