Responsabilidad, bien común, aporte para el país: tres de los 4500 voluntarios que participarán de las pruebas de la vacuna contra el coronavirus en el país dijeron a Página/12 que esos eran los pilares de su decisión. Decisión que tomaron sin dudar al enterarse de los estudios y los llevó a completar un formulario. Luego, la Fundación Infant --a cargo de las pruebas-- les dio la fecha para acercarse al Hospital Militar, donde tras unos análisis recibirían pronto la primera dosis. En diálogo con este medio, les voluntaries compartieron sensaciones, detalles y propósitos.
Las pruebas de la vacuna elaborada por la compañía estadounidense Pfizer y su par alemana BioNTech comenzaron este lunes en la Argentina
, con la coordinación del equipo del doctor Fernando Polack, quien dirige aquella fundación. Se anotaron 25 mil personas para sumarse al experimento, pero sólo participarán 4500 en esta instancia, en una muestra que abarcará diferentes perfiles: médicos, enfermeros y militares, pero también personas que se abocan a otros oficios y profesiones; jóvenes y adultos mayores. La mitad recibirá la vacuna, en tanto que la mitad restante tendrá placebo.
"Lo primero que pregunté era si me iban a inocular el virus, porque conozco gente sana, saludable y joven que se contagió y terminó en terapia intensiva'", cuenta Iliana Bazzi, que tiene 43 años y dos hijos adolescentes y vive en Castelar. Cuando le explicaron que no se lo iban a inocular se "calmó". También supuso que a lo mejor tendría que aislarse estrictamente pero no es una condición en el proceso.
Para convertirse en voluntarios los interesados debieron completar un formulario muy sencillo. Luego recibieron llamados de referentes de Infant, quienes les comunicaron las fechas en que debían dirigirse al Hospital Militar y les respondieron dudas. En la primera cita se les hacen un análisis de sangre y un hisopado y se les aplica la primera dosis. Entre tres semanas y dos meses después, la segunda. El estudio dura dos años con un seguimiento constante. En ese período, ellos deben asistir al hospital entre seis y ocho veces. Aclaran que esto es totalmente ad honorem.
Tanto Bazzi como Ezequiel Boetti y Fátima Arias aseguran que no los recorre el miedo: confían en el laboratorio, incluso antes de comenzar con el proceso se sienten escuchados y cuidados, y sobre las reacciones les advirtieron que lo máximo que puede ocurrirles es que presenten síntomas similares a los de una gripe. Que pueden llegar a tener fiebre, dolor de cabeza, un decaimiento. No tienen miedo pero sí curiosidad, incertidumbre, nervios y hasta alegría.
"Es una manera de aportar para que esto se solucione. Es sacar algo bueno de todo esto", expresa Iliana, gestora de un centro cultural de la UOM en el partido de La Matanza. Cuando se lanzó la convocatoria la sentía dirigida a ella. Sentía una suerte de deber. Tenía la cita prevista para este lunes pero se la postergaron para el 31 de agosto, indicándole que en principio sería el turno de "policías, bomberos y militares". Le preguntaron si su participación seguía en pie. No dudó.
Lo hace por sus hijos, por la generación de adolescentes de hoy que vio su vida obturada por la pandemia. Para que se vuelva lo más pronto posible a algo semejante a la normalidad. Su hijo de 18, cuenta, había comenzado este año a estudiar Astronomía pero la virtualidad no lo convenció y dejó. Experimenta una contradicción: a pesar de sentir que le pone el cuerpo a una posible solución, es vegetariana y muy consciente del origen zoonótico de la covid-19. "La pandemia fue un explotar. Nos paró el planeta para que la cortemos un poco. Somos hijos del rigor. Pongamos que la vacuna funcione y, siendo optimistas, en marzo salimos todos a la calle... nos vamos a cuidar seis meses y todo volverá a ser como es. La vacuna se hace para bienestar del hombre que quiere volver a su vida normal. Pero vamos a cometer el mismo error", vaticina.
Ezequiel Boetti, crítico de cine de este diario, se siente en estos momentos Pedro Cahn: la broma surge porque responde a entre dos y tres entrevistas por día. Como es periodista siente una obligación extra en informar sobre el proceso. También cree que su oficio intercedió en la decisión: esta era una oportunidad para registrar la Historia "en vivo y en directo". "Desde que empezó la pandemia venía con ganas de ayudar. No soy médico, infectólogo ni absolutamente nada útil para colaborar. Ni bien apareció esta posibilidad no lo dudé, llené el formulario y me llamaron a la semana para confirmarme que este viernes empiezo el proceso", relata.
"Es la vacuna que le van a dar a nuestros viejos y a todas las personas de mayor riesgo, que tendrían prioridad. Eso también hace que no haya miedo. Lo siento como una responsabilidad súper copada: poner el brazo para esto está bueno", manifiesta. Y agrega: "Hay que perder esa idea de 'conejillo de indias', de que vienen a probar con nosotros porque somos Africa y no porque hay mano de obra ultra calificada capaz de llevar adelante este estudio. Esto es súper importante para el país. Lo posicionaría en la cola para recibir estas vacunas. Me parece buenísimo que esto suceda y vivenciarlo en primera persona. A medida que pasan los días empiezo a tomar más dimensión." Boetti aclara que la única contraprestación de carácter individual que entrega la experiencia es el hecho de "estar marcado de cerca en un contexto de exposición al contagio".
Fátima Arias tiene 22 años y es estudiante de la Tecnicatura en Prótesis de Laboratorio de la Universidad Nacional de La Plata y niñera. Su turno es el 18 de agosto y la buscarán en auto para llevarla a la institución. Dice: "Ni bien arrancaba la cuarentena le dije a mi mamá que si algún día se daba la posibilidad de probar una vacuna en la Argentina me gustaría formar parte. Sucedió y estoy feliz. Nunca esperé que entre tanta gente me llamaran. Es mi manera de aportar mi granito de arena a la sociedad. Si esto realmente funciona va a ser una gran solución para todos y va a salvar muchas vidas". No siente miedo, sí ansiedad. La que está asustada es su mamá pero le brindó su respaldo. Por estos días les voluntaries se están organizando: algunos ya tienen un grupo de WhatsApp para compartir anécdotas y darse apoyo mutuo. "El bien común es el motor principal de todos los que elegimos hacer esto", concluye Boetti.