El documental Los trabajos y los días, de Juan Villegas, muestra con una mirada aguda el detrás de escena de la preparación de una puesta musical de excelencia. El nuevo proyecto del director de Sábado y Los suicidas ganó el concurso "25 años de creación" en la categoría “Historia del Centro Experimental del Teatro Colón”. El CETC se creó en 1990 por iniciativa del entonces director del Colón, Sergio Renán. Tiene como objetivo provocar una renovación de la ópera y el ballet y que el público pueda conocer obras inéditas. Los trabajos y los días se estrenó días antes del estallido de la pandemia en la Argentina. Y lo hizo en el propio espacio donde transcurre la película, pero las proyecciones se interrumpieron por la cuarentena. Ahora podrá verse desde este jueves en la plataforma puentesdecine.com .

En el documental de Villegas se observa el trabajo previo al estreno de In nomine lucis, un concierto escénico del italiano Luigi de Angelis. Y se ven no sólo los ensayos sino el despliegue de todo el aparato burocrático que rodea a los pormenores administrativos y de organización que requiere la puesta. El film está dedicado al cineasta Rafael Filippelli, director de Esas cuatro notas, de la cual Villegas tomó prestadas algunas escenas del recordado pianista, compositor y director musical Gerardo Gandini, quien fue el primer director del CETC y a quien Villegas también le rinde homenaje con su trabajo audiovisual.

"Yo sentía que filmar el espacio del CETC tenía que ver con el funcionamiento de una institución pública vinculada a la creación de obras experimentales o de vanguardia", cuenta Villegas en diálogo con Página/12. "Me interesaba ese tema en particular y varias cosas: en principio, la idea de filmar el funcionamiento de la institución y, a partir de eso, el trabajo. Me gusta filmar gente trabajando y narrar distintos tipos de oficios", agrega.

-¿Te resultó dificultoso hacer público el detrás de escena de la preparación de la puesta musical?

-No, me gustó. Armamos un equipo bastante reducido y nos movíamos pero sin escondernos. A mí no me gusta esconderme para filmar. En el estar mucho tiempo y casi conviviendo con la gente que está trabajando, el equipo empieza a ser transparente. Cuando empieza a pasar eso es como si nadie estuviera filmando. Y ahí es cuando empiezan a pasar cosas más interesantes frente a la cámara. Me gustaba poder filmar el trabajo que hay detrás de la preparación de una obra. Y no es sólo la música y la parte artística sino que involucra cuestiones burocráticas, administrativas, personal de limpieza, de seguridad, un montón de gente. Es lo mismo que pasa cuando uno tiene que hacer una película. En ese sentido, me sentí identificado y sentí una empatía y un interés por lo que estaba mirando porque es lo que nos pasa siempre cuando estamos preparando una película. El CETC tiene ya una tradición construida y sostenida y, en se sentido, es para mí un ejemplo de institución cultural que atravesando distintos gobiernos de diferentes colores políticos mantuvo una identidad, algo que en la Argentina es difícil de lograr.

-Lo interesante de esa cotidianidad del trabajo es que es aquello que el público no conoce.

-Claro, siempre es interesante mostrar algo que no es visible. El CETC funciona en un sótano y eso ya de por sí lo hace como más invisible, pero siempre el detrás de escena es algo que no se ve y que a mí me interesaba mostrarlo. Y mostrar al público me resulta interesante, y el funcionamiento de todo lo que está atrás para que después un espectador llegue y pueda haber una función. Por eso, decidí incluir el estreno centrado mucho en el público, más que en la obra en sí: cómo va llegando la gente a la sala, cómo se prepara para el comienzo de la obra y cómo la recepciona. Incluso, cuento cómo algún espectador se va de la sala porque se aburre.

-Buscaste establecer una suerte de equilibrio entre los músicos y los trabajadores, ¿no?. El protagonismo está en todos lados, no en uno en especial...

-Exactamente. Me interesaba mostrar las dos cosas. El público sería la tercera pata del vértice de esa relación entre los que trabajan para que la obra se ponga en escena y los artistas. El público completa el triángulo para que una obra termine existiendo.

-¿Le llamaron la atención los contratiempos y el problema que tiene el trabajo?

-Sí, en eso me refería a la identificación con lo que implica hacer una película: todas esas dificultades burocráticas y pequeñas. En el caso de esta película hay dos elementos: un cello que hay que conseguir para un músico, que requiere de unas trabas burocráticas para que el instrumento pueda entrar al teatro y se pueda asegurar. Después, hay un asunto con los asientos. Los directores de la obra querían que fueran unas reposeras y terminan siendo unos almohadones, lo que habla de cierta precariedad económica con la que se vive. Igual, a mí me gustaba la idea de los almohadones. A veces, hay que resolver como se pueda buscando no resignar la calidad de la obra. Pero también es algo con lo que uno se siente identificado haciendo cine independiente.

-Recién decía que no le gusta la palabra "escondido", que más bien fue volverse transparente, de algún modo ¿El suyo fue un trabajo de director voyeur?

-En un punto sí, pero sí con la siguiente salvedad: es espiando, pero nunca escondiéndonos. Tiene que ver con una cuestión que para mí es clave en cualquier película y sobre todo en un documental de observación: la distancia. ¿A qué distancia me paro frente a esa situación? Es una distancia literal de la cámara y es una distancia en sentido metafórico, distancia emocional, cómo observo algo, dónde me paro. Si uno está muy cerca, tal vez está creando un efecto artificial innecesario pero tal vez si está muy lejos, uno no llega a mostrar lo que quiere mostrar. Entonces, decidir esa distancia justa es clave en la mirada de un director. Es una de las grandes decisiones que uno tiene que tomar. Yo sentía que no podía estar muy lejos, pero al mismo tiempo tampoco podía estar tan cerca. Entonces, es como encontrar esa distancia justa. Y me parece que estando escondido y alejado no se encuentra esa distancia justa de estar observando y poder dar cuenta de lo que sucede. De alguna manera, hay algo de estar espiando una realidad. Me gusta más la idea del curioso, del que está como colado en un lugar al que no pertenece, y está haciendo eso, curioseando, y a la vez, está fascinado por lo que ve. Era muy lindo estar ahí viendo cómo funciona todo. Es un espacio que tiene una atmósfera particular, con esos pasillos. Uno tiene la sensación de estar fuera del tiempo porque es un sótano que no tiene ventanas, no se ve el exterior. Entonces, estás en otra lógica temporal.