Rusia ha anunciado que su vacuna estará lista en agosto. Además, en los últimos días, el gobierno de Vladimir Putin difundió que su fármaco –Avifavir– llegará a siete países latinoamericanos, entre ellos, Argentina. De manera subyacente, la carrera por encontrar la solución definitiva a esta pandemia parece presentar una nueva oportunidad para el gigante euroasiático en apariencia dormido. De hecho, ha sido el director del Fondo de Riqueza Soberana ruso, Kirill Dmitriev, quien instaló la analogía de esta situación actual respecto de la Guerra Fría: “Nos adelantaremos a EEUU como sucedió con el Sputnik”. Para conocer los detalles sobre el mapa geopolítico actual y cómo los desarrollos de la ciencia y la tecnología podrían patear el tablero, nadie mejor que Martín Baña, investigador del Conicet y especialista en historia rusa.
-Se suele hablar mucho de China y EEUU, ¿cuál es el lugar de Rusia en el contexto actual de pandemia?
-La pandemia es una oportunidad para Rusia, se abrió una especie de carrera internacional muy acelerada que es disputada por los países-potencia en busca de la vacuna. Hace unos días, el gobierno comunicó la posibilidad de comenzar a producir una fórmula en muy poco tiempo, pero lo cierto es que su sistema de investigación trabaja en varios proyectos a la vez con el objetivo de terminar con el coronavirus. En este sentido, claramente, se juega el prestigio internacional y se comprenden los dichos de Kirill Dmitriev, el director del fondo de riqueza soberana de Rusia, al apuntar que se adelantarán a Estados Unidos como sucedió con el Sputnik (1957, el primer satélite enviado al espacio). Putin quiere recolocar a su nación en el espacio geopolítico mundial; pretende convertirlo en un actor con mucho protagonismo.
-Los dichos de Dmitriev trazan la analogía entre la competencia por la vacuna contra la covid y la carrera espacial durante la Guerra Fría.
-Tal cual, se ha planteado la nueva situación en términos de una nueva Guerra Fría. Desde mi perspectiva, creo que habría que superar esta idea, porque la GF se trató de un contexto bien específico que era definido por dos sistemas: el capitalismo de EEUU y el comunismo de la URSS. El mundo bipolar desapareció hace mucho; en todo caso, lo que podemos decir es que las rivalidades no desaparecieron sino que se expresan en otros términos. Existe un paso errático geopolítico de Occidente, con un Estados Unidos a la delantera y una dificultad manifiesta para localizar un enemigo. Putin, en este marco, se halla en una situación muy favorable, ya que es extremadamente hábil para aprovechar las debilidades de sus adversarios. Si Rusia logra desarrollar con éxito la vacuna y lo hace, sobre todo, antes que el resto reforzará su posicionamiento internacional.
-Era impensado hasta hace unos meses que EEUU pudiera ceder parte de su hegemonía. En el presente, son muchas las naciones que, a través de la ciencia, se ponen en carrera.
-China parece ser el gran desafiante pero insisto en que nunca hay que olvidarse de Rusia. Si hubiéramos hecho esta entrevista hace tres meses, mi relato hubiera sido totalmente distinto porque atravesaba, en el plano doméstico, una realidad muy complicada. Había colapsado su moneda, había una fuerte devaluación y Putin proponía las enmiendas a la constitución, con el propósito de asegurar su mandato al menos por dos períodos más. De acuerdo a la vieja normativa, luego de 2024 no podía ser relecto pero con los cambios introducidos este año sí tendrá la chance. Con éstas modificaciones preparó el terreno para la sucesión y dejó tranquila a la elite que prefiere tenerlo en el poder. Lo sorprendente es que la oposición no logra consolidar una presencia significativa en el debate público. Putin representa el mejor coctel de conservadurismo, pragmatismo y neoliberalismo; al tiempo que logra controlar muy bien a todo movimiento opositor.
-¿En qué sentido?
-Hay que recordar que, en Rusia, para realizar una manifestación en la vía pública se debe pedir permiso al Estado. Existe la obligación de detallar cuándo empieza y termina, cuánta gente aproximada asistirá, de qué calle hasta qué otra se desplegará. Se realiza una presentación y no existe ninguna garantía de que será aprobada. El lema del putinismo es estabilidad, como un valor que contrarrestaba la realidad de la región durante los 90’s. Desde hace algunos años ya se percibe la necesidad de reformas, entonces, Putin propone transformaciones pero trata de evitar por todos los medios que las situaciones se le vayan de las manos.
-Además del anuncio de la vacuna, Rusia ha difundido la llegada de Avifavir a Latinoamérica. Es un fármaco que será suministrado en Argentina y en otros seis países de la región. ¿Qué indica esta noticia?
-La iniciativa está en sintonía con el pragmatismo que el gobierno –también– despliega como parte de su política exterior. Consiste en sumar aliados que se puedan encolumnar detrás suyo. Durante el mandato de Cristina Kirchner, por ejemplo, ambas administraciones se acercaron bastante. Su diplomacia es difícil de encasillar: un día Putin apoya a Maduro en Venezuela; también teje vínculos con India y China, a pesar de que estén enfrentados. El envío de Avifavir –basado en una droga ya empleada en Japón para tratar la gripe– es una manera de mostrar su presencia en esos territorios. En este caso, replica un poco el modelo chino: a nuestro país han llegado aviones repletos de insumos listos para ser utilizados por el personal de salud.
-Para los científicos es difícil trazar proyecciones, sin embargo, está la duda latente. Si Rusia finalmente fuera la nación que encabeza el diseño de la vacuna: ¿cree que se reordenaría de otra manera el mapa geopolítico?
-Uno podría imaginar que la nación que produzca la vacuna, claramente, obtendrá un triunfo clave en términos simbólicos. La habilitaría a presentarse de cara al futuro como el país que salvó al planeta de una pandemia que paralizó absolutamente todo. En el caso de que sea Rusia estaría en condiciones de colocarse una nueva medalla: fue el que derrotó al nazismo, el primero en enviar un satélite al espacio y podría liderar el podio en el combate al coronavirus. Es cierto que el proceso de reacomodamiento global ya lleva varias décadas, aunque ahora parece que se están dando pasos más importantes. EEUU parece hundirse con la figura de Trump y cada paso en falso, China aparenta consolidar su rol como superpotencia emergente y pretende liderar todos los mercados, mientras que Rusia no quiere perder pisada ni que lo dejen de lado. En todos los casos, el denominador común es la predominancia de conservadurismo: cuando Putin manifiesta la política hacia las diversidades sexuales no difiere mucho de lo que puede pensar el presidente de Estados Unidos. En Rusia, como si fuera poco, también existe una idea subyacente –que fue cimentada por las elites– en relación a encarnar una cultura distintiva y superior.
-Con lo peligrosos que son los esencialismos…
-Con todo el mal que le hicieron al mundo. Buscan construir una identidad euroasiática, un camino intermedio que hipotéticamente podría salvar al mundo de esa decadencia occidental que se viene advirtiendo desde hace tiempo. En mayo Putin asumió que Rusia no era un país sino “una civilización separada”. Es una manera de compensar una debilidad que tienen a nivel mundial, al ocupar un extenso territorio y no estar en el podio que sí ocupan China y EEUU.