“Mi nombre es Macarena Valdés Muñoz. El 22 de agosto del 2016 me hallaron muerta, colgada de una viga al interior de mi casa. Todo sucedió a la vista de mi pequeño hijo de sólo un año y medio. Quien me halló fue mi otro hijo de once años. Lo hicieron pasar como suicidio. Mi familia y mis amigos no lo creyeron así y consiguieron pagar peritajes que demuestran lo contrario ¡Estaba muerta cuando me colgaron! Serán cuatro años sin justicia. ¡A Macarena la mataron! Lo cuento yo y te pido que lo cuentes tú, porque ella ya no puede contarlo”.
Distintas voces rehacen estos días este relato, como parte de la campaña que denuncia el crimen de Macarena Valdés Muñoz, una mujer mapuche de 32 años que lideraba la resistencia de su comunidad a la construcción de una represa hidroeléctrica. Las fuerzas policiales y judiciales lo presentaron como un “suicidio”. Pero su compañero Rubén Collío y su familia sabían que no era cierto. Durante estos cuatro años de lucha contra la impunidad, se realizó una nueva autopsia y tres peritajes con expertos profesionales en Tanatología y Medicina Forense, que señalan de forma categórica que a Macarena la colgaron estando muerta y que luchó por su vida.
Victoria Aldunate Morales, lesbiana feminista antirracista, forma parte de “Tierra y Territorio” que acompaña desde el comienzo la denuncia del crimen, al que consideran “femicidio empresarial”: “Nosotras hemos hablado de “femicidio empresarial”, y más que pensar en un concepto, lo que hemos hecho es pensar en un hecho político. Las dictaduras en Nuestra América han ido afianzando en los últimos 50 años el camino para los capitales transnacionales, y se ha ido estructurando una forma de operar de las instituciones más agresiva y directa. Los Estados han ido fortaleciendo las legislaciones en favor de las forestales, las mineras, las hidroeléctricas, las pesqueras. El femicidio de Macarena Valdés no es un hecho aislado, sino parte de un plan sistemático en América Latina”.
Lejos de teorías conspirativas, Victoria trae a la memoria datos concretos: “En el 2016 en Chile había tres presas políticas mapuche: Elena Rojas, de la Comunidad Wente Winkul Mapu (Ercilla), Lorenza Cayuhán, quien fue obligada por Gendarmería a parir engrillada, y la Machi Francisca Linconao, a quien encarcelaron por un supuesto ataque a latifundistas. En el mismo año 2016, se asesinó a Berta Cáceres en Honduras, y a Nilce De Souza (Nicinha) en Brasil.” Macarena, Berta y Nicinha, fueron luchadoras contra las represas.
“Todas estas mujeres, tanto las presas políticas como las mujeres asesinadas – continúa Victoria Aldunate-, se oponían a capitales transnacionales o locales, a oligarcas y latifundistas. Macarena era una defensora mapuche de la tierra y del territorio, que luchaba con su comunidad contra la invasión de la empresa RP Global SA. Llevaba tres años cumpliendo su sueño de identificarse mapuche, y vivir en comunidad con su familia, con la gente y la tierra. Era una autodidacta, luchadora, conservadora de los alimentos, que enseñaba a otras mujeres lo que sabía, y las instaba a no aguantar las acciones machistas de los hombres, fueran o no mapuche”.
Victoria interpela los “sentidos comunes” construidos sobre el concepto de “femicidio”: “El femicidio es un crimen contra la existencia de las mujeres que se resisten a los roles que el patriarcado les manda. El crimen de Macarena es un crimen racista, machista. Cuando ataca a las mujeres, ataca a la comunidad completa, pues en la idea patriarcal somos las mujeres las que nos hacemos cargo de las cosas más básicas, además de las luchas y de todo lo que se necesita para organizarlas. No es casual que en las ollas comunes, en los levantamientos populares, estén las mujeres, así como estuvieron en la lucha contra la dictadura de Pinochet. Nosotras no creemos que el femicidio pueda definirse solamente como el crimen de una mujer ‘por el hecho de ser mujer’. Lo que se ataca es la rebelión, la insurrección, la desobediencia de las mujeres, ya sea en el ámbito personal o público.
“Cuando no cumplimos las órdenes de los maridos, de los patrones, de los hombres, o de cualquier patriarca, se nos ataca. Cobardemente se espera el momento vulnerable para atacar a las mujeres rebeldes. Cuando están solas, desprevenidas. Es un crimen que se planifica, que no tiene nada que ver con la pasión. Se aprovechan las condiciones personales, íntimas, domésticas, de la víctima. Se abusa sexualmente a las mujeres perseguidas. Se amenaza a sus hijas de violación. Se acosa a sus hijos. Se aprovecha por ejemplo el momento en que la víctima está cuidando a su wawa, cuando va a estar más impedida de recurrir a la autodefensa. Aunque las mujeres nos podemos defender, hay momentos en que somos más vulnerables. Así fue el caso de Macarena. A ella se la ataca cuando está cuidando a su pequeño hijo.”
Libertad a los presos políticos mapuche
Desde el 1 de agosto, las actividades para exigir #justiciaparamacarena, se extienden en un territorio convulsionado por la Resistencia mapuche, en el contexto de la huelga de hambre que realizan 27 presos políticos mapuche en las cárceles de Temuco, Angol y Lemu. 7 de los presos en la cárcel de Angol, fueron trasladados en estado crítico al Hospital Intercultural de Nueva Imperial, cuando llevan más de 100 días de huelga de hambre. Celestino Córdoba, machi de la comunidad Juan Quintupil de Vilcún, en extrema debilidad, exigió al estado chileno que lo trasladen a su rewe (territorio sagrado donde despliega su labor espiritual). Es también racismo, el ataque a la espiritualidad del pueblo mapuche.
Otro grupo de presos políticos mapuche, se sumó a la huelga de hambre en la cárcel de Temuco el 19 de julio. Entre ellos está el lonko Facundo Jones Huala, quien fue extraditado desde Argentina a Chile el 11 de septiembre de 2018, tras el acuerdo entre Michelle Bachelet y Mauricio Macri. Andrea Millañanco, integrante de la Pu Lof en Resistencia Cushamen, compañera de Facundo Jones Huala, nos dice: “El lonko se encuentra con mucho ánimo. Su decisión de lucha es inquebrantable. Sabe que su condena política es consecuencia de su postura firme y consecuente con la liberación nacional de nuestro pueblo. Desde el momento en que fue extraditado, ha sido acompañada por la gente de Gulumapu (territorio mapuche bajo el Estado de Chile), hermanándonos y volviendo a unificarnos como un solo pueblo en lucha. Actualmente con esta pandemia se han cerrado las fronteras y toda su familia hemos quedado de este lado de la Cordillera, imposibilitándonos poder llegar a Temuco para acompañarlo. Es una situación que muchos de nosotros hemos tenido que vivir por ser parte de la Resistencia. La judicialización continúa. Yo misma tengo dos órdenes de arraigo por causas injustificadas y vergonzosas. Pero no nos arrepentimos, porque sabemos que el camino es la autonomía, la recuperación territorial, la autodefensa, y el sabotaje al capitalismo. La lucha debe continuar. Está en nuestro ADN, como herencia de nuestros antepasados”.
Andrea expresa las demandas de los presos políticos mapuche: “La necesidad urgente que se respete el Convenio 169 de la OIT, que se cambien las medidas cautelares de todos los presos políticos mapuche, que el cumplimiento de las condenas se realice en los domicilios o en las comunidades, teniendo en cuenta la situación grave por esta pandemia que afecta la situación de prisión política para nuestros lagmien (hermanos), estando restringidas las medidas de contacto con sus familias. Esta huelga no va a finalizar hasta que los comuneros no tengan respuestas concretas del gobierno fascista de Piñera, al cual repudiamos, junto con la mal llamada “justicia”, que ha encarcelado a nuestros lagmien con causas armadas, montajes, condenas injustas, por alzar nuestra voz, cansados de tanto sufrimiento”.
La respuesta racista y patriarcal
Pocos meses atrás en todo Chile ardía el fuego de las rebeldías. Cuesta y duele constatar la violencia racista y patriarcal con que se pretende disciplinar a un pueblo lleno de coraje. Reflexiona Victoria Aldunate: “Chile está viviendo hoy día un momento enormemente racista. Las clases dominantes intentan recomponer la fuerza y la intensidad inmensa del dominio que tuvieron antes del 18 de octubre, antes de que empezara la revuelta popular. Ésta continúa, pero apareció la pandemia, y eso profundizó las dificultades que los movimientos populares tenían para luchar contra un Estado racista, patriarcal, y capitalista”.
La respuesta del gobierno fue nombrar como Ministro del Interior a Víctor Pérez, un fascista de la UDI (designado por Pinochet como alcalde de la comuna de Los Ángeles entre 1981-1987), al que Piñera le dio la tarea de “pacificar a la Araucanía”, en la misma clave de la invasión colonial. Después de su viaje al sur, se produjo un desalojo violento realizado en conjunto por civiles y policías, de comuneros/as mapuche que mantenían tomadas las municipalidades de Curacautín, Ercilla, Traigén, Collipulli y Victoria en apoyo a los presos políticos mapuche.
Relata Andrea Millañanco: “El racismo es una situación que el pueblo mapuche ha vivido tanto en el pasado como en la actualidad. Ese racismo sigue existiendo para sostener la colonización, el avance sobre nuestros territorios, como ha sucedido en Curacautín el 1 de agosto, donde intentaron linchar a parte de nuestra gente mapuche, movilizada en la toma de un municipio”.
En respuesta, más de 50 comunidades mapuche se reunieron el 9 de agosto en un Trawün (asamblea para tomar decisiones) en la comunidad Liempi Colipi de Curacautín. Al final, frente a un millar de activistas mapuche, se leyó una declaración que dice: “Desde Meli Wixan Mapu diversos lof nos hemos convocado para expresar el acuerdo de toda la Nación Mapuche, para repudiar el racismo, exigir la liberación de los mapuche secuestrados por el estado y la recuperación de nuestro territorio invadido”.
Afirma Victoria Aldunate: “A los racistas, no se les aplican las leyes de seguridad del estado, la ley de control de armas, la Ley Antiterrorista, que se aplica todo el tiempo a los y las mapuche. La militarización del territorio mapuche es tremenda. Las mujeres mapuche son detenidas, golpeadas y torturadas. Pero a las empresas transnacionales, que roban, matan, asesinan y persiguen, no las persigue nadie, porque el Estado está absolutamente involucrado, y es cómplice”.
Nuevas muertes que duelen
El 7 de agosto, en la comunidad Juan Pinoleo de Ercilla, se encontró ahorcadas en su casa a dos mujeres mapuche: Iris Rosales Quiñilén, de 53 años, y su hija Rosa Quintales Rosales, de 17. Si bien nadie puede asegurar con certeza qué sucedió, la memoria de Macarena y la rapidez de la carátula de “suicidio” colocada desde el Estado, despiertan desconfianza. #VerdadyjusticiaparaIrisyRosa, es un reclamo que anda por las redes de este tiempo cibernético.
La militarización de los territorios pretende ahogar la Resistencia mapuche y la revuelta chilena. Pero la rebeldía sigue encendida. El 11 de agosto hubo movilizaciones en Chile, y otros países (en Buenos Aires frente al Consulado) por la libertad de los presos mapuche. Expresa Andrea Millañanco: “Nuestro Wall Mapu -hoy Chile, Argentina- sigue resistiendo por amor a la vida, por amor a la naturaleza, y nosotros, los che, entendiéndonos como parte de ella. Nosotros no concebimos una vida sin territorio. Los Estado nos han empujado a asumir la resistencia radical, y a validar todas las formas de lucha para proteger nuestra tierra del feroz avance del capitalismo, de la ambición de los grandes latifundios, de las empresas extractivistas. La tierra para nosotros es sagrada. Fue arrebatada a nuestro pueblo, está marcadas con la sangre de nuestra gente”.
El racismo, el colonialismo, el patriarcado, el capitalismo, las políticas extractivistas de muerte y despojo, encuentran en la Resistencia mapuche un rostro de dignidad. La defensa del territorio es también el cuidado del agua, las tierras, los bosques, los ríos, las semillas, los humedales, las lagunas, frente a proyectos en los que el capital, los Estados y las transnacionales avanzan de manera destructiva y amenazante para la Naturaleza y para los pueblos. La libertad de los presos mapuche, de las presas y presos de la revuelta chilena, #Justicia para Macarena, son parte del mismo esfuerzo: defender la vida, los territorios, y los cuerpos de las defensoras de los mismos. Cuidar la revuelta y extenderla… para que la pandemia y sus virus no sean lo normal.