La mañana del jueves pasado, el ex comisario Roberto Álvarez se conectó a la transmisión online del juicio por los delitos de lesa humanidad cometidos contra militantes montoneros integrantes de lo que se conoció como Contraofensiva , que desde abril del año pasado lleva a cabo el Tribunal Oral Federal número 4 de San Martín, con la idea de que su participación en esa causa culminaría un ratito después. Dijo “hola”, acercó a la cámara de su computadora su DNI para acreditar su identidad y empezó a hablar. Nunca imaginó que del otro lado alguien lo recordaría. Aixa Bona, sobreviviente de Campo de Mayo, tampoco imaginó que encontraría ahí, en la pantalla, a uno de los represores responsables de su secuestro.

“Lo reconocí no bien lo vi, de algunas caras una no se olvida nunca”, aseguró Bona a este diario. Estaba en su casa, presta a presenciar el juicio en el que son debatidas responsabilidades de nueve represores sobre su secuestro y el secuestro y asesinato de su compañero Gervasio Martín Guadix entre otras decenas de casos, cuando reconoció en Álvarez al hombre que la trasladó desde Campo de Mayo, donde estuvo encerrada dos días, hasta la sede Departamental de la Federal en San Martín. De inmediato dio aviso a su abogado, y éste advirtió al Tribunal, que decidió suspender el testimonio del supuesto ex policía, cuyo destino ahora está en manos de la jueza de instrucción Alicia Vence.

 

Foto: Gustavo Molfino

Secuestros y una mentira

Bona declaró en el juicio por la Contraofensiva en noviembre de 2019, en una jornada en la que también lo hizo su hija Dolores, que tenía un año y medio cuando ella y su padre, dos días antes, fueron secuestrados. La pareja participaba de la Contraofensiva montonera. A Gervasio lo "chuparon" el 25 de agosto de 1980. A Aixa, dos días después. Fueron trasladados a Campo de Mayo. A ella la mantuvieron encerrada dos días. La golpearon, estuvo encapuchada y aislada, y luego la “blanquearon” primero en una comisaría de San Martín y luego en Devoto. De él, los represores de la última dictadura hicieron correr la versión de que se había suicidado al llegar a la frontera de Paso de Los Libres con Brasil. Durante sus testimonios en noviembre pasado, madre e hija pudieron desandar esa mentira: "Mi compañero fue varias veces a la frontera a recibir a compañeros que entraban al país para la Contraofensiva. La frontera no lo asustaba", aseguró en diálogo con este diario del mismo modo que lo hizo durante su testimonio. 

Entonces, todavía la pandemia de coronavirus no había modificado las vidas en todo orden, incluso el de los juicios de lesa, así que habían logrado declarar de manera presencial.

El reconocimiento

Tras su testimonio, Bona comenzó a presenciar cada audiencia. La expansión de la covid-19 no cambió esa nueva costumbre: pasó de acudir a los tribunales de San Martín cada semana a conectarse vía internet con la transmisión que el TOF 4 habilita en el marco de las medidas de aislamiento y que los medios autogestivos La Retaguardia y el ad hoc Diario del Juicio multiplican para que el juicio siga siendo oral y público. En eso estaba el jueves a la mañana cuando vio y escuchó a Álvarez hablar de ella.

“En una oportunidad se encontró una persona que decía que había estado en Campo de Mayo. Una persona femenina. Yo estaba circulando con el auto no identificable y ella estaba caminando por la ruta, con signos de extravío, y le pregunté como policía. La llevé a la delegación. Ella me dijo que debía haber estado en alguna dependencia de Campo de Mayo”, reconstruyó el Diario del Juicio. En diálogo con este diario, Bona aseguró: “Supongo que estaba hablando de mí, pero no fue así como dijo, como todo, esta gente sigue mintiendo”.

Foto: Gustavo Molfino

Como lo dijo en detalle aquella audiencia de noviembre, Bona fue “trasladada” desde Campo de Mayo una noche. “Fue este tipo el que me sacó desde adentro. Tuvo contacto con todos los que me secuestraron, con los que estaban a cargo” del centro clandestino, recordó. Dijo que Álvarez la subió al auto y que, al contrario de lo que ella suponía “en lugar de ordenarme que me tire al piso en la parte de atrás, me dijo que me sentara y que me iba a sacar la capucha en el camino”. El entonces policía cumplió: le sacó la capucha y le habló durante todo el trayecto entre Campo de Mayo y la Departamental de San Martín en donde la encerró “en un cuartucho de atrás, esposada de un pie” durante algunos días más. “Él quería saber qué opinaba yo de todo eso que estaban haciendo. Le pedí por mi compañero, me confirmó que estaba en Campo de Mayo ‘colgado’, es decir, sin una situación definida”, siguió recordando.

La suerte a punto de cambiar

Durante su testimonio en el debate, Álvarez dijo haberse retirado de la Policía Federal. Fue jefe de la Departamental de San Martín, pero lo más llamativo fue que se definió como “parte de la comunidad informativa” de la fuerza durante la dictadura. El dato conmocionó a quienes participaban de la transmisión, pero no sería lo más sorpresivo de la jornada. Porque Bona lo reconoció, pero no se quedó paralizada. De inmediato le contó a su abogado, quien compartió el dato con el TOF y éste a las partes. Tras un cuarto intermedio los jueces Esteban Rodríguez Eggers, Matias Mancini y María Claudia Morgese Martín apartaron al testigo, suspendieron su testimonio y enviaron el expediente a primera instancia: Álvarez quedaba en riesgo de autoincriminarse.

Ahora es la jueza de primera instancia a cargo de la megacausa Campo de Mayo, Alivia Vence, la que debe impulsar la investigación para indagar en el rol que Álvarez tuvo en Campo de Mayo. “Necesitamos que se sepa la verdad”, advirtió Bona, quien sigue de cerca el juicio “Más que por mí, por la memoria de mi compañero, sobre quien mintieron vilmente”. “Haber reconocido fue como hallar una nueva pieza en el rompecabezas de Campo de Mayo. Necesitamos de la Justicia para seguir avanzando, por todos los compañeros que ya no están”, concluyó Bona.