El poeta islandés que escribió algunas de las letras más exitosas de su amiga Björk --además de las canciones de la película Bailarina en la oscuridad, como I’ve seen it all-- muestra el rostro melancólico del mundo: “sucede a veces en los poemas/ que cuando la niebla se disipa/ se lleva consigo la montaña”. El poema como la chispa que revela el instante de la pérdida de un paisaje o una emoción; lo que desaparece se dispersa en la mirada con una pátina de tristeza apenas sugerida. Sjón (seudónimo de Sigurjón Birgir Sigurðsson que significa “visión”) sabe que la poesía trabaja en el borde de lo posible con las palabras, como si lo dicho fuera un intento por arañar la superficie de lo cotidiano. Canto del coleccionista de piedras, el primer libro de Sjón que se edita en español, reúne dos poemarios del autor islandés más celebrado de su generación, en una bellísima edición bilingüe publicada por la editorial Evaristo, con traducción de Elías Portela.

El sueño aparece como un umbral que separa la ensoñación y las “memorias reales” de la infancia. El poeta sospecha que aún no ha despertado, que sigue “allí”. En los materiales oníricos, el mundo de lo imposible deviene posible, como el viaje en un ascensor que sube y baja un sinfín de pisos a gran velocidad, con puertas que se abren ante pasillos y habitaciones tan dispares que no encajarían en las coordenadas de lo real. En uno de los poemas, el adolescente Sjón (Reikiavik, 27 de agosto de 1962) visita la vieja Casa de la Cultura que albergaba la Biblioteca Nacional para leer Nadja, la novela autobiográfica de André Breton. Lo planeado se altera por los descubrimientos inesperados y los desvíos que implican las promesas de lectura que alberga una biblioteca. El bautismo como Sjón ocurre desde el comienzo, cuando escribe, a los 15 años, unos poemas que publica con el título de Visiones (1978), hipnotizado por el impacto que le generó la lectura de los poetas modernistas islandeses, que a su vez estaban muy influidos por los surrealistas franceses, pero también por los suecos y checos.

Una noche de 1981 los poetas del grupo surrealista Medúsa, entre los que se encuentra Sjón, saltan a lo largo de varias cuadras sobre techos y capots de autos estaciones en Reikiavik, hasta el bar donde realizarán una lectura de poesía. Los acompaña la cantante Björk, que entonces tenía 16 años y ya había grabado su primer disco solista a los 12. Cuando llegan al bar, deciden entrar por la ventana y comenzar así su performance. A los patovicas islandeses no le gustan que los poetas se metan por las ventanas; entonces tratan de sacar a los jóvenes. En medio del tumulto llega la policía, y entre golpes y mordiscos Sjón termina esposado, su cara contra el suelo del patrullero, mientras recita el manifiesto surrealista de Breton con Björk a su lado. En los 90, escribiría para la cantante islandesa las letras de “Isobel” (1995), “Jóga” (1997) y “Oceania” (2004), entre otras.

Aunque primero estuvo la poesía, llegaron antes sus novelas El zorro ártico (2008), Maravillas del crepúsculo (2011), Navegantes del tiempo (2014) y El chico que nunca existió (2016), las tres publicadas por la editorial española Nórdica. Hasta en el aliento de su narrativa emerge lo lírico, como si el narrador celebrara una suerte de maldición que consiste en que, escriba lo que escriba, nunca podrá escapar de la poesía. La edición de Evaristo de Canto del coleccionista de piedras incluye el libro homónimo y Gorriones grises y erizos de mar. En las aguas más extensas, en poemas como “Dance grotesque”, con la aparición del cadáver de una mujer gigantesca (“un cadáver que no es/ ni bello ni horrendo/ ni magnífico ni miserable/ sino un colosal cadáver de mujer/ formado por los cadáveres de doce mujeres) pareciera entablar una conexión subterránea con la frase lapidaria de Nadja: “la belleza será convulsa o no será”.

El oído del poeta --que visitó Buenos Aires en 2017 para participar del Filba (Festival Internacional de Literatura en Buenos Aires-- se confabula con la mirada hasta lograr pequeñas maravillas visuales. Como en “Dentición”: “nuestro mundo es muy joven y todavía le están/ saliendo los dientes/ los incisivos crecen al filo de los acantilados/ en las sedes abandonadas del parlamento/ emergen de la carne/ de las bananas y de las ventanas relucientes/ los colmillos brotan del fondo de los lagos/ en los pies de las butacas/ los molares mastican autopistas/ y huesos chamuscados de salamandras mil veces/ incendiadas/ cuando oscurece entramos en duelo/ por todos los dientes de leche que la humanidad/ ha perdido de su boca/ por la mañana alzamos nuestros vasos/ hacia un horizonte bien dentado/ gente de la era de los dientes”. El islandés es un poeta que explora la geografía y los sentimientos sin oscurecer el lenguaje, sin volverse hermético. Sus poemas son ventanas que se abren al misterio del tiempo. “Siento como si/ estuviera ordenando viejos pares de zapatos/ zapatos hechos a la medida de otros pies/ el izquierdo de un niño de cinco años- el derecho de/ un toro adulto”.