"De chico era petiso y regordete": así, con gracia, se describió quien a la larga sería considerado uno de los mejores jugadores que tuvo el básquetbol argentino y el primero en alzar un Olimpia de Plata. Oriundo de su amada Bahía Blanca, conocido por todos simplemente como "Beto", fue un baluarte en Estudiantes de esa ciudad del sur bonaerense -donde se destacó como base durante 21 temporadas en las que ganó 17 títulos- y también en el seleccionado argentino, donde obtuvo un Sudamericano. Se granjeó asimismo el mote de "Mandrake" por sus pases mágicos. Le dijo no a Real Madrid y a Flamengo. El 12 de agosto de 2000, víctima de una leucemia fulminante y en su pago natal, moría a los 54 años el inolvidable Alberto Cabrera.

El público advirtió que el chico Cabrera era cosa seria recién en los inicios de los '60. A los 15 años fue incluido en el plantel de mayores y el 30 de noviembre de 1961 debutó en Primera anotando 12 puntos. Comenzaba a escribir su propia leyenda. Su aparición fue explosiva y el ascenso, puro vértigo. Todos empezaron a hablar de aquel magnífico base de Estudiantes y poco después debutó en el seleccionado bahiense, en Olavarría. "Mucho tiempo de mi carrera deportiva la jugué en canchas abiertas y vivía pensando en dos temas: la pelota con la cual se iba a jugar y el viento. Eran mis dos psicosis", aseguró alguna vez.

En 1964, Cabrera consiguió el primer título de la ciudad luego de disputar la final ante el Olimpo de un gran adversario: Atilio Fruet, otro jugador extraordinario que se sintió "halagado" porque durante muchos años, en la ventosa Bahía Blanca, se debatía quién de los dos era el mejor. "Tuve la suerte de compartir el juego con él. Que me compararan con Cabrera era un honor, pese a ser de dos disímiles características de juego: él un exquisito y yo un entusiasta", afirmó Fruet, que junto a José De Lizazo eran parte con Beto de un trío que marcaría una época de gloria para el básquetbol al ganar 9 campeonatos argentinos con el imbatible Provincia de Buenos Aires.

Como parte del seleccionado nacional, Cabrera participó en el Mundial Extra de Chile (1966), en el certamen ecuménico de Uruguay (1967), en el Sudamericano de 1969 que se jugó también en la otra orilla del Plata, entre otros certámenes internacionales. En 1974 anunció que no vestiría más la celeste y blanca, pero reconsideró su decisión y volvió a ponérsela en el Sudamericano de 1979 que se hizo en la "Capital del Básquet", donde la Argentina recuperó el título que había ganado por última vez en 1966.

También formó parte de la Asociación Buenos Aires que en 1969 efectuó una memorable gira por Europa. Y hasta reforzó a Olimpo, tradicional rival de la ciudad, en el Argentino de Clubes de Santiago del Estero (1978), donde fue campeón al vencer en la final a Obras Sanitarias.

Su innegable calidad trascendió fronteras y estuvo a punto de emigrar, pero el apego a sus seres queridos y amigos hizo que desechara una importante oferta de España. "Europa era un misterio. Pero no estoy arrepentido de no haber ido a Real Madrid, los arrepentimientos están para quienes cometieron un error o una injusticia. Nosotros jugábamos por la camiseta", aseveró alguna vez. Y la suya, con el número 14, se convirtió en objeto de veneración, a punto tal que el entrenador Pablo Coleffi, coterráneo de Cabrera, recordó "la cantidad de chicos que usaban la camiseta con el 14 en la espalda para emular a Beto". 


"Cabrera hacía muchas cosas elegantes, decisivas, sostenidas en la cancha: conducía, anotaba, asistía, defendía, raro que saliera por cinco, difícil que perdiera la calma, muy extraño que alguien se quejara de él. Y además sabía perder", aseguró por su parte Rafael Emilio Santiago, periodista de LU2.

Al respecto, el inefable Mandrake no andaba con vueltas: "Creo que el que compite, siempre lo hace para ganar. (El DT Bill Américo) Brusa decía: 'Primero vamos a ganar, después a golear y luego a gustar'. Son las tres etapas que cualquiera, individual o colectivamente, quiere hacer".

El Círculo de Periodistas Deportivos de Argentina le otorgó tres Olimpia de Plata: en 1970, 1973 y 1974; a la par de Carlos Monzón (boxeo), Héctor "Chirola" Yazalde (fútbol) y Roberto De Vicenzo (golf).

La despedida como jugador fue el 16 de enero de 1984, cuando Estudiantes le ganó a Pacífico 97 a 81 y se proclamó campeón bahiense en el gimnasio del club Independiente, para sumar en su haber 12 campeonatos provinciales.

Aquélla fue acaso la noche más emotiva que vivieron los hinchas "albos", porque veían jugar por última vez a su gran ídolo. Poco después se lo proclamó "Deportista del siglo de la ciudad". El paso siguiente fue dirigir a Estudiantes. Pero en su nueva función como DT no tuvo la misma suerte que cuando vistió de pantalones cortos. No obstante, quienes lo conocieron dan fe de una humildad y simpatía con las que cimentó su grandeza y consiguió ganarse la admiración de sus rivales.

Un base de película

A principios de mayo de 2010, el Teatro Municipal de Bahía Blanca fue testigo y el mejor escenario para llevar adelante las dos primeras presentaciones de Cabrera, el Mago del básquetbol, con dirección de Alberto Frenquel. 

Documento fílmico de inestimable valor, en los 77 minutos de metraje se cuentan de manera pormenorizada las acciones del genial jugador bahiense, con relatos de amigos, compañeros, entrenadores, periodistas y colegas de la talla de Julius Erving y Magic Johnson, nada menos. 

Cumplidos cinco años de su muerte, se impuso el nombre de "Alberto Cabrera" a la continuación de la calle Sarmiento, en Bahía Blanca. Junto a Roberto Viau, Ricardo Alix, Carlos Raffaelli y Marcelo Milanesio, Mandrake ocupa su lugar entre los jugadores más importantes del siglo XX que dio el básquet argentino.