Retablo 6 puntos
Perú/Alemania/Noruega, 2017.
Dirección: Álvaro Delgado Aparicio.
Guion: Álvaro Delgado Aparicio y Héctor Gálvez.
Duración: 95 minutos.
Intérpretes: Junior Bejar Roca, Amiel Cayo, Magaly Solier.
Estreno en Netfllix.
La primera escena de Retablo, ópera prima de Álvaro Delgado Aparicio que tuvo su paso por el Festival de Berlín –donde obtuvo un premio Teddy, dedicado a films con temática LGBT–, regala un ejemplo sobre la práctica de observar y recordar, tal vez un guiño indirecto a los espectadores más cinéfilos. Noé es un artesano del altiplano peruano, un maestro en el arte de la confección de retablos, tanto en su vertiente religiosa como la secular. Tapando los ojos de Segundo, su hijo, el hombre intenta que la imagen de una familia extendida sea recordada al detalle por su también alumno y asistente. A partir de ese momento, la profundidad de campo y el uso de la pantalla ancha serán los recursos visuales más explotados por el realizador, una horizontalidad que tiene su contraste en la verticalidad de los objetos creados por los personajes. A su vez, los ritmos del idioma quechua pautarán la banda de sonido, abriendo puertas a un universo cercano geográficamente, pero muy alejado en términos culturales para la gran mayoría de los espectadores.
La apuesta de Álvaro Delgado Aparicio, peruano nacido en Londres, es compleja: intentar una descripción antropológica que no caiga en el mero registro o el pintoresquismo y entrelazarla con un relato intimista que, de manera gradual, va poniendo en primer plano cuestiones ligadas a la diversidad sexual, en un ámbito pautado por atavismos machistas. El mundo de Segundo está marcado por la prosecución de los mandatos familiares, siguiendo la tradición de un oficio y la relación con su familia y vecinos. Es un joven de su misma edad quien lo tienta con la posibilidad de ir a trabajar los campos y ganarse su propio dinero, pero el futuro parece estar escrito de antemano. El joven no sólo ayuda en el taller, aprendiendo técnicas y trucos, sino que acompaña al padre al pueblo más cercano para vender los frutos del trabajo. Durante uno de los viajes en camioneta a la ciudad Segundo es testigo de una práctica sexual que sólo puede ser vista como inapropiada, y el rechazo silencioso será la única salida a los conflictos internos que comienzan a dispararse.
Un ejemplo de justicia popular en la plaza del pueblo y la pelea a latigazos que tiene lugar durante unas celebraciones vuelven a hacer hincapié en prácticas culturales ligadas a la violencia, que no hacen más que anticipar lo que ocurrirá luego, cuando el secreto que Segundo guarda celosamente –por vergüenza, pero también por miedo– sea conocido por los otros habitantes de la comarca. Incluida la esposa de Noé, la primera en construir un muro de incomprensión ante la diferencia. Más allá de sus bondades visuales –en particular los encuadres y el uso eficaz del plano-secuencia–, tal vez el principal pecado de la película, una vez que los elementos centrales de la historia han sido desarrollados, sea su cualidad un tanto programática: ese arco en tres actos bien diferenciados que incluyen el paso del repudio visceral a la reconciliación a partir de un hecho con visos trágicos. Los elementos que hacen que Retablo sea una película “efectiva” en términos dramáticos son los mismos que inhabilitan la posibilidad de mayores sutilezas y complejidades.